La Masacre de San Valentín: el error de Al Capone que terminó en el mayor golpe de la historia de la mafia

El 14 de febrero de 1929 quedó marcado a pólvora y sangre en Chicago con uno de los crímenes más mediáticos del siglo: los siete del Día de San Valentín

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Paco Delgado

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

El que para muchos es el día de los enamorados, el Día de San Valentín significa algo muy diferente para los ciudadanos de la ciudad de Chicago. Y es que un simple error de la banda de Al Capone terminó en leyenda cuando siete personas fueron masacradas frente a la pared de ladrillos de un garaje, marcando así la biografía del gángster, tanto en la vida real como en todas las interpretaciones literarias y cinematográficas posteriores.

Los precedentes eran claros: la muerte del mafioso Dean O'Banion había dejado un fuerte vacío de poder en la zona norte de Chicago en plena ebullición de las bandas de criminales tras la Ley Seca. En medio del tumulto y la violencia que derivó de la falta de un sucesor claro y con una estructura mafiosa todavía anárquica, capos como Vincent Drucci o Hymie Weiss murieron en las semanas siguiente durante la guerra por el trono. En ese momento emergió la figura de George “Bugs” Moran.

Ficha policial de Bugs Moran

Ficha policial de George 'Bugs' Moran

Antecedentes a la masacre

Pero el odio entre Moran y Capone iba más allá de las intenciones de ambos de controlar la zona norte de la ciudad estadounidense, sino que existieron varios incidentes que encendieron la mecha. El primero de ellos fue el asesinato de Patsy Lolordo y Antonio “El azote” Lombardo, ambos socios del mítico “caracortada” de Chicago, así como ex presidentes de la Unión Siciliana, un sindicato local que ejercía las veces de grupo de presión de voto para los italoamericanos y como semilla de la Cosa Nostra en la década de los años 20.

El principal autor de ambas muertes apuntaba a Joe Aiello, el principal rival de Capone y que contó con dos miembros de la banda de Moran para dar los golpes: los hermanos Frank y Peter Gusenberg. Aiello se hizo así con la presidencia y el control de la Union Siciliana apeando a su principal contrincante de uno de los mayores grupos de presión social italianos.

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El otro hecho que hizo saltar por los aires la tensa relación entre ambos mafiosos fue el hecho de que a finales de la década de los 20 y en un intento por socavar la influencia en los bajos fondos del mayor capo de Chicago, la banda de Moran comenzó a dar golpes en destilarías controladas por Capone. En plena Ley Seca, la producción y distribución de licor de contrabando e ilegal era uno de las principales fuentes de ingresos de las mafias. Y precisamente esa sería la principal excusa de la masacre del 14 de febrero de 1929.

San Valentín de 1929

El plan era simple: atraer a Bugs Moran y a su banda hasta un garaje de la compañía de transportes SMC en el número 2122 de North Clark Street con la promesa de entregar un cargamento de whiskey proveniente de la banda morada de Detroit. Más de una decena de soldados de banda de Moran llegaron al punto de encuentro a las 10:30 de la mañana. Concretamente Frank y Peter Gusenberg, partícipes en los crímenes de la Unión Siciliana, dejaron de lado un viaje a Detroit para recoger otro cargamento. Este tenía prioridad.

Siete de ellos llegaron antes que los demás: los hermanos Gusenberg, la mano derecha de Moran, Albert Kachellek; el contable Adam Heyer, Reinhardt Schwimmer, un mecánico llamado John May y Albert Weinshank, quien guardaba un enorme parecido con el líder de la banda. Pero ninguno de ellos era Bugsy. El siguiente paso de los matones de Capone era aparecer en un coche de policía vestidos como agentes de la policía local.

Fotografía de los hermanos Frank y Peter Gusenberg

Fotografía de los hermanos Frank y Peter Gusenberg

Precisamente la rapidez con la que entraron en escena disfrazados alertó al resto de soldados que aún faltaban por llegar, entre ellos Henry Gusenberg, hermano de los otros dos. La ejecución fue rápida: cuatro hombres salieron del coche en cuanto creyeron que habían descubierto a Moran, cuando en realidad se trataba de Weinshank. Dos de ellos, vestidos de policías, pidieron a los sietes que se mantuvieran pegados a la pared mientras registraban el cargamento. Sin apenas darles tiempo para reaccionar, los falsos policías sacaron dos metralletas Thompson y comenzaron a disparar de izquierda a derecha hasta que vaciaron los cartuchos. Las balas no cesaron, incluso cuando el último de los sietes había caído al suelo.

Frank Gusenberg, único superviviente

Pero el episodio más curioso relacionado con el tiroteo del garaje fue lo que ocurrió con Frank Gusenberg, la única de las víctimas que consiguió salir de aquel garaje de Chicago por su propio pie, a pesar de haber recibido un total de 14 balazos. Cuando llegaron los sanitarios a la escena le encontraron con vida y trataron por todos los medios de salvarle la vida de camino al hospital, mientras no cesaban en preguntarle qué había ocurrido en aquella pared de ladrillo visto.

Pero la famosa 'omertá' de la mafia hizo acto de presencia y Frank sólo acertaba a decir: “A mí no me ha disparado nadie”. Precisamente Gusenberg, que era uno de los principales objetivos de la banda de Capone por su relación con los asesinatos que habían llevado a Joe Aiello a destronar a “caracortada” como jefe en la sombra de la Unión Siciliana. Sumándole además el condicionante de que acaban de matar a su hermano Peter justo a su lado. Gusenberg nunca contó lo que sucedió aquella tarde de San Valentín y murió unas horas más tarde.

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La leyenda de la 'Masacre del Día de San Valentín'

La matanza que tuvo lugar en Chicago el 14 de febrero de 1929 no sólo no sirvió para que Al Capone matase a su principal rival, sino que puso el foco y dejó una huella imborrable en su carrera en el mundo del crimen y que no hizo sino aumentar la presión del Tesoro sobre el capo de Chicago hasta que acabó en prisión. El garaje del número 2122 de North Clark Street ahora es una atracción para turistas y los ladrillos con las balas son objetos a exponer en los museos de Historia.

Una masacre que quedó tan marcada en el imaginario popular que se ha visto reflejadas en libros y películas hasta el día de hoy. Es el caso de Con faldas y a lo loco, cinta en la que los protagonistas, interpretados por Tony Curtis y Jack Lemon, intentan huir vestidos de mujeres tras presenciar la masacre de febrero de 1929. El directo Howard Hawks incluyó el incidente en su versión de Al Capone de “Scarface”, la película de 1932. También se menciona la masacre en los largometrajes “Los intocables de Eliot Ness”, “Capone” de 1975 o en la propia cinta “La Masacre de San Valentín”, dirigida por Roger Corman.

Funeral por las 7 víctimas de la Masacre del Día de San Valentín

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