Balduino de Bélgica, el rey que dejó de serlo durante 36 horas para no firmar la ley del aborto

El que fuera monarca del país europeo decidió renunciar al trono durante un día y medio para que se aprobara la despenalización del aborto sin necesidad de contar con su firma

El rey Balduino de Bélgica con su esposa, Fabiola

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

El 3 de abril de 1990 tuvo lugar un acontecimiento poco habitual dentro de las monarquías europeas, a pesar de que cuentan con un largo recorrido a sus espaldas. Sin embargo, lo ocurrido aquel lejano día de hace más de 30 años en Bélgica no tiene precedentes similares.

Por aquel entonces, reinaba en el país europeo el rey Balduino I, de 59 años, que compartía el trono con la aristócrata de origen español Fabiola de Bélgica, anteriormente conocida como Fabiola de Mora y Aragón.

Durante su mandato, tanto la Cámara de Representantes como el Senado del país dieron su visto bueno a la primera ley que despenalizaba el aborto en la nación en ciertos casos concretos, algo que no convencía al monarca, un católico practicante de profundas convicciones religiosas.

A pesar de esto, Balduino no quería ir en contra del normal funcionamiento de las instituciones democráticas belgas ni de lo que estas, desde su legitimidad, habían decidido, por lo que pidió expresamente que se buscara una fórmula para que dicha ley saliera adelante sin necesidad de que el monarca tuviera que firmarla, ya que debido a sus creencias no estaba conforme con ella.

Sin embargo, antes de llegar a una conclusión, hubo diversos puntos de conflicto, ya que la decisión del monarca había generado cierta inquietud en el país, que ahora debía decidir qué hacer y cómo hacerlo.

La fórmula legal

Balduino alegó que tenía derecho a su libertad de conciencia, ya que según la carta que le envió al primer ministro, Wilfried Martens, no tenía sentido que él fuera el "único ciudadano belga al que se le obliga a ir en contra de su conciencia en un asunto esencial", cuestionando más adelante si "la libertad de conciencia existe para todos menos para el rey".

La coyuntura levantó cierta polémica e inquietud en la sociedad belga de la época, tal y como recogió el por aquel entonces corresponsal en Bruselas del diario ABC, Jesús Fonseca, destacando el relevante papel del primer ministro, que trató de mediar y de buscar el consenso entre los políticos, tanto del gobierno como de la oposición, y entre las personalidades influyentes del país europeo.

Como recogió Fonseca, no fue una tarea nada sencilla para Martens, que incluso tuvo que realizar varias llamadas al monarca, visitas a Palacio y dos consejos extraordinarios de ministros durante la madrugada, casi nada.

Puesto que la postura del monarca era firme, hubo que buscar una solución jurídica que permitiera que la ley saliera adelante sin la firma del Rey de los Belgas. De esta manera, se llegó a la conclusión de que lo mejor era que Balduino invocara razones de conciencia y se acogiera al artículo 82 de la Constitución de su país, que estipula la sustitución en la Jefatura del Estado en caso de imposibilidad temporal del monarca para reinar.

De esta manera, Balduino renunciaría a sus poderes de forma temporal, lo que permitiría que la ley saliera adelante sin que el monarca tuviera que rubricar su firma en documento alguno. Esta solución obtuvo el respaldo tanto de la casa real como del órgano de ministros, por lo que Baluino abandonó su trono durante unas 36 horas, el tiempo necesario para que la medida saliese adelante.

Fue así como el Consejo de Ministros asumió los poderes del monarca en nombre del pueblo belga, sancionando el texto según el cual se despenalizaba el aborto antes de la decimosegunda semana de embarazo siempre que se alegara el estado de necesidad de la madre. Es decir, el aborto solo estaba permitido en caso de que existiera un importante peligro para la salud de la madre o si se estaba seguro de que el niño fuera a llegar al mundo con una enfermedad grave e incurable.

Aprobación de la ley y vuelta al trono

Esta norma, conocida por los diputados que la redactaron como 'Lallemand-Michielsens', no reconocía el derecho al aborto en caso de violación y añadía una cláusula de conciencia para los médicos, que se podían acoger a ella en caso de que no estuvieran de acuerdo a la hora de practicar dicha intervención.

Era la única manera de que la normativa parlamentaria saliera adelante, ya que el rey y su esposa eran personas de profunda convicción católica y, por ello, defensores de los derechos de los no nacidos y contrarios a esta ley, al igual que una importante parte de la población del país en la época.

Así, un día y medio después de su renuncia al trono, y ya con la ley oficializada, Balduino recuperó su puesto después de una sesión conjunta de las dos cámaras, en lo que fue uno de los acontecimientos más mediáticos en el país en los últimos años.

De hecho, la sesión fue retransmitida a través de las cadenas de radio y de televisión belgas. Balduino volvió al poder con un total de 245 votos a favor y 93 abstenciones, poniendo fin a su corto periodo de 'inacapacidad para gobernar'.

A pesar de que la situación se quedó en ese punto, lo cierto es que varios grupos políticos, principalmente de izquierda, aprovecharon la coyuntura para atacar la decisión del monarca, con acusaciones de irresponabiliad política o de obviar su función como soberano de todos los belgas, aunque rápidamente el primer ministro, Wilfried Martens, zanjó los dimes y diretes declarando que la monarquía va mucho más allá de un debate meramente político.

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