Luis Miguel Ramírez y Cristiano Torres salen a hombros en la apertura novilleril de Cali

Tarde de cielo plomizo, pero sin lluvia. Los escasos espectadores, cercanos al cuarto del aforo, terminaron disfrutando de un festejo colmado de emociones, orejas y gran disposición de la terna.

Al final, el aragonés Cristiano Torres se alzó con el mayor dividendo, tres orejas. Obtuvo dos en el tercero de la tarde, primero suyo, en faena que tuvo dos episodios muy diferentes.

Uno primero en el que pudo exhibir una propuesta artística de temple, ligazón y quietud, y el otro, en cambio, llegó por cuenta de un animal que decidió entrar en caminos más sinuosos, ante lo que Torres no se arredró y supo hacer frente con valor y decisión.

En el del cierre, sexto de la novillada, terminó fajado frente a un novillo de incontestable belleza y raza a flor de piel. Lidia intensa con saldo de un apéndice.

Ante la caída del cartel del bogotano Felipe Miguel Negret, el antioqueño Luis Miguel Ramírez entró a última hora en la programación y no dejó escapar la oportunidad.

En ambos turnos expuso, aparte de voluntad, los conocimientos adquiridos en el campo y en festejos como en la reciente feria de Toros y Ciudad de Manizales en la que resultó triunfador, lo que le dio derecho a entrar en el ciclo de enero próximo de esa ciudad cafetera.

Con ellos como argumento, Ramírez le pudo al jabonero sucio que salió como segundo, para meterlo en los engaños hasta volcar el favor popular en su favor. Una oreja sirvió de premio a esa obra.

En el quinto, de una novillada que siempre supo ir a más, se puso de rodillas para dejar en evidencia las facultades de su enemigo, al que, enseguida y ya de pie, administró de la mejor manera. Otra oreja luego de buen uso de la espada y derecho a salir por la puerta grande.

Las opciones del otro aspirante, Anderson Sánchez, tropezaron, primero, con la mansedumbre del que abrió la tarde. Un animal que solo supo huir, sin responder a los esfuerzos para que trascendiera.

En cambio el cuarto, segundo suyo, fue uno de los mejores del encierro. Más toro que novillo, el castaño se empleó a fondo, a lo que Sánchez supo responder como si tuviese más oficio del que le dan las pocas tardes en que torea.

Sin embargo, la espada no entró y los avisos lo despojaron de recompensa que bien merecía.