¿Cómo conectar mejor con nuestros hijos?

La incoherencia de los padres les genera confusión e inseguridad

Una niña pasea de la mano de sus padres
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Carmen Labayen

Carmen Labayen explica cómo conectar mejor con nuestros hijos

Carmen Labayen

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Conectar con nuestros hijos y crear los vínculos de seguridad y afecto que necesitan los más pequeños para crecer, explorar y equivocarse es el principal objetivo de la mayoría de los padres y madres. Más que tratar de tener éxito o de hacerlo bien los expertos en psicología y crianza recomiendan ser honestos con nosotros mismos -también como educadores- para lograr esa aproximación más allá de las pautas. Para generar conexiones sanas y ser coherentes, subrayan, necesitaremos bucear en nuestro interior.

Imposible saber lo que necesitan nuestros hijos y lo que les sucede si no logramos conectar con ellos. Es lo que todos, en buena medida perseguimos en nuestra paternidad y maternidad y, en ello, influyen tanto nuestra infancia como nuestro lenguaje no verbal aunque a veces no seamos conscientes de ello. Sobre estos factores determinantes para generar el apego o resolver los problemas de conexión con nuestros hijos gira “Atender a lo Invisible” de la Editorial Planeta que acaba de publicar la psicóloga y psicoterapeuta Beatriz Cazurro.

“Decirle a niño que le entendemos cuando no le entendemos o decirle que estamos tranquilos cuando por todos sitios nos está viendo en la cara que estamos muy nerviosos es una incoherencia que genera mucha confusión y que hace que los niños no entiendan lo que está pasando”, subraya esta experta con más de 20 años de experiencia y que imparte formaciones en torno al apego, el desarrollo personal y el trauma.

Partir de nosotros para ocuparnos de los demás

El punto de partida para relacionarnos con nuestros hijos está en nosotros. Es clave, según subraya Cazurro, “saber lo que nos pasa, cuáles son nuestras limitaciones, entender qué cosas o actitudes de nuestros hijos nos hacen perder la paciencia, nos incomodan, nos frustran o nos generan rechazo. Es el primer paso para ver cómo las gestionamos. Cuando no somos conscientes de ese malestar o de lo que lo ha podido causar, a veces comunicamos esas sensaciones negativas con el cuerpo, la voz o el tono incluso aunque las palabras o las pautas que sigamos sean de manual”.

Para la autora de “Los niños que fuimos, los padres que somos”, debemos asumir que “acercarnos a nosotros con seguridad es para muchas personas algo que está muy lejos de ser hoy una realidad. Y es verdad que a veces debemos admitir que igual no sabemos construir del todo esa relación segura con nuestros hijos y es así aunque no sea perfecto pero es real. Nos centramos tanto en que el resultado tenga que ser bueno que cuando el resultado no es tan perfecto nos cerramos incluso la puerta de que pueda reconducirse en el futuro”.

Es un error plantear la vinculación como un éxito o un fracaso

Admite que la presión de querer ser buenos padres es grande y que hay mucha información sobre las pautas a seguir para tratar de lograrlo pero recomienda no plantear esa conexión con nuestros hijos en términos de éxito o de fracaso: “los vínculos se generan como se puede, las relaciones son lo que pueden ser y es algo que debemos aceptar para generar vínculos seguros. No hablaría en términos de hacerlo bien o mal sino de ser honestos, de encontrar un lugar coherente y honesto de relación y admitir que habrá cosas que están mal porque en todas las relaciones hay fallos. Buscar una aproximación más transparente con menos dobleces”.

Si nos relacionamos con seguridad con nosotros mismos ya tenemos una experiencia de lo que significa y la podemos transmitir a nuestros hijos. Si esta forma de auto relacionarnos no existe deberemos trabajar en mejorarla porque como padres no podemos dar lo que no tenemos por mucho que sea deseable. “Atender a lo invisible” es una obra de reflexión sobre lo difícil que puede resultar que la relación con nuestros hijos nos conecte, a su vez, con lugares dolorosos de nuestro interior.

Y todo porque, como señala Cazurro, “la paternidad es una etapa tremendamente vulnerable, incierta y de crisis a muchos niveles. Supone un cambio radical en la vida y para quien no puede encontrar suficiente seguridad para navegar todos esos cambios y retos, el control es un aliado bastante atractivo”. No hablamos solo de métodos educativos poco flexibles o autoritarios sino a recurrir a toda la información posible en forma de libros o de pautas para sentir que tienen la situación bajo control.

Cambiar para vincularnos mejor con nuestros hijos es un proceso

Aspirar a la parentalidad ideal está bien pero ¿Como se llega a ella? La crianza respetuosa pone el foco en la conexión con los hijos en lo que necesitan y en los recursos, posibilidades, ritmos y limitaciones de cada uno para poder ofrecérselo.

Generar un vínculo seguro no se consigue siguiendo un manual de instrucciones, sin o que se establece en el cuerpo y se transmite a través del cuerpo. Y los niños necesitan que en todos los sentidos y, también nuestro lenguaje corporal, seamos un refugio tranquilo para ellos poderse constuir y desarrollar.

Las experiencias vividas afectan a nuestra salud mental y física, influyen en la forma en la que nos activamos para enfrentarnos a una amenaza o volver a la calma cuando pasa el peligro. Es importante, recalca la autora, aceptar que tanto en adultos como en niños es esencial experimentar emociones intensas y desagradables, aceptarlas y trabajarlas para no quedarnos anclados en un constante estado de estrés que en la educación se traduce en ansiedad, gritos, violencia o irritabilidad.

Es habitual tratar de cambiar desde el rechazo, desde la idea de cómo deberíamos ser pero sin saber cómo somos. En este proceso de aceptación, añade Cazurro, es un duelo de la vida que nos hubiera gustado tener pero que no tenemos. Un duelo necesario para aceptarnos como somos y también nuestra realidad y liberar emociones, que estábamos intentando evitar, luchando por conseguir ese cambio.

Toda una hoja de ruta que, según la autora, pasa por notar lo que pasa en nuestro cuerpo, aumentar la capacidad de estar con lo que notamos, reconocer y simbolizar lo que sentimos, validar que todo lo que sentimos está ahí por un motivo y hacernos cargo de lo que sentimos para poder cambiarlo.

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