4ª NTRA. SRA. SAN LORENZO

El gusto ralentizado de Juan Ortega cautiva Valladolid para hacer pleno

Cuatro orejas paseó el trianero en una actuación plena de torería y despaciosidad. Urdiales y Aguado, sin lote propicio.

Juan Ortega en el inicio de faena a su segundo toro este sábado en Valladolid

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Tarde de resaca en Valladolid. Tras el vibrante festejo del viernes en el coso se llenó y en el que hubo toros y toreros, este sábado se volvió a la realidad más habitual. Algo más de media plaza y una corrida de Cuvillo que sumó una muesca más a su nefasta temporada. Encierro vació de casta, de embestidas simplonas y hechuras descabaladas. El hierro gaditano sigue sin rumbo y a la deriva.

Quien fue faro para enderezar el rumbo de la tarde fue Juan Ortega. Suyo fue el triunfo y suyo fue el toreo que levantó al público del coso de Zorrilla de sus asientos. Más allá de los despojos, quedó el poso del buen toreo, del que se quiere hacer con sabor y despaciosidad. En esto, el sevillano es ejemplo a seguir.

Juan Ortega se inventó el triunfo en su primer toro. Un animal del montón que iba y venía sin fuste al que enceló en un inicio de faena de notable gusto en el que llevó embebido al de Cuvillo en el engaño. En la parte mollar del trasteo no ocurrió nada por la simplones ambestida del toro. Pero todo creció cuando en la última tanda, el de Triana se echó la mano a la diestra y cuajó una tanda rotunda, de mano baja y expresión plena. Se volcó en la estocada y todo se desbordó hasta la concesión excesiva del doble trofeo.

Se superó el sevillano con el quinto, un toro de Cuvillo que se se movió algo descompuesto pero al que ordenó Juan tanto en un inicio de faena por bajo que rezumó torería y mandó a partes iguales como después cuando, a base de aguantarle en el sitio, tiró con gusto y plasticidad de sus embestidas. Trasteo de una despaciosidad notable, reduciendo la embestida del toro de Cuvillo a base temple y muñecas. Y una nueva estocada que le puso en bandeja de nuevo el doble trofeo, esta vez con muchos más argumentos.

No comenzó bien el festejo con un toro de Cuvillo que salió de chiqueros perdiendo las manos. No se recuperó el animal, que fue protestado con razón desde los tendidos cuando Diego Urdiales inició faena y el toro no respondió. Se lo quitó de enmedio con prontitud y se agradeció la brevedad. Al menos lo mató con verdad y rectitud dejando el arnedano una estocada en toda la yema.

No pudo remontar con el descastado y deslucido cuarto, un toro sin sal ni gracia en sus embestidas que acabó rajado sin dar la más mínima opción para el lucimiento.

Pablo Agudo se las vio en primer lugar con un toro de casta aguada con el que se reunió en un buen saludo capotero y en varios muletazos con notable trazo dentro de una faena de muleta sin continuidad por el descastado juego del ‘cuvillo’.

El sexto, incomprensiblemente, fue devuelto a los corrales sin haber dado motivo para ello más allá de su alarmante falta de casta. El sobrero de Loreto Charro, descarado de cara y vareado de carnes, se movió sin clase ni entrega durante todos los tercios. Esfuerzo de Pablo Aguado en pos de un lucimiento que nunca llegó.

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