2ª FERIA DE LA COMUNIDAD

Actitud de una terna ante la mansedumbre goyesca de El Montecillo en Las Ventas

Robleño, Cortés y Espada, que dejó escapar el triunfo por los aceros, se muestran por encima del encierro toledano.

Natural de Francisco José Espada al sexto toro de El Montecillo en Las Ventas

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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La Corrida Goyesca del Dos de Mayo como reclamo para ir a los toros. Las Ventas, por segundo día consecutivo, registrando una gran entrada con más de 18.000 espectadores para ver a una terna de toreros de la tierra. La madrileña. Pero fallaron los forasteros, los toros del hierro toledano de El Montecillo. Corrida muy pesadora, de amplias y astifinas arboladuras pero unificados por construcción cuesta arriba y su juego manso, descastado y deslucido. Un comportamiento más típico de los toros de la época goyesca que de la actual. Toros con reacciones muy marcadas y sin atisbos de deslizarse con claridad en las telas de una terna que puso actitud sin recompensa.

Fernando Robleño, uno de los clásicos de los festejos del Dos de Mayo, resolvió con facilidad ante el toro que abrió plaza y que pronto marcó su querencia a los terrenos de sol. Intentó encelarlo con un inicio por bajo primero y después, a base de buscar las inercias de la salida hacia tablas. Pero aquello era complicado para el lucimiento.

Peor comportamiento tuvo el frenado cuarto, un toro muy serio por delante que nunca rompió hacia adelante. Volvió a mostrarse con oficio Robleño.

Javier Cortés se las vio en primer lugar con un astado de El Montecillo de preciosa pinta y 612 kilos marcando en la tablilla. Muy asentado y perfilándose en la rectitud de la embestida, el de Getafe robó muletazos de mucho mérito a base de pisar unos terrenos de gran compromiso, haciendo desplazarse al toro por donde no quería de comienzo. Pero con la espada no estuvo acertado.

Volvió a hacer el esfuerzo con el desclasado quinto, con el que buscó siempre la colocación cabal para sacar agua de un pozo que se adivinaba vacío de casta. En ambos fue silenciado.

Quien estuvo más cerca de haber tocado pelo fue Francisco José Espada. En su primero merced a una faena a más donde alargó mucho los naturales en el tramo mollar del trasteo y por un final de cercanías en el que sorprendió con una espaldina ligada al de pecho que llegó mucho al tendido. Pero se atascó con los aceros y todo quedó en una ovación.

El sexto fue el animal que sacó mejores intenciones. Pese a su tonelaje y seriedad, éste de El Montecillo tuvo cierta clase dentro de su contado poder. Espada lo aprovechó para dejar varias tandas al natural de buen trazo aunque la correa del toro fue decayendo según transcurrió la faena. Otro final muy explosivo en la distancia corta puso en pie al público venteño, que vio como de nuevo el fallo a espadas privaba al torero de Fuenlabrada de puntuar.

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