“Víctor Hugo aseguró haber hablado con su hija muerta, con Platón y hasta con Shakespeare”

José María Zavala, escritor, historiador y periodista, cuenta en Fin de Semana con Cristina cómo el mítico autor “contactó” con el más allá y qué le respondió éste

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

En ‘La Esquina del Misterio’ contamos con José María Zavala, escritor, historiador y periodista, para hablar con los muertos. En realidad nosotros no sino el gran escritor francés Víctor Hugo, responsable de ‘Los Miserables’.

Zavala explica que Hugo “lo pasó realmente mal” porque tuvo una vida “muy dura”: “Perdió a su ojito derecho, a su primogénita, a la que más quería él, a Léopoldine, el 4 de septiembre de 1843. Esta joven, recién casada y con 19 años y embarazada, se cayó de la barca cuando atravesaban el Sena, en París y se fue al fondo del mar. Acto seguido se tiró de la barca su marido, Charles Vacquerie, para rescatarla. Esto fue tremendo porque conmocionó a París entero, el fallecimiento de los tres porque ella esperaba a un hijo”.

“Fue una tragedia romántica y de la que, además, se enteró Víctor Hugo cuando estaba en España”, sigue relatando Zabala, “él tenía un palacete en Pasajes de San Juan, Guipúzcoa, donde se conserva la Casa Museo Víctor Hugo, y él se enteró por la prensa. Diez años después, en 1853, recibió la visita de la poetisa y médium Delphine de Girardine, que había sido amante en su juventud del vizconde de Chateaubriand. Delphine llegó con una novedad de París: una mesa especial para hablar con los espíritus del otro mundo, que aún no tenía pintado el alfabeto, como la güija o tablero parlante actual. Funcionaba a base de golpecitos, de forma que el primero equivalía a la primera letra del alfabeto, el segundo a la «b», y así hasta los veintiséis seguidos que significaban la «z».

“Esto lo cuenta él mismo en un libro suyo muy desconocido, «Conversaciones con la eternidad’, donde reproduce él mismo también esa conversación:

–¿Quién eres tú? (inquirió Victor Hugo).

–Niña muerta.

–¿Tu nombre? (insistió el poeta).

La mesa volvió a golpear:

–L.É.O.P.O.L.D.I.N.E.

–Dulce alma, hija mía, ¿eres feliz? (añadió Victor Hugo).

–Sí.

–¿Dóndes estás?

–Luz.

–¿Cuál es tu mensaje para nosotros?

–Aprender a sufrir por el otro mundo.

Víctor Hugo, estando en el exilio, se aficionó mucho al espiritismo, tuvo una vida muy atribulada y tormentosa, ya desde su propia infancia. Además tuvo una estancia en Madrid de la que hablaremos en otro momento. Sufrió muchas incomprensiones de los compañeros de escuela y la pérdida de su hija le marcó un antes y un después”.

El escritor explica que “el tema del espiritismo se convirtió para él en una obsesión en la última etapa de su vida, se comunicó con grandes personajes de la historia a través de esa mesa parlante, desde Shakespeare a Napoleón pasando por Platón, lo cuenta él mismo”.

“¿Te crees esta cosas, Zabala?”, le pregunta Cristina, a lo que él responde que “estas cosas suceden, pero en el caso de Víctor Hugo supone jugar con fuego, y cuando eso pasa corre el riesgo de quemarse. La otra dimensión existe, esto no es un cuento chino, aunque en algunos casos sí con farsantes, pero en otros sí que hay personas con una sensibilidad especial, habría que preguntarle a Javier Sierra por ejemplo, y que llegan a percibir o tener algún tipo de experiencia con el más allá. Víctor Hubo lo plasmó en ese libro que he dicho antes y ha quedado ahí para la posteridad”.

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