El camino escolar de la desidia en Lugo: Baches donde un niño podría hundir el pie hasta el tobillo
Cada mañana, a primera hora, cientos de padres, alumnos -más de 300- y profesores del colegio Galén, en Lugo, se juegan literalmente el coche en una carretera que parece sacada de un catálogo de obstáculos
Lugo - Publicado el
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Aquí, las administraciones públicas hacen acto de presencia solo en el nombre, mientras los miembros de esta pequeña comunidad de lucenses cruzan los dedos cada día para evitar terminar en el taller de reparación de vehículos. En este caso, el titular de la vía es el Concello de Lugo, y expresar las quejas en la web de COPE Lugo es una forma de llamar a su puerta. ¿Querrán abrir los responsables?
El colegio Galén: ¿Un modelo de cooperativismo… o de resistencia?
Situado en las afueras de Lugo, el colegio Galén es uno de esos centros que desafían cualquier definición convencional. En lugar de seguir el esquema habitual, es una cooperativa de maestros que emplea a decenas de profesores, probablemente siendo una de las mayores cooperativas de la provincia. Un ejemplo de cooperativismo que, si bien debería ser un modelo de gestión para otros sectores, se enfrenta a una dura realidad: la desidia de las administraciones públicas.
Los profesores y socios del Galén no solo se encargan de la enseñanza, sino que, además, mantienen las instalaciones en su tiempo libre. Y no hablamos solo de un poco de pintura o limpieza, sino de reformas mayores. Los mismos docentes acondicionan las canchas deportivas, remodelan espacios e incluso habilitan zonas de aparcamiento. Pero claro, lo del exterior ya no les compete. Si fuera por ellos, hasta se remangarían y se pondrían a echar grava caliente o hormigón asfáltico. ¿Por qué? Porque parece que las instituciones públicas, en su infinita generosidad, han delegado toda la responsabilidad en los padres y maestros. ¿A cambio de qué? De baches. Baches y más baches.
La carretera del terror: ¿Un camino hacia un nuevo "escape room"?
La famosa carretera que da acceso al colegio Galén no es, precisamente, el tipo de vía por la que uno quisiera pasar con su coche nuevo. Las ruedas no son las únicas que temen por su vida: también lo hacen el cárter del motor, los amortiguadores y, por supuesto, los nervios de los padres. Cada día, durante la hora punta, cuando el caos del tráfico se convierte en una prueba de resistencia, los vehículos sortean agujeros del tamaño de cráteres lunares. Y si logras salir indemne de allí, siempre te queda el reto de incorporarte nuevamente a la Nacional VI, derrapando antes de que algún camión en dirección a Madrid te clave la defensa en el cogote.
Y aquí surge la pregunta clave: ¿quién es el responsable de esta vía de “acceso”? En algunos lugares se llama “Rúa Rei Chiquito”, en otros “Rúa Xián”. En ambos casos, lo que está claro es que, sea como sea, esta carretera es pública y parece que es propiedad del Ayuntamiento, y los ciudadanos que la transitan pagan impuestos en Lugo. ¿La última vez que se asfaltó? ¡Por el informe reiterado de un agente de tráfico que tenía más perseverancia que un santo! Pero claro, como poner una máquina a trabajar cuesta tiempo y dinero, ¿mejor dejarlo así y convertirlo en una especie de monumento a la inacción? El peor chiste del siglo.
Resiliencia: Lección diaria para los alumnos
Y aquí es donde los profesores, padres y alumnos del Galén se convierten en verdaderos héroes de una saga épica. Día tras día, sortean obstáculos, físicos y administrativos, como si estuvieran entrenando para un maratón de paciencia. Los alumnos atraviesan baches tan grandes que, sin querer, acaban aprendiendo lecciones de resiliencia que no encontrarán en ningún libro de texto. Porque la lección más clara que deja esta situación es que, al final, el que sobrevive a este caos lo hace con una fortaleza que, tal vez, los políticos de turno deberían aprender.
Quizás, sin quererlo, este colegio esté formando a futuros políticos. Y quién sabe, tal vez el lema de la próxima generación de gobernantes sea: “hacer bien lo que nunca nos hicieron bien”. O, tal vez, por mucho que se esfuercen los docentes y padres, nunca haya un cambio real. A lo mejor la solución es aceptar que la zona se quede en este estado lamentable, como un recordatorio perpetuo de lo que no debe ser. Y si los chavales, cuando crezcan, deciden meterse en política, seguro que una de sus prioridades será “mejorar la vida de las personas que han sufrido años de desidia”.
La eterna espera de un cambio que no llega
Mientras tanto, en el colegio Galén, la comunidad educativa sigue luchando, como puede, por un espacio mejor. La lucha por mejorar una carretera olvidada y gestionar un entorno que, más que un problema, debería ser una oportunidad para demostrar el verdadero espíritu cooperativo, parece depender más de la buena voluntad de los implicados que de las acciones concretas de las autoridades.
Es fácil decir que la educación es una prioridad, pero en Lugo, y en muchos otros lugares, parece que la verdadera enseñanza, la de aprender a resistir, es la que realmente importa.
Quizás habrá que coger la pala y un remoque de gravilla
Algunos padres y alumnos de este colegio lucense ya han hablado de organizarse, llevar palas y rastrillos, y hasta algún remolque con gravilla, para hacer una jornada de trabajo de asfalto y bocata. Tampoco pasaría nada: el trabajo ennoblece. Pero quizás las leyes impidan realizar este tipo de colaboraciones en bienes públicos. En fin, un verdadero galimatías que, tal vez algún día, alguien resuelva, y podamos escribir de nuevo para celebrar que sí, por fin, los regidores municipales han escuchado y han cumplido.