Dolores Vázquez: 519 días de cárcel, las sospechas de la madre de Rocío Wanninkhof y un perdón que nunca llegó
Unas fibras en el cuerpo quemado y apuñalado de la hija adolescente de su pareja mantuvieron a Dolores Vázquez 17 meses en prisión y 20 años fuera de Málaga
Madrid - Publicado el - Actualizado
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No son pocas las veces que le han gritado a Dolores Vázquez “asesina” a la cara. La primera de ellas, el 7 de septiembre de 2000, en el que la Guardia Civil la detenía y la llevaba al cuartel para interrogarla. “Cuando terminemos contigo, ni tu abogado va a creer en ti. Yo no lo comprendía, no lo entendí, porque no sabía lo que estaba ocurriendo ahí fuera”, revelaba la propia sospechosa el pasado 2013 en una charla entre lágrimas. Los medios, los investigadores y cualquiera que tuviera alguna opinión sobre la culpabilidad del asesinato Rocío Wanninkhof comenzaron a replicar una idea: se trataba de un crimen de odio, venganza y pasión. Al mismo tiempo, uno de los primeros informes psicológicos de la benemérita calificaba los rasgos de la sospechosa como los de un “maltratador psicológico”.
La otra ocasión en la que Dolores Vázquez tuvo que aprender a vivir entre gritos de asesina fue un año después, cuando ingresó en la prisión de Alhaurín de la Torre. Las voces de otras presas que que le increpaban cada día. Ya había sido juzgada y condenada a 15 años de prisión, así como a pagar una indemnización de 18 millones de pesetas, que al cambio serían unos 108 mil euros. Allí la visitaba cada sábado su abogado, Pedro Apalategui. Cada día que veía a su clienta le reservaba los primeros 15 minutos para ejercer de psicológico: Vázquez gritaba que era inocente, lloraba, y se desahogaba. Después podían continuar con la sesión.
Dolores sospechaba que la compañera de celda tenía un doble propósito además de impedir que se quitase la vida: creía que su principal cometido era espiarle por las noches por si se le escapaba una confesión entre sueños. En esas circunstancias aguantó la que era, hasta entonces, la culpable oficial de la muerte de Rocío Wanninkhof, durante poco menos de un año y medio. 17 meses. 519 días. Todo ello hasta que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía anuló la sentencia tras el enésimo recurso de la defensa. No había “suficiente motivación” para la condena y queda pendiente una repetición del juicio.
En esos momentos detienen a Tony Alexander King, un criminal con antecedentes por agresiones sexuales y estrangulaciones en Reino Unido y, con ello, la historia de Dolores Vázquez da un giro completo. La acusación tiene un nuevo sospechoso claro que terminaría siendo declarado culpable del asesinato, tanto de Rocío en Mijas como de Sonia Carabantes en Coín. Sin embargo, este no es el final de la historia de Dolores Vázquez, es sencillamente el fin de un calvario que pasaría de rodearle a perseguirle durante el resto de su vida. En Reino Unido, en Málaga y en el resto de España.
La muerte de Rocío Wanninkhof
La noche del 9 de octubre de 1999, Antonio José Dorado se despidió por última vez de su novia, Rocío Wanninkhof, de 19 años, en la puerta de su casa en La Cala de Mijas. El plan era como el de cualquier pareja joven: eran las 10 de la noche, y la chica quería pasar por su casa para arreglarse, antes de volver a encontrarse con Antonio en la feria de Fuengirola. Un plan que, por evidente que pareciera, el joven no supo explicar con claridad a los investigadores, que comenzaron a sospechar de él al comienzo de las pesquisas. Durante la búsqueda, una mujer de 48 años acompañaba a la madre de Rocío, Alicia Hornos. Se trataba de Dolores Vázquez, directora del Hotel Sultán de Marbella y pareja sentimental Hornos durante varios años.
Todo el pueblo se movilizó para encontrar a la joven. Los vecinos ofrecieron dinero de manera voluntaria para ayudar en el rastreo de su paradero. Localizaron una colilla, unas zapatillas, un pañuelo y sangre en el paseo donde desapareció Rocío, pero poco más trascendió hasta tres semanas después, cuando encontraron su cuerpo, parcialmente quemado, desnudo y con ocho puñaladas, siete en la espalda y una en el pecho izquierdo.
