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"Hoy hemos aprendido que usar a niños migrantes como moneda de cambio para comprar votos de nacionalistas de derechas es propio de un Gobierno progresista"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del viernes 7 de febrero
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Ser progresista en España es un oficio muy duro, muy ingrato. Básicamente, porque cada día ser progresista significa una cosa diferente, y a veces lo opuesto de lo que significaba ayer. Es lo que pasa cuando el progresismo acaba reducido a lo que diga o haga Pedro, que suele ser opuesto a lo que dijo o hizo Pedro el año anterior, el mes anterior o la semana anterior. Por ejemplo: hoy hemos aprendido que usar a niños inmigrantes como moneda de cambio para comprar votos de nacionalistas de derechas es propio de un Gobierno progresista.
Porque eso es exactamente lo que ha pasado con el acuerdo de emergencia entre el Gobierno de Canarias y el Gobierno de España, que excluye al País Vasco y a Canarias del reparto de menores inmigrantes no acompañados. Esto es como cuando un político corrupto tiene un amiguete empresario al que quiere adjudicar un contrato sin competencia: diseña un pliego de condiciones que solo puede cumplir la empresa del amiguete y así logra sin que se note el resultado apetecido. Bueno, pues Moncloa acaba de hacer lo mismo con el PNV y con Junts: se inventa un criterio nuevo que suena bonito, el del esfuerzo de acogida realizado previamente por una comunidad, para que los nacionalistas se quedan contentos y exentos como siempre de ejercer la solidaridad, y para que el resto de comunidades se tengan que hacer responsables de 4.400 menores. Qué casualidad: esas comunidades están mayoritariamente gobernadas por el PP.
No entiendo que un Gobierno que se dice progresista rompa otra vez el principio de igualdad y ceda al chantaje xenófobo de sus socios"
Copresentador de 'Mediodía COPE'
Yo entiendo la desesperación de Clavijo. Canarias tiene 2.000 plazas y está acogiendo ahora mismo a casi 6.000 menores. No da abasto. No puede más, y lleva demasiados meses predicando en el desierto. Pero lo que no entiendo es que un Gobierno que se dice progresista rompa otra vez el principio de igualdad y el deber de solidaridad por ceder al chantaje xenófobo de sus socios, que quedan exceptuados del reparto de menores. Se da la circunstancia de que el País Vasco y Cataluña son dos comunidades ricas, frente a Andalucía o Extremadura o Canarias. Y a mí me enseñaron de pequeñito que ser progresista consistía en pedir más de los que más tienen, y que blindar los privilegios de los señoritos era de reaccionarios. Y también me enseñaron que bajo toda forma de nacionalismo alienta la xenofobia, el rechazo al otro antes que la afirmación de lo propio: por eso los hijos de Sabino Arana tienen una larga historia de xenofobia contra el maketo y los herederos de Jordi Pujol contra el charnego: solo que ahora ya no desprecian solo a los españoles sino también a los africanos. Xenofobia de doble imposición. Nacionalismo de toda la vida.
Desde que llegó al poder el Gobierno se ha dedicado a parchear un problema tan grave como la inmigración irregular que es incapaz de atajar en origen. La política migratoria y la política de vivienda son quizá los dos mayores fracasos del sanchismo. Y en los dos casos por la misma razón: por incomparecencia. Por no tener
otro plan que la pura supervivencia, el puro presente: se limita a seguir haciendo cesiones a la izquierda radical y al independentismo para sobrevivir en el poder.
Cuando las islas se vuelvan a llenar de menores inmigrantes, dentro de unas semanas, habrá que inventar otro parche que margine al primer partido del país en términos de poder territorial y que contente a las élites nacionalistas. Y si Puigdemont exige además las competencias migratorias para reservarse el derecho de admisión en Cataluña de quien no le guste, pues se negocia. Y todo esto sin dejar de presumir de ser el Gobierno más progresista de la historia.