Cómo rezar el rosario de manera adecuada

El Rosario nos invita a contemplar a Cristo por María con la confianza puesta en la intercesión de una madre

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

De todas las devociones a la Santísima Virgen María, el Rosario es la más extensamente difundida entre los fieles. Todo buen católico, amante de la Madre de Dios, debe tener una tierna devoción al rezo del Rosario y obedecer la petición del cielo de rezarlo diariamente.

De acuerdo a la tradición, la oración fue popularizada por Santo Domingo, el fundador de los Padres Predicadores, para contener la herejía albigense que por entonces se estaba extendiendo por todas partes del continente europeo. Este santo divulgó esta devoción para obedecer a una revelación recibida de parte de la Santísima Virgen, a quien había acudido con el mencionado propósito en el año 1206, ya que él habría de encargarse de la propagación de esta devoción, que durante muchos siglos ha producido los resultados más maravillosos en el mundo cristiano.

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¿Sabes cómo rezar el Rosario?

El Rosario nos invita a contemplar a Cristo por María con la confianza puesta en la intercesión de una madre. El Rosario consta de quince decenas; cada decena se compone de un Padrenuestro, diez Avemaría y un Gloria. Ninguna otra oración forma parte del Rosario; todo lo demás que se ha ido añadiendo antes o después de cada decena, proviene de piadosas adiciones. Por "misterio" se entiende un suceso de la vida de Nuestro Señor Jesucristo o de su Santísima Madre. Estos Misterios se dividen en tres series de cinco, llamados los Gozosos, los Dolorosos y los Gloriosos.

Se ha vuelto una costumbre recitar solamente la tercera parte del Rosario, esto es, cinco decenas, cada día. En este caso, aun cuando cada uno pueda rezar los Misterios Gozosos, Dolorosos y Gloriosos a su elección, lo habitual es decir los Misterios de Gozo los días lunes y jueves, así como los domingos de Adviento; los Misterios Dolorosos suelen rezarse los martes, viernes y los domingos de Cuaresma; y los Misterios Gloriosos habitualmente se rezan los miércoles, sábados y domingos de Pascua y Pentecostés.

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Los tres pasos para rezar el Rosario

El primer paso es siempre la señal de la Cruz. Después podemos rezar el Credo, que es la procesión de nuestra fe cristiana, o también el acto de contrición, que bien sabemos que significa ponernos humildemente en la presencia del señor como pecadores que somos. Seguidamente, enumeramos cada uno de los misterios tanto de gozo, como de gloria, como de dolor, como de luz. En cada uno de ellos descubrimos cómo se revela el Reino de Jesucristo para nuestra salvación.

El segundo paso es escuchar la palabra de Dios: el capellán de Las Clarisas, Padre Francisco Gabaldón Álvarez, invitado al consultorio de COPE Creer Hoy, asegura que "es muy bueno escuchar la Palabra de Dios, un breve mensaje bíblico relacionado con el pasaje que estamos reflexionando. Un poco de silencio es también muy conveniente para después elevar la súplica confiada. Primero el Padre Nuestro, que es la oración con la que el Señor nos ha exhortado a dirigirnos al Padre, después con los diez Avemarías, sabiendo que María está en el centro de nuestra atención porque ella intercede por nosotros come Madre. Esa oración preciosa del Avemaría, que tiene la palabra Jesús en el centro de esa doble parte que tiene la parte evangélica con el saludo del Ángel y la parte de súplica “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros…”.

Y el último paso es el Gloria, que es al fin y al cabo la mayor glorificación del Padre, del Hijo y del Espíritu; la meta de nuestra contemplación está precisamente en dar gloria a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. De los misterios, se nos invita a entrar en el Misterio con mayúsculas. El misterio que es Jesucristo porque todo en la vida de Jesús, no podemos olvidar, es signo de su misterio.

Podemos terminar la oración con las tradicionales Letanías Lauretanas reconociendo en María la imagen viva de su Hijo Jesucristo para que nosotros también, junto con ella, alabemos a Él. Y podemos terminar también, como siempre, por las necesidades del mundo, de la iglesia, orando por el Papa, por los enfermos, por aquellos que están sufriendo la enfermedad y por los que están luchando contra la enfermedad.

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