Una vez descartado el novio como sospechoso, la mirada de la Guardia Civil se centró en un Toyota Celica de color rojo y de capota negra, vehículo que había aparecido en la zona donde se perdió la pista Rocío y que era propiedad de Dolores Vázquez conocida por sus amigas en el pueblo como la “Loli”. En él viajaban dos hombres. La historia explotó y el relato comenzó a tomar unos tintes de morbo que atrajeron a los medios de comunicación a nivel nacional, así como trazaron la línea a seguir por los investigadores: la ex pareja de una mujer se venga asesinando a su hija.
Los rumores y las pistas, reales y falsas, comenzaron a caer como un diluvio. Los vecinos comenzaron a hablar, todos tenían pistas para la policía. Algunos apuntaron a que el cuerpo de Rocío había sido arrojado cerca del jardín donde vivía un tío con el que Vázquez mantenía una mala relación. Una joven ucraniana que trabajaba en el chalet rosa de la sospechosa declaró que, apenas unos días después, la había visto apuñalar un retrato de Rocío en plena discusión mientras gritaba: “¡Problema mío!”
El juicio penal y mediático
La propia Alicia Hornos fue la encargada de sentenciar a su ex pareja antes si quiera de que diese comienzo el juicio: “No la trataba demasiado, bien. Siempre decía que era mi niña mimada”, aseguraba en referencia a Dolores Vázquez”. “Rocío no le quería” era el mantra que la madre de la víctima repetía constantemente a los medios de comunicación. “Dolores tiene una mente muy retorcida y es muy mentirosa”, mantenía.
Cada día un mar de micrófonos se agolpaban a las puertas de la vivienda de Mijas en la que residía la sospechosa, que se defendía de las acusaciones de Rocío Wanninkhof con vehemencia: “Rocío bajaba a escondidas de su madre a mi casa, dígame quién dice que yo me llevaba mal con Rocío, ¿o quieren que yo saque todos los trapos sucios?”
“Estoy harta, basta ya. Yo no he matado a Rocío, yo no he tenido nada que ver. Me han enjuiciado, me han condenado. Estoy en mi casa, yo no lo he hecho, y estoy harto de repetirlo. Ninguno de ustedes, ni aquí ni en mi casa pueden sentir lo que yo siento”, clamaba Dolores Vázquez contra la prensa. Durante el proceso de investigación localizaron la prueba sobre la que se sustentaría la acusación contra la sospechosa: encontraron en una de las prendas de su casa fibras de la ropa de la víctima. Unas fibras que Apalategui, abogado de Vázquez, subrayaba que se diferenciaban en color, algo que no probaría hasta años después.
En cualquier caso, Loli ya había sido sentenciada social y mediáticamente, antes de ser condenada penalmente a 15 años de cárcel y un día. El fiscal encargado del caso, Francisco Montijano, reconoce a COPE que “se cometió un error” pero que, a pesar de la escasez de pruebas sólidas, las mentiras e incoherencias le llevaban al convencimiento de que la acusada era culpable. “Hubiera sido muy cómodo tirar para atrás, pero estábamos convencidos de que ella era responsable de la muerte”, argumenta Montijano, que no duda en 2020 de la inocencia de Vázquez: “Está claro que nos equivocamos”.
La salida de la cárcel
Tras la anulación de la condena por parte del TSJA, la Guardia Civil detuvo a Tony Alexander King como sospechoso del asesinato de Sonia Carabantes, una adolescente de 17 años, que había sido degollada en el municipio de Coín, cerca de Mijas. Cecilia, ex pareja del detenido, fue quien dio la alerta a Scotland Yard (policía metropolitana de Londres) de que su marido se había presentado en su casa ensangrentado el día de la desaparición de la segunda joven. La proximidad entre las dos muertes y las similitudes en en el procedimiento hizo sospechar a la benemérita de que podía tratarse del mismo asesino. Los investigadores cotejaron las pruebas de ADN del cigarro localizado en el camino junto al lugar que desapareció Wanninkhof y comprobaron que, en efecto, se trataba de King.
De nombre real Tony Bromwich, los agentes habían dado con el conocido como el 'estrangulador de Holloway', un ex convicto que había cumplido hasta diez años de cárcel en Reino Unido tras estrangular y violar a varias mujeres. El perfil era el de un hombre que “presentaba un peligro para las mujeres”, según había detallado la policía británica a las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles cuando se mudó a España y se cambió el nombre a Tony Alexander King. Aquí encontró una vida nueva, una pareja, e incluso ambos tuvieron una hija juntos. No obstante, los problemas con la bebida no desaparecieron, así como la frustración violenta que le provocaba una impotencia sexual que derivaba de un consumo incontrolado de esteroides.
