7ª CORRIDAS GENERALES
Una trabajada oreja para Damián Castaño en el cierre "torista" de Dolores Aguirre en Bilbao
El salmantino vuelve a impactar en Bilbao y pasea un trofeo de peso. Fernando Robleño y José Garrido se van de vacío.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El diestro salmantino Damián Castaño logró, a base de habilidad y decisión, pasear la última oreja de las Corridas Generales de Bilbao, que finalizaron hoy con la lidia de un encierro de gran tonelaje y muy escasa entrega de Dolores Aguirre, hierro "torista" de propietarios bilbaínos cuya lidia se vivió muy a favor desde los tendidos de Vista Alegre.
Pero, en realidad, por muchas ovaciones y muchos vivas a la ganadería que se escucharon en la plaza, la corrida no dejó de ser un muestrario de toros aparatosos de carnes y alzadas a los que, sin excepción, les acabó faltando la entrega que aporta la verdadera bravura, para que el interés de la tarde llegara únicamente por el esfuerzo que la terna hizo con ellos.
Y, en ese sentido, el más notable fue el que hizo Damián Castaño, que se trabajó con decisión y un astuto oficio ese último trofeo de la feria bilbaína, para terminar por cortárselo a un sobrero de 633 kilos que no humilló nunca y que apenas le ofreció medias arrancadas, ceñidas, bruscas y reservonas.
Con tan poco a favor, el salmantino, como había hecho con un segundo frenado y también a la defensiva, tiró de experiencia y de inteligencia para, primero, apostar con verdad con la muleta en la mano izquierda, sin obtener mucho a cambio, y luego atacar al zambombo con la derecha y ligarle medios pases con una vibración que acabó por convencer a ese escaso público que de inicio ya tomó partido por los astados.
También José Garrido, de no fallar con la espada, pudo haberse llevado un trofeo del tercero, otro toro con más kilos que casta al que convenció para mantenerse en la pelea por la manera en que nunca le exigió un mayor esfuerzo ante la muleta, moviéndolo con cierto empaque en pases de manos altas y de pocas apreturas que el de Aguirre acabó tomando con cierta nobleza hasta que se apagó su corta mecha.
Muy similar comportamiento tuvo el mostrencón que salió en cuarto lugar, pues después de mansear y de protestar en varas acudió a la tela de Fernando Robleño con un trote simplón y sin apenas celo pero muy manejable, siempre y cuando que no se le pidiera mucho más, tal y como hizo el madrileño en otra faena bien planteada al final de la cual lo atacó con más fibra, como no haría en cambio con la espada.
En ese meollo central estuvo el contado interés del festejo, pues el primero fue otro zancudo boyancón que, rajado a la mínima, no tardó en tomar el camino de la puerta de chiqueros, donde acabó aconchándose, mientras que el último del abono, el único con buenas hechuras y peso "normal" de la corrida, pareció acusar una lesión en los primeros tercios y se defendió, no sin unas malas intenciones que no pudo desarrollar, frente al medido esfuerzo del extremeño Garrido.