El Círculo de Cambridge: los espías de la KGB que pusieron en jaque a los servicios de inteligencia británicos
La URSS estuvo recibiendo informaciones secretas de Reino Unido y EE.UU durante la II Guerra Mundial y el principio de la Guerra Fría gracias a este grupo de espías ingleses
Publicado el - Actualizado
8 min lectura
El imperialismo del Siglo XX y la ambición de los países por convertirse en la primera potencia mundial generaron una competencia feroz entre las naciones punteras en la que cualquier detalle contaba. Por este motivo, comenzó a crecer la figura del espía en las diferentes potencias.
Esta época coincidió con el crecimiento de la URSS como potencia, que bajo el liderazgo de Lenin consiguió dominar la Rusia zarista en diciembre de 1922. Este crecimiento de la República Soviética coincidió con el auge de los fascismos en Europa, y a principios de la década de los años treinta, la NKVD -que posteriormente sería la KGB- aprovechó para reclutar a estudiantes prometedores de la Universidad de Cambridge afines a las ideas del comunismo.
El objetivo de este plan era incorporar como espías a jóvenes de la prestigiosa universidad que tuviesen capacidad para progresar profesionalmente hasta llegar a los servicios de inteligencia británicos. La tarea de estos infiltrados fue la de averiguar informaciones secretas de Reino Unido y enviarla a la URSS. Este proyecto fue encargado a Arnold Deutsch, que ejerció de reclutador viajando hasta Cambridge para persuadir a estudiantes prometedores para que trabajaran para el régimen soviético.
De esta manera, se formó el Círculo de Cambridge, un grupo de espías ingleses que se infiltraron en los servicios de inteligencia británicos y pasaron información secreta a la URSS durante casi 20 años. En un principio este equipo de espías de la KGB estaba formado principalmente por Harold Adrian Russell “Kim” Philby, Anthony Frederick Blunt, Guy Francis De Moncy Burgess, Donald Duart Maclean y John Cairncross.
El trabajo casi perfecto de estos infiltrados empezó a tener fisuras debido a la gran exposición a la que se enfrentaban cada vez que filtraban una información a la que tenía acceso muy pocas personas. Además, la afición a consumir alcohol o drogas de algunos de ellos hizo que cometieran algunos errores que afectaban a su reputación como espías o que hacía levantar sospechas.
Pese a esto, no fue hasta casi 20 años después del contacto de Arnold Deutsch cuando las autoridades de Reino Unido comenzaron a conocer la existencia de este Círculo de Cambridge. En 1951, dos de los componentes de este grupo huyeron a Moscú de forma repentina y levantó sospechas. Sin embargo, tal era el desconcierto de los servicios de inteligencia británicos y tan grande era el abanico de posibilidades que aún no se conocen algunos de los integrantes del Círculo de Cambridge.
Kim Philby, el cabecilla
Fue la pieza angular del Círculo de Cambridge y el espía que más información filtró a la URSS de los servicios secretos británicos. Además, desveló numerosos nombres de espías infiltrados en el en el régimen comunista.
Philby tenía un gran talento para el engaño y esto le permitió alcanzar los puestos con más poder del servicio de inteligencia de Gran Bretaña. Tal era su capacidad de infiltración, que fue galardonado con la Orden del Imperio Británico. Además, estuvo cubriendo la guerra civil española y Francisco Franco incluso le galardonó por su trabajo al pensar que defendía la causa del bando nacional.
Sus inicios como espía de la KGB no fueron fáciles, ya que previamente había mostrado su postura comunista y los servicios secretos no confiaban en él. Para darle la vuelta a la situación, Kim difunde que había cambiado de pensamiento político para evitar sospechas.
Su cargo importante en los servicios secretos le permitió acceder a información importante de Reino Unido y causar verdaderos estragos a su país. Uno de sus mayores logros fue filtrar a la URSS informes que explicaban detalladamente cómo descifrar la codificación de los mensajes nazis en la Segunda Guerra Mundial, conocida como Enigma.
La posición de riesgo que tenía hizo que estuviese cerca de ser descubierto en numerosas ocasiones. Konstantin Volkov, cónsul general soviético, tenía intenciones de desertar e informar a Reino Unido de los nombres de los espías de la URSS. Al enterarse, Philby informó a la KGB y los agentes asesinaron al desertor. En otra ocasión, descubrió que la CIA tenía nombres de sospechosos infiltrados, informó a Burguess y este a MacLean, quienes huyeron a la URSS y dejaron a Kim Philby bajo sospecha. Los servicios de inteligencia británica le cesaron de sus cargos, pero este decidió quedarse en Londres y hacer el papel de víctima. Al no encontrarse pruebas, fue declarado inocente hasta que en 1961, un agente de la KGB llamado Anatoly Golitsin desertó y envió pruebas a Gran Bretaña que le delataban y demostraban los trabajos de Philby como espía soviético. Finalmente huyó a la URSS en 1963.
Anthony Blunt, la mano derecha de Isabel II
Este intelectual fue un reconocido historiador de arte muy cercano a la Reinal Isabel II que incluso llegó a ser su asesor. Su reputación hizo que le nombraran caballero de la Orden Victoriana y fuese el encargado de la pinacoteca real hasta 1979. Tras combatir en la Segunda Guerra Mundial contra Alemania, accedió al servicio de seguridad británico. De esta manera, el historiador estuvo filtrando información a la URSS tanto de la Familia Real por su cercanía al Palacio de Buckingham como de asuntos de seguridad nacional.
Los servicios de inteligencia británicos descubrieron que era un espía de la KGB en 1964, pero no lo hicieron público para no levantar polémicas por cómo un infiltrado podía tener una posición tan privilegiada. De hecho, continuó con algunas funciones y reconocimientos hasta que en 1979, Margaret Thatcher reveló la identidad del 'cuarto de Cambridge'. Los 15 años que mantuvo su inmunidad, estuvo colaborando con los servicios de inteligencia de Reino Unido.
No fue un modelo a seguir en su carrera profesional, pero tampoco en su vida privada. Estuvo acusado de pedofilia por sus casos en un orfanato de Irlanda del Norte, fue relacionado con el suicidio de una alumna de la que era profesor, chantajeó al Duque de Windsor con las relaciones de miembros de su familia con los nazis y realizó numerosas estafas.
Su llamativa historia fue trasladada a la pequeña pantalla en la serie 'The Crown', que relata cómo los servicios de inteligencia británicos descubrieron a Anthony Blunt y cómo ocultaron que era una espía para no afectar a la imagen de los organismos y la Corona.
Guy Burguess, filtración de secretos militares de EE.UU y Reino Unido
Fue un oficial de inteligencia británico de seguridad y productor de radio que actuaba como espía para la KGB. Su elevado cargo le brindó acceso a importantes secretos que aportó a la URSS para otorgarle ventaja en el ámbito de estrategia militar en plena Segunda Guerra Mundial y posteriormente en la Guerra Fría.
Algunos historiadores creen que el pacto entre Alemania y la URSS de 1939 se dio en parte por informaciones filtradas por este espía. Estos informes aseguraban que Reino Unido dudaba de la necesidad de tener a los soviéticos como aliados y esto habría enfadado a Stalin para pactar con el otro bando.
A finales de la década de los cuarenta, coincidieron en Estados Unidos Philby, Maclean y él para trabajar como enlace entre la CIA y los servicios de inteligencia británicos y servir de conexión entre Roosevelt y Churchill. Toda esta información posteriormente fue filtrada a la URSS, dándo a la federación soviética una ventaja estratégica en la Guerra Fría.
En 1951 la carrera como espía de Burguess estaba bastantes deteriorada debido a sus problemas con el alcohol y las drogas. El colofón a su misión llegó cuando se enteró de que la CIA tenía un informe con cuatro nombres de sospechosos diplomáticos que podían ser espías de la KGB y, por el temor a ser descubierto, huyó a Moscú con Maclean.
Donald Maclean, clave en el desarrollo nuclear de la URSS
Fue uno de los espías atómicos más importantes del siglo XX. Llegó a Washington en 1944 como diplomático de la Embajada de Reino Unido y fue la pieza central de la carrera atómica de la URSS. El territorio soviético se encontraba destruido a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y no podía competir con el país americano en el desarrollo de bombas nucleares. Por ello, su única baza era la del espionaje. El papel de Maclen fue clave en materia atómica durante la Guerra Fría, desvelando los avances de las investigaciones nucleares que realizaba Estados Unidos.
Al igual que su compañero Guy Burguess, su reputación como espía entró en decadencia por el excesivo consumo de alcohol. Además, un informe de la CIA revelaba que podía ser uno de los sospechosos de espionaje por sus frecuentes visitas a la embajada soviética en Nueva York y su especial interés en el desarrolo nuclear. Huyó en 1951 junto a Burguess a Moscú y en 1956 ambos dieron una rueda conjunta asumiendo sus trabajos como espías y fueron condecorados por el régimen soviético.
El denominado ‘quinto hombre’ fue John Cairncross y no se supo de su pertenencia al Círculo de Cambridge hasta el año 1990, cuando Oleg Gordievski le delató al desertar de la KGB. Como sucedió con Anthony Blunt y otros espías, los servicios de inteligencia británicos ocultaron estas informaciones a los ciudadanos para que no cayese la popularidad de estos organismos.
Entre sus aportaciones más valiosas se encuentran las filtraciones de las transcripciones de Tunny, un sistema que interceptaba los mensajes de la Marina con Berlín, y las informaciones de los militares de Reino Unido sobre los planes del bando nazi en la batalla de Kursk. Además, como Burguess y Maclean ayudó a filtrar los conocimientos en materia nuclear a la Federación soviética.
Estos cinco espías fueron los más conocidos y los de los que más rédito sacó la URSS, pero no fueron los únicos. El último espía que se ha revelado su nombre fue Wilfrid Mann, aunque su implicación no está del todo probada. En 2016, las autoridades británicas revelaron que existía un ‘séptimo hombre’, pero que no se desvelaría la identidad “porque sus relaciones personales podrían ser puestas en riesgo”, ya que aún seguía vivo. Los historiadores coinciden que si no se revela el nombre es que era una persona muy cercana a las instituciones y dejaría en mal lugar a la seguridad de estos organismos, pero no han conseguido descifrar quién es.