Contra la libertad
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Madrid - Publicado el
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Una joven española de 16 años puede decidir abortar sin el consentimiento de sus padres. Así lo reconoce la ley española y el Tribunal Constitucional lo refrenda. La norma evita, hasta el punto de negarlo, la posibilidad de que pueda existir un dilema. Nadie, ni siquiera los padres, tiene derecho a pronunciarse, reflexionar y acompañar en la decisión. Los redactores de la ley y quienes la han sancionado reducen el aborto a la única respuesta posible y, además, a una respuesta inocua y sin consecuencias. La legislación española no solo banaliza el aborto, sino que condena al abandono y al estigma a las jóvenes que ven en esa puerta la única salida. Primero las empuja a ese precipicio, después las abandona porque no les asegura apoyo cuando una vez practicado el aborto necesiten ayuda y no sepan a dónde acudir, y por último las estigmatiza porque, bajo la falsa apariencia de libertad, las invita a mantener en silencio una decisión tomada en secreto.
La norma española consagra la idea de que la auténtica libertad consiste en no tener vínculos, de que la responsabilidad es una atadura que nos esclaviza y de que la reflexión compartida no es más que un impedimento. Además, subyace la idea de que los padres, aquellos que con un proyecto de vida en común han amado y sostenido a una hija hasta la edad de 16 años, pueden convertirse en sus principales enemigos. Ningún Estado puede ni debe entrometerse en la vida familiar y esta ley, tan injusta como insensata, no solo es un atentado contra la vida, sino contra la verdadera libertad.