En el primer interrogatorio confesó los crímenes pero, a medida que fue avanzando el proceso judicial, King terminó señalando tanto a Dolores Vázquez como a su amigo, Robert Graham. Según la declaró en el juicio, habría pillado in fraganti a ambos asesinando a Wanninkhof. “Vi a Dolores Vázquez apuñalar a Rocío y a Robert cortarle el cuello”, aseguró mientras se calificaba a sí mismo como un “cabeza de turco”. Terminaría siendo condenado como único autor de los asesinatos de las dos jóvenes y no podrá obtener su primer permiso penitenciario hasta 2033.
En cualquier caso, Loli fue puesta en libertad tras 519 días en la prisión de Alhaurín de la Torre y el segundo juicio que fijó el TSJA nunca llegaría a celebrarse. Vázquez, de padres gallegos pero criada en Reino Unido, emigró de España después de pasar un tiempo en la casa de su hermana en Galicia. Allí permaneció hasta 2017, cuando regresó a Betanzos, pueblo de donde era su familia, según apuntaba El Español.
En 2013, en una audiencia organizada por la Fundación Pombo y la Universidad Carlos III, Vázquez revelaba cómo había sido su vida cotidiana tras salir de la cárcel, y a pesar de haber abandonado su domicilio de Málaga. “He vencido muchos obstáculos, como coger la matrícula de un coche, fijarme si la persona que me sigue lleva gafas, hacer notas que todavía llevo en el bolso”, relataba entre lágrimas y la mirada cómplice de quien fuera su abogado durante todo el proceso, Pedro Apalategui. En esos año, Loli reclamaba una indemnización de 4 millones de euros por haber sido condenada sin apenas pruebas: “No es tanto la reclamación monetaria, es más que se demuestre a la sociedad española que soy completamente inocente, que siempre lo he sido”.
“Que cuando vaya por la calle, no se den el codazo. O que cuando vaya al Corte Inglés a por unos zapatos no me rodeen las señoras a los 20 minutos. Todavía estoy esperando que me pidan perdón”, lamentaba Vázquez. En 2008, la Justicia ofreció 120.000 euros y la admisión de “errores” en su procedimiento. Loli no aceptó, pidió 4 millones de euros y, en 2015, el Tribunal Supremo ratificó la sentencia de la Audiencia Nacional: no habría indemnización finalmente para María Dolores Vázquez por pasar un año y medio en la cárcel. “Todavía estoy esperando que me pidan perdón”, lamentaba en 2013.
Alicia Hornos y las sospechas de complot
Pero los años no se han llevado las sospechas de Alicia Hornos, madre de Wannikhoff, que sigue señalando a su ex pareja como la principal artífice de la muerte de su hija. Recientemente, en una entrevista en el programa 'Espejo Público', con motivo de los 20 años del crimen, volvía a insistir en los indicios que apuntaban a Dolores Vázquez. “Dolores Vazquez dice que no pero yo estoy segura de que sí, que ella mató a mi hija”, subrayaba Hornos en Antena 3. Volvía a incidir en detalles como las fibras de la ropa de Loli junto al cuerpo de su hija, aunque se trate de una prueba descartada.
Otro de los aspectos que todavía escaman a Hornos es el hecho de que algunos testigos mantuvieran que, a pesar de lo que ellos mismos mantenían, tanto King como Vázquez se conocían previamente. Según los rumores que circulaban durante la investigación, el británico habría trabajado como jardinero para la empresaria hostelera. De igual manera, otros vecinos repetían que no solo dio trabajo a King sino a su amigo Robert Graham, a quien el King situó en la escena del crimen. Precisamente Graham fue detenido a principios del 2000 en Egipto, a donde se habría fugado tiempo después del crimen, pero las investigaciones nunca consideraron que hubiera más implicados más allá del británico.
21 años después, Hornos sigue enseñando cartas de Tony Alexander King desde la cárcel en las que, supuestamente, le reconoce que Vázquez le ayudó a matar a su hija. Francisco Montijano, quien fuera fiscal en la causa que metió a Loli entre rejas, lo descarta completamente y subraya que "ha quedado claro que todas pistas que indicaban a otros cómplices en el crimen quedaron descartadas. No obstante, la madre de Rocío sigue resistiéndose a olvidarse de la que fuera su ex pareja y su papel en el asesinato de la joven. Ella, por su parte, lleva años luchando por dejar atrás miradas y sospechas que, dos décadas después, siguen en los programas de prime time televisivos.