Schlichting: “Por fin, tras dos años, La Borriquilla, La Pollinica o las palmas, al paso del Rey de Reyes"
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¡Muy buenos días, ESPAÑA! 10 de abril. Es Domingo de Ramos y cuatro millones de españoles se desplazan al pueblo, a la playa, al campo, incluso los más audaces, al extranjero.
El sector hotelero recupera cifras de 2019, por fin tras la pandemia, el volcán y en plena guerra de Ucrania. España es un destino querido, con buen tiempo, pero además con seguridad y los más altos niveles de calidad.
El tiempo acompaña. Calor hoy , aunque mañana llega una borrasca, luego buenas perspectivas a partir de Jueves Santo.
Domingo de Ramos
Por fin, por fin después de dos años, La Borriquilla o La Pollinica, las palmas, los mantos en el suelo, al paso del Rey de Reyes. Los galileos han llegado a Jerusalén, como siempre, se alojan cerca del Monte de los Olivos.
La capital sagrada está de bote en bote para las celebraciones de la Pascua, que este año cae en sábado. Hay quien compra el cordero o las hierbas, los panes ácimos, quien reserva un salón o una casa para la celebración. Todos se conocen y se saludan. Ha corrido la voz de que viene el galileo ése, el que ha resucitado a Lázaro y ha hecho ver a Bartimeo, el que ha curado a la suegra del pescador Pedro. De repente lo ven llegar en un burro, como los reyes de las escrituras y alguien hecha la túnica al suelo. Hay un silencio y otro imita el gesto, luego va otro, y otro, y de repente el camino se alfombra de mantos, como pasó con David o con Salomón y alguien agita unas hojas de palma y lo que es un tímido se saludo, se repite y se repite y un bosque de ramajes se mueve en torno al hombre joven, de apenas 33 años, el hijo del carpintero de Nazaret y la mujer María, esa tan solícita, que dicen que se fue por la montaña embarazada, sin miedo, para ver a su prima Isabel, la mujer de Zacarías. Que tuvo que huir a Egipto cuando la horrible matanza de niños que hizo Herodes. La madre también le ha seguido, se la ve al fondo, y con ella varias mujeres, María de Cleofás, Magdalena, Juana de Cusa, Salomé, María de Magdala. Le llevan siguiendo por Palestina desde hace tres años, es una cosa extraña, porque no es costumbre que las mujeres vayan por pueblos y campos mezcladas con los hombres. Y algunas tienen dