4ª FERIA DE MANIZALES
Ferrera, Luque y Juan de Castilla cortan diez orejas en una tarde inolvidable en Manizales
La terna de diestros y el ganadero del hierro de Juan Bernardo Caicedo salen a hombros en el cuarto festejo de feria.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Una tarde de toros para la historia vivió este jueves Manizales, 'La ciudad de las puertas abiertas', como se le conoce a esta capital cafetera de Colombia, en la tercera corrida de abono de su feria.
Fueron, sin reparos, diez las orejas cortadas gracias a las extraordinarias actuaciones de los integrantes de la terna, a cuál mejor, amos y señores del ruedo ante un noble encierro de la ganadería Juan Bernardo Caicedo (JB).
Como si fuese un guión escrito de principio a fin sobre lo que son el arte, la lidia, el poder, la gracia y la alegría, entre otros muchos, los turnos se sucedieron, aparte del primero de la tarde, con plenitud de trofeos.
Incluso en ese toro de la apertura las cosas alcanzaron a tocar la cima desde cuando Antonio Ferrera dio lección de temple y donosura con el capote para dar la bienvenida al que al final sería lo aquí llaman 'corridón'. Ese toro se movió y tuvo prontitud, pero echó la cara arriba al final de los francos y compuestos muletazos del diestro español. Así lo lidió y así procuró salir de él, luego que el de JB amenazó con rajarse. Media y entera.
En el cuarto, Ferrera anduvo en Ferrera. Largas cambiadas que se hicieron serie, antes de trepar al caballo y picar con una vara justa frente a lo que pedía el ejemplar y tres pares de banderillas en lo alto. La plaza, bocabajo. Con el trapo rojo, quien andaba al mando siguió en ese ejercicio. Los tiempos fueron fundamentales para hacer de cada tanda un momento aparte, sin necesariamente romper el hilo de continuidad. Espada desprendida y efectiva en momentos en que el toro comenzaba a sufrir de una lesión en una de sus extremidades anteriores. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro.
Una larga, bien larga a una mano sirvió de saludo del español Daniel Luque a su primer enemigo y, de paso, a la plaza casi llena de espectadores. Hubo delantales de lujo enseguida a un animal que aún no terminaba de emplearse. La faena de muleta fue la suavidad en mayúsculas, en redondos infinitos. Una lección de lo que es torear, a la que se premió con el pasodoble de la Feria. La tauromaquia de Luque fue señuelo para que el toro se alejara de su tendencia a huir. Faena de autor. Entera y dos orejas.
El quinto apretó en el caballo más que sus hermanos. Y dejó ilusión, antes, en las verónicas y, luego, en el quite de Luque por chicuelinas. Pero otro gallo sin las mismas ganas de pelea afloró en la muleta. Menos mal, ahí estuvo Daniel Luque y su bondad para intentar redimir al de Caicedo, lo que consiguió con no pocos esfuerzos. Otro estocadazo. Dos orejas.
La falta de fuerza del tercero obligó a Juan de Castilla a servirle de bastón para ayudar a que el toro no se derrumbara. De ese planteamiento salieron como resultado series sin prisa pero con fondo. Y el oficio a prueba de todo del que hace gala, confirmó que con Juan de Castilla, Colombia está frente al mayor prospecto de la torería nacional. Manoletinas de rodillas reventaron los tendidos. Estocadazo y dos orejas. Faena de inteligencia suprema.
Pero al torero de Medellín no le pareció que, con ocho orejas cortadas y a punto del cierre, todo ya estaba resuelto a la salida del sexto. Por eso se fue a porta gayola para pegar una larga que antecedió a otras más. El de JB peleó con raza en el caballo. Su codicia y franqueza, sumadas al excelente trasteo de Castilla edificaban una obra inmensa hasta que el toro se rajó. Como si nada, Castilla siguió en lo suyo, amo de la lidia para sumar otras dos orejas, las que completaron una decena del histórico día.