La emotiva historia de dos hermanos enfermeros alejados por el coronavirus

Cientos de ciudadanos se asoman cada tarde a los balcones para aplaudir a personas como Pedro y Bibiana con un resucitado eslogan, el "Resistiré"

La emotiva historia de dos hermanos enfermeros alejados por el coronavirus

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pedro es enfermero, como su hermana, Bibiana. Ambos vivían de manera habitual con sus padres, José Manuel y Ángeles, y con su abuelo materno, Eduardo, pero por su ocupación el joven está en un piso mientras que la chica se mantiene en la casa, aunque aislada. El oficio de ambos anda de frenopático.

Sus parientes directos ocupan, en condiciones normales, las tres viviendas contiguas. Hoy dos están vacías y una casi llena, con sus tíos, Rosana y Paco, y una prima, Lúa. Se ven, pero por la ventana.

"Es lo que toca. Vendrán tiempos mejores", sostiene el sanitario, de 33 años. "Hay que estar al pie del cañón. A ver si todo esto se acaba pronto", secunda en la misma conversación con Efe la joven.

En la lucha sin cuartel contra un patógeno están estos chicos del pueblo costero de Portosín, en Porto do Son (A Coruña), cariñosos con los pacientes, muy amables con la prensa y con la vista puesta en el futuro. Eso sí, con la desolación a cuestas.

Pedro está en el hospital del Barbanza, en planta, en medicina interna. Se encontraba de turno cuando se registró el primer positivo de la comarca. Él mismo tuvo que someterse al test. Dio negativo. Reside en un piso, en Compostela, que ya tenía alquilado, y su novia, Leticia, que es médico, se halla con sus progenitores.

Bibiana está en las urgencias del complejo público compostelano. En el domicilio en el que nació no se sirve por la misma puerta, no comparte las comidas y guarda escrupulosamente las distancias, como nunca antes. Su madre, que da su testimonio, es como una "empleada de hotel", de muy buen grado, por lo orgullosa que está de los dos.

Así intentan ambos hermanos mantener el contacto pese a todo

Coronavirus outbreak in Italy

29 March 2020, Italy, Verduno: A nurse wears a protective suit before working in Alba-Bra hospital which becomes operational as coronavirus (Covid-19) hospital. Photo: Marco Alpozzi/LaPresse via ZUMA Press/dpa

Hablan a menudo. A distancia, tras las puertas, con los móviles en el caso de Pedro... Junto a su perra Pepa, comenta Gelines, -como todos la conocen en su círculo íntimo-, que sus "rutinas" se han visto del todo alteradas. Sus dos descendientes siempre contaban, de modo presencial, guerras y paces, alegrías y tristezas, hazañas y tragedias, los ecos de sociedad. Y todos, y más, solían juntarse los domingos para el almuerzo. Ya no es posible.

El inmueble de al lado de "Geli", también así se refieren a ella, es de su hermano Eduardo y de la mujer de éste, Montse. Ellos tienen tres hijos, Andrés, Víctor y Edu. Precisamente por la suspensión de las clases presenciales y porque necesitaban una conexión a internet que solamente tenían en su otra propiedad, en un núcleo próximo, Bertamiráns, no han podido quedarse.

Desde el confinamiento coincidieron puntualmente por lo laboral una única vez, y de lejos, Edu y Gelines, pues él es ingeniero y responsable de prevención de riesgos, una profesión imprescindible.

José Antonio, el pequeño de la prole, está con su pareja Isa y la hija de ambos, Marta, en Santiago. Oficio indispensable: frutería.

Paco es el hermano más locuaz. Trabaja de soldador y su esposa, Rosana, como modista. Tienen a Antía, que se ha quedado en A Coruña -es diseñadora de interfaz y experiencia de usuario y ahora se ocupa desde su salón- y a Lúa, en el último curso de Biología, con el trabajo de fin de grado (TFG) a vueltas y más dudas que certezas.

Pepe y Concha, tíos de Gelines, Paco, Edu y Chento, diminutivo del menor, son los propietarios de la morada aledaña. Pero están en su apartamento de Vigo por pura casualidad. Tenían fecha fija para retornar a su hogar habitual, tras una visita corta, y no pudieron.

Les pilló el estado de alarma. El azar hizo, además, que en el colegio al que van nietos suyos se detectase un brote de Covid-19.

Quizá son los que peor lo están llevando, reconocen todos, por su edad, al ser mayores, y debido a que estaban acostumbrados a su huerta. Como lo está Eduardo, el abuelo de Pedro y Bibiana, de 85 años, al que tanto protegen y que añora la algarabía de las comidas.

Gelines, que es de esas personas que sabe bien dónde está la fuerza de la razón y hace uso de ella, resume: "Lo mejor es mentalizarse y que estemos todos sanos. Como ahora, bien".

Cientos de ciudadanos se asoman cada tarde a los balcones para aplaudir a personas como Pedro y Bibiana con un resucitado eslogan, el "Resistiré". Como en "La Ilíada", los héroes vulnerables, esos de carne y hueso con su caldera de emociones, son los más fascinantes.

Los dos, que hurtan horas al sueño y se recomponen como pueden para volver a la faena cada día con las fuerzas renovadas, aguardan el capítulo final, el de la palabra "derrota" de un virus que trocea hasta a las familias que son una piña, también cuando pintan bastos, y que eligieron residir puerta con puerta.

Cuando ese desenlace se produzca, todos, los del linaje de Pedro y Bibiana, unidos, volverán a la playa de Coira, la que otean desde sus terrazas. Allí emularán como tantas otras veces la famosa escena del prolijo actor Paco Rabal en la cinta "Pajarico" de Carlos Saura.

Como ese abuelo que encarnó el malogrado intérprete, pensarán: "Qué hermosa es la vida. Qué hermoso es el mar. Y qué bien se está cuando se está bien".

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