El profesor de yoga que se coló entre los barrotes de su celda para fugarse de la cárcel

Su nombre es Choi Gap-Bok y consiguió escapar de una prisión de Corea del Sur utilizando crema para colarse entre barrotes de 15 centímetros

El profesor de yoga que se coló entre los barrotes de su celda para fugarse de la cárcel

Ana Rumí

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

No sabemos por qué, pero nos apasionan esas historias en las que se comete una hazaña histórica, a veces, tanto para bien, como para mal. Y esta que te contamos hoy, es una de ellas.

Muchas veces hemos oído hablar de impresionantes fugas en distintas prisiones, algunas, incluso, se han llegado a inmortalizar en películas, como la de Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin, que consiguieron huir de Alcatraz.

Otras, sin embargo, las tenemos más recientes, como las dos huidas del narcotraficante mexicano, el Chapo Guzmán.

Pero si hay una que ha sido asombrosa y, desde luego, poco conocida, esa es la de Choi Gap-Bok, un profesor de yoga de Corea del Sur que logró escaparse de la manera más inverosímil posible: colándose entre los barrotes.

Gracias a usar crema días antes y con su flexibilidad

Antes de ser conocido por su impresionante huida de la prisión que lo custodiaba, Choi Gap-Bok era un maestro del yoga en Corea del Sur que llevaba practicándolo durante veintitrés años.

Pero su vida empezó a cambiar radicalmente a los cincuenta años, en cuanto le acusaron de robo, se probó que era cierto, y le encarcelaron en una prisión en la que, en realidad, no llegó a pasar más de cinco días.

Choi Gap-Bok, quien se fugó de la cárcel en 2022

Ingresó en prisión el 12 de septiembre de 2012 y el 17 de septiembre ya había huido. Y la forma en la que lo hizo, es lo que lo convirtió en noticia.

Y es que planteó su fuga desde el principio, empezando a untarse durante días crema y aceites en todo el cuerpo. Lo que planteaba era estar lo suficientemente lubricado para poder colarse entre los barrotes.

Eligió la ranura que le parecía más acorde para su flexibilidad, y esa era, en realidad, por la que le pasaban la comida. Un orificio de apenas 15 centímetros de alto por 45 centímetros de ancho. Bastante pequeño.

Según comentó la policía, parece ser que el maestro de yoga logró colarse en esa pequeña rendija en poco más de 30 segundos, toda una hazaña que lo catapultaría a la fama. Todo ello, eso sí, mientras tres de los funcionarios de prisiones estaban dormidos.

Y ojo a lo que hizo para evitar llamar la atención durante unos minutos: dejó en la cama de su celda unos almohadones que simulaban un cuerpo humano, para mantener a los oficiales de seguridad de la prisión distraídos mientras él huía de la cárcel descalzo.

Escondido durante días en la montaña

Escapar de una celda valiéndose solo con la flexibilidad y con aceites, es algo tremendamente difícil, pero, conseguir salir de la prisión, lo es aún más.

Choi Gap-Bok consiguió ambas, y, lo que decidió haces después de huir, fue esconderse para evitar volver a ser capturado. Antes de hacerlo, accedió a una residencia cercana que encontró en el camino, donde robó las llaves de un coche y una tarjeta de crédito.

Primero, huyó con el coche, pero como la policía había establecido puntos de control, decidió abandonarlo y continuar su aventura caminando hasta un monte cercano.

Durante bastantes días, consiguió ir escapando entre las montañas, moviéndose de noche para evitar ser descubierto por las mañanas, ya que la policía había establecido todo un dispositivo de vigilancia por medio de helicópteros, perros y coches.

Como parte de su huida, acabó en la ciudad de Miryang, al sur del país. Allí lo vieron un par de vecinos, que informaron a la policía en cuanto lo reconocieron. Por cierto, que a uno de ellos, le llegó a robar, incluyendo paquetes de ramen para poder comer.

El profesor de yoga que se coló entre los barrotes de su celda para fugarse de la cárcel

“Lo siento” sentenciaba la nota que le dejó a este vecino, firmándola como “el ladrón Choi”, sin dejar dudas de quién podía estar detrás. Continuó huyendo hasta que, por fin, logró esconderse en la azotea de un edificio de Miryang, metido en una caja, para que no lo reconociesen los helicópteros.

Pero fue demasiado tarde, porque no pudo huir más. Cinco días después de su fuga, el 22 de septiembre, lo terminaron encontrando y deteniendo de nuevo, sin que, esta vez, hubiese barrotes que le garantizasen una salida.

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