6ª FERIA DE SANTIAGO

Alejandro Marcos triunfa en una impresentable corrida de Matilla

Morante de la Puebla salió de la plaza escoltado por la Policía Nacional tras inhibirse frente a su inválido segundo.

Alejandro Marcos en su salida a hombros este viernes en Santander

Agencia EFE

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El salmantino Alejandro Marcos salió hoy a hombros en la sexta de feria en Santander, una tarde marcada por la impresentable corrida que lidió los tres hierros de los Matilla y en la que Morante de la Puebla salió de la plaza escoltado por la Policía Nacional tras inhibirse frente a su inválido segundo.

Encapotado el cielo. Nublado también el criterio del equipo veterinario y del presidente que aprobaron un encierro impresentable. Sin pitones, ni trapío. Ni para una plaza de carros.

Escaso de todo fue el toro que abrió la tarde. Llevaba la negación hasta en el nombre. "Ateo", de poco cuajo, que abría la cara, estaba inválido. Y puede que tuviera más taras, a juzgar por cómo se encogía. Dos causas había para devolverlo a los corrales. El presidente, incomprensiblemente, lo mantuvo en el ruedo. El público tampoco lo protestó. Y era para quemar la plaza. Morante abrevió.

La cabeza que lució el segundo era impresentable. Por inexistente. Por roma. Era para un festival. Aunque derribó en varas, perdía las manos continuamente. Además se derrumbó con estrépito en cuanto Manzanares comenzó a pasarlo de muleta en línea recta. Intentó "tangar" al público poniéndose por ambos pitones. Y a otra cosa.

Hizo tercero un cuasi novillete con los cuatro años recién cumplidos. Manso además. Una serie diestra de Alejandro Marcos muy compuesta bastó para que dijera basta. Echó el freno. No así su matador, que incluso le arrancó naturales de mérito, sorteando los trallazos del torillo. Se tiró a matar en rectitud total. Tanto que se llevó un pitonazo en la pechera. Oreja a la voluntad.

Verónicas de manos altas de Morante trataron de romper al alza la segunda mitad del festejo. Olés roncos. ¿Era para tanto? Cuatro años exactos tenía el de Peña de Francia, que no se soltaba de las telas. Y al fin se cabreó el público. Pero no fue por cuestiones relativas al encierro. Resultó que Morante decidió abreviar.

Ni un muletazo natural dio. Tras dejar un pinchazo hondo esperó en los medios a que doblara. La bronca fue de intensidad leve en proporción a las frustraciones que se llevaban acumuladas. La Policía Nacional le protegió de las almohadillas cuando abandonó el ruedo. Un solo escudo bastó.

Al fin se decidió el palco a devolver al también minusválido quinto, de Olga Jiménez. Salió en su lugar un sobrero de la misma ganadería. Igualmente lastrado. Chingado. Que dio con sus huesos en la arena mientras Manzanares camelaba al personal. Que se dejaba camelar.

Ni con la luz artificial que iluminaba el oscuro ruedo era posible ver los pitones del sexto. No tenía. Una brocha coronaba el asta derecha. A la gente le daba igual. Les bastó el buen manejo del capote de Alejandro Marcos en algunas verónicas de recibo. Y el quite por tafalleras.

Siguió un toreo diestro acoplado a la nobleza mansurrona. Largo y profundo. Pero por corto espacio de tiempo, pues se escupió a tablas el animal. Donde al fin le ligó tres naturales, uno mirando al tendido, y el de pecho, de jerarquía. El desplante a cuerpo limpio certificaba las ganas del torero y la nula entidad de lo que tenía delante. Lo pinchó. Pero Cuatro Caminos quería, sí o sí, una puerta grande. Y la consiguió.

Santander, viernes 27 de julio de 2018. 6ª de Feria. Casi lleno.

Cuatro toros de Hermanos García Jiménez: El chico primero, inválido; el segundo, de romos pitones, impresentable, también tullido; tercero, manso y sin clase; sexto, sin pitones, noble en su mansedumbre. Uno de Peña de Francia, que hizo cuarto, quedó inédito en el último tercio. Y un sobrero, el quinto, de Olga Jiménez, también lisiado.

José Antonio "Morante de la Puebla", silencio y bronca.

José María Manzanares, silencio y ovación.

Alejandro Marcos, oreja y oreja.

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