El coordinador del Programa de Geocronología y Geología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), Josep María Parés, colidera un estudio geológico publicado en la revista ‘Marine and Petroleum Geology’, sobre el subsuelo de la zona comprendida entre las burgaleses sierras de La Demanda y de Ubierna y, en concreto, de la zona de la sierra de Atapuerca, donde el pliegue que aflora en superficie tiene sus raíces a más 1.000 metros de profundidad.
Los materiales, básicamente las calizas que asoman a lo largo de la sierra de Atapuerca, podrían considerarse como la “punta del iceberg” de una gran estructura en el subsuelo, de más de 5 kilómetros de anchura, desarrollada gracias a la presencia de materiales blandos: las lutitas y evaporitas del Triásico, que han permitido el desplazamiento de los estratos, según indicaron hoy desde el Cenieh.
“Fundamentalmente se trata de las evaporitas del Triásico, que son yesos y sales, y que pueden incluso observarse en superficie en el conocido diapiro de Poza de la Sal, al noroeste de la provincia de Burgos, donde han sido objeto de explotación durante años”, comentó Josep María Parés, que ha contado con la colaboración en este estudio de dos geólogos con amplia experiencia en el mundo de la industria petrolera.
En este estudio se han analizado una serie de perfiles sísmicos de los años 1970 y 1980, realizados alrededor de la llamada Plataforma Burgalesa, con el fin de comprender la conexión geológica entre la sierra de La Demanda y la Cuenca Vasco-Cantábrica. Los perfiles sísmicos estudiados han permitido descifrar la geología del subsuelo de la zona, y han sido la base para obtener una imagen de la estructura profunda de la sierra de Atapuerca.
Su estructura geológica general ha sido tradicionalmente descrita como un pliegue anticlinal, es decir, una estructura o disposición de estratos plegados que tienen una forma convexa hacia arriba, tal como aparece en el mapa geológico de 1990 del Instituto Geológico y Minero de España (IGME).
Zócalo paleozoico
El modo en que dicha estructura progresa por debajo de la superficie era desconocido hasta ahora. Los resultados del trabajo geológico revelan que la disposición en pliegue anticlinal se observa más allá de los 1.000 metros de profundidad, donde los estratos del Mesozoico (66-250 millones de años), que incluyen las calizas cretácicas del sistema de cuevas de Atapuerca, reposan sobre lo que se conoce como zócalo paleozoico: el basamento “rígido”, cristalino.
Se desprende también del estudio, que la disposición y plegamiento de los estratos mesozoicos, ha sido posible gracias a la existencia de unos materiales que actúan como “lubricantes”, o niveles de despegue, que permiten a los estratos deslizarse por encima del basamento rígido. En el caso de la zona de la Cuenca del Duero, dicho nivel de despegue son los materiales del período Triásico (201-250 millones de años), mecánicamente débiles y que permiten a los estratos suprayacentes desplazarse y plegarse.