7ª FALLAS DE VALENCIA
Borja Jiménez, oreja de peso a la entrega y la ambición
Lamentable imagen de Cayetano, maravilloso toreo a la verónica de Juan Ortega y un extraordinario toro de Juan Pedro Domecq.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Tras la plantá, la mascletá y la cremá de Roca Rey, todo junto en la tarde de ayer, Valencia amaneció como de resaca taurina. Extasiada, orgullosa, feliz, radiante. A la feria le hacía falta un titular, la foto y la portada del mandamás del toreo actual a hombros en su doble apuesta fallera.
Juan Ortega hizo un saludo deslumbrante a la verónica. La cadencia, la belleza, el temple, la velocidad reducida y el ímpetu abducido en una suavidad primorosa. Eso ya vale una entrada. Quitó Borja Jiménez por chicuelinas de mano baja. Medido y sentido. El toro apuntó de salida las fuerzas justas y Ortega hizo apuntes de su delicado toreo. La sutileza, la elegancia. Sin romper, sin redondear nada ni el todo, ver a Ortega ahora mismo es un sorbo no de aire fresco sino un balón de oxígeno. No se acopló, ni le cogió el aire ni estuvo cómodo Ortega. Y le enganchó en exceso.
El quinto, con el hierro de La Ventana del Puerto, no se empleó. Suelto, con ese calamocheo que en este encaste es clásico. Qué desolación. No poder ver torear a Juan Ortega. Paciencia.
Borja Jiménez recibió al tercero en el patio de cuadrillas. Allí descansaban los papelillos. El de El Puerto, largo, lavado y altón, fue toro corretón. Sin humillar, fue y vino. Cierto que fue a más y tuvo celo y codicia. Prologó Jiménez por abajo, rodilla en tierra. Torerísimo, quien sabe si inoportuno por no apretar en exceso. Mejor las medias alturas, quizá. Firmeza, consistencia, solvencia, ambición y actitud. Borja lo exhibió todo. En sus dos toros, toda la tarde arreando. Hubo varios naturales soberbios, con los vuelos. Y una tanda postrera inmensa de ajuste y gobierno. El compás muy abierto. Quiso Borja siempre, actitud de ataque. Como con la espada. Un cañón. Y una oreja.
El que cerró plaza era un galán. Muy serio pero chico. No aparentaba los 542 kilos. Una semana después, tiene más mérito que Román matara los seis toros que mató. Los más serios de la feria. Muy por encima de Valencia. No tuvo ritmo el domecq pero Borja volvió a conjugar el verbo querer. Y querer es poder muchas veces en el toreo. Muy hundido, muy quieto, encajado. Robados los naturales. Entregado el torero, se pegó un arrimón de verdad. Los pitones por la barriga y el pecho. Un circular, un desplante. Una estocada, una vuelta al ruedo. Acarició la Puerta Grande.
Cayetano, que está desgraciadamente en las ferias pero ni está ni se le espera, anda estancado muchos años. Técnica y artísticamente. Una pelea de perros cabía entre toro y torero. De rodillas se puso en el sol para torear, o lo que fuera aquello, en redondo. Ligero sería un eufemismo. Mismo tono con la izquierda: eléctrico. El toro obedecía, con celo y nobleza superlativa además. Con fijeza, pronto: toro de lío. Toro de dos orejas, para bordar y expresar el toreo. Hubo una serie con la derecha en la que el toro se toreó sólo. O eso pareció a quien suscribe. Pero el desajuste y el desgobierno en Cayetano son señas de identidad. Luego lo desarmó, literal y metafóricamente. Excelente toro de Juan Pedro Domecq, aplaudido en el arrastre. Y Luque, Rufo o Fernando Adrián en su casa. O Paco Ramos, triunfador en julio. Acabó Cayetano con molinetes de rodillas en cadena. Vulgar. Mala suerte tuvo el toro por la mañana y la buena afición por la tarde. Un bajonazo acabó de maltratar al toro. Parte del público valenciano -tiene bemoles- aún le aplaudió. Para colmo, Cayetano hizo el amago de darse una vuelta al ruedo. Deplorable. A saber qué dirá la buena prensa que tiene en Valencia. Joder.
Cayetano dejó que masacraran al cuarto, un toro muy bien hecho de El Puerto. Y muy serio. Con este acabó de pegar un petardo tremendo. Molestó el viento, que también. Pero la imagen fue… Un sainete.