El Colegio Sagrado Corazón Agustiniano, primer edificio de Guadalajara distinguido por DOCOMOMO

Obra del arquitecto alcarreño Antonio Vallejo y su socio Ramírez de Dampierre, destaca por su calidad, excelente estado de conservación y soluciones arquitectónicas innovadoras

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José A. Herce: "Antonio Vallejo fue un arquitecto mucho más importante de lo que suponíamos"

Mercedes Castellano

Guadalajara - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El Colegio Sagrado Corazón Agustiniano de Guadalajara ya luce en su fachada una placa de DOCOMOMO Ibérico, convirtiéndose así en el primer edificio de toda la provincia incluido en el Registro de esta Fundación dedicada a inventariar, divulgar y proteger el patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno (1925-1975). De hecho, con la colocación de estas distinciones, la entidad pretende trasladar a la sociedad y a sus representantes la importancia de este patrimonio y ponerlo en valor como parte de la cultura del siglo XX con el objetivo de lograr su protección y conservación.

Autoridades y COACM descubren la placa DOCOMOMO en el Sagrado Corazón

Diseñado por el arquitecto alcarreño Antonio Vallejo Álvarez, nacido en Almonacid de Zorita hace cien años, y su socio de toda la vida Fernando Ramírez de Dampierre, este centro educativo (1962-1972), situado en la Plaza Fernando Beladíez de la capital, destaca por su calidad, excelente estado de conservación y soluciones arquitectónicas avanzadas a su época, con el total acuerdo de su propiedad actual, que no sólo se identifica con estos valores del edificio, sino que los ha conservado en buen estado.

Según el presidente del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha en la Demarcación de Guadalajara, José Antonio Herce, fue "un proyecto con pocos medios, pero con muchas sutilezas". No en vano, este edificio en altura dispone de medio kilómetro de jardineras, es decir, que "introdujo ya el jardín vertical al comienzo de los años sesenta", incluso, junto al despacho de Dirección, "tenía su Gabinete de psicología".

Y es que, en plena década de los sesenta, marcada por el baby boom y el desarrollo industrial, Guadalajara y las localidades del Corredor del Henares fueron receptoras de buena parte de la población del medio rural y, por tanto, de "mucho alumno interno que venía a estudiar a Guadalajara porque no tenía posibilidades de seguir estudiando en su pueblo", explica Herce en referencia a la construcción de la característica torre del Sagrado Corazón, "que era un internado en ese momento y que cubrió las necesidades de educación de toda la gente que nació en los años sesenta y vino a Guadalajara a estudiar".

Colegio Sagrado Corazón Agustiniano de Guadalajara

Colegio Sagrado Corazón Agustiniano de Guadalajara

Pero además de dar respuesta a esa gran demanda social, este hito de la arquitectura moderna de la ciudad fue pionero en la introducción de propuestas tan innovadoras como "el ahorro energético de forma pasiva" con grandes terrazas para las aulas que, no sólo servían "de zona de esparcimiento para los jóvenes alumnos que estudiaban allí", sino también "para filtrar mucho los excesos de luz solar que se pudieran producir en el colegio, permitiendo que el sol no entrara en las aulas en el época de verano y, sin embargo, sí que entrara en la época de invierno cuando se están impartiendo las clases", señala el presidente de los arquitectos guadalajareños, apuntando con el mismo objetivo el acristalamiento de las aulas hacia los pasillos, que "permitía un control de los alumnos en todo momento, aunque no hubiese un profesor en clase, iluminar los pasillos interiores, alojar elementos de amueblamiento...".

Los otros tres edificios destacados con placas DOCOMOMO en Castilla-La Mancha son el Edificio Trébol (1975), ubicado en la Avenida de la Estación, nº 6, de Albacete, obra de Antonio Escario Martínez, Arturo Mongrell López, José A. Vidal Beneyto, José Luis Vives Ferrero; también en Albacete, en la calle Alonso Cano, la Parroquia de la Asunción (1974), de los mismos Antonio Escario Martínez y Arguro Mongrell López, y, en Daimiel, Ciudad Real, la Casa del Príncipe Metternich, obra de Lanfranco Bombelli y Peter Harnden, en la Dehesa de Zacatena.

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