HISTORIA

Diego Puerta y "Escobero": 60 años del nacimiento de una gran figura

Esta semana se han cumplido seis décadas de la faena que consagró al maestro Diego Puerta en la Real Maestranza.

Diego Puerta en una triunfal tarde en la Real Maestranza de Sevilla

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

La mítica faena de Diego Puerta al toro "Escobero", un fiero ejemplar de Miura que le sirvió para cimentar su definitiva consagración como figura del toreo, una de las más importantes de aquella década que pasaría a la historia taurina como la Edad de Platino del toreo, cumplía este 30 de abril 60 años.

Puerta había contratado tres tardes en la Feria de Abril de 1960 después de quedarse fuera de la programación taurina de la plaza de la Maestranza el año anterior. El menudo diestro de la barriada sevillana del Cerro del Águila había tomado la alternativa en el mismo coso sevillano el 29 de septiembre de 1958 de manos de Luis Miguel Dominguín como colofón a una exitosa y fulgurante carrera novilleril.

Pero la campaña de 1959 estuvo plagada de dificultades y trufada de percances, en especial el que recibió en la Semana Grande de Bilbao de un toro de Guardiola que, literalmente, le partió el hígado y le obligó a cortar la temporada española aunque pudo reaparecer a finales del año en el limeño coso de Acho.

Puerta pasó prácticamente todo el invierno en América antes de recuperar el pulso de la temporada española en Valencia en la víspera de San José. Pasó por Castellón, Barcelona, Mallorca… No había definido aún su papel como torero. Su definitivo asalto a la cumbre aún seguía pendiente pero, eso sí, había logrado ajustar tres contratos en la Feria de Abril de 1960 después de quedarse fuera el año anterior.

En la primera corrida, del duque de Pinohermoso y acompañado de Romero y Mondeño, tuvo que conformarse con dejar un buen sabor de boca materializado en tres vueltas al ruedo. Pero eso no era lo que perseguía. En esa tesitura, la segunda tarde, con los ‘miuras’, era un definitivo ser o no ser. Se jugaba seguir en la cancha o marcharse para casa.

En los chiqueros aguardaba un ejemplar llamado ‘Escobero’, que estaba destinado a cambiar la vida de Diego Puerta y hasta la historia inmediata del toreo. El diestro de El Cerro, vestido con un terno blanco bordado en ligeros azabaches, había hecho el paseíllo aquella tarde plomiza del 30 de abril de 1960 –sábado de farolillos- a la izquierda de Curro Girón y Antonio Cobos.

Por delante, a caballo, marchaba Ángel Peralta que llegó a matar a su toro de Cobaleda pie a tierra. La plaza se había llenado hasta los topes, expectantes ante la lidia de aquel encierro de los campos de Zahariche. La corrida fue fiel a su fama y puso en aprietos a los toreros sin que faltaran algunos caballos muertos y para el arrastre.

El segundo, al que Puerta recibió con una larga cambiada, ya le había servido para escenificar su primera declaración de intenciones pero todo se iba a desatar en la lidia del quinto.

Se llamaba ‘Escobero’ y pesaba 593 kilos. Estaba adornado de un espectacular pelaje berrendo. No faltó la irrupción de un espontáneo que fue rápidamente reducido. Puerta recibió al animal y le enjaretó los primeros lances mientras la plaza empezaba a crujir.

Se mascaba el ambiente inconfundible de los grandes acontecimientos y el torero sabiendo lo que se jugaba, brindó al tendido.

Aquella faena iniciada con muletazos por bajo se iba a convertir en una auténtica epopeya, en la reivindicación del toreo como un drama trágico. Puerta recibió varias volteretas impresionantes que le dejaron maltrecho pero sin heridas aparentes mientras volvía a ponerse delante, sin importarle las consecuencias. La plaza se había convertido en un manicomio mientras el menudo matador se adornaba por giraldillas.

Se tiró a matar muy derecho, enterrando el acero en todo lo alto. Los pitones del ‘miura’ volvieron a rozarle la cabeza. Mientras el toro caída fulminado, el torero, desvanecido, era conducido a la enfermería. Los médicos le recibieron con una ovación mientras caía una única oreja que paseó el banderillero Angelete antes de llevársela hasta la camilla.

Pero el torero, apenas recompuesto, pudo volver a salir para recoger la ovación. Al día siguiente, desoyendo los consejos que le animaban a caerse del cartel, volvió a emplazarse en la puerta de cuadrillas de la plaza de la Maestranza.

Era la última corrida de aquella histórica Feria de Abril de hace 60 años. Puerta volvió a jugársela cortando tres orejas a los toros de Peralta. Ya era figura del toreo a la vez que, de alguna manera, abría una nueva época: La Edad de Platino.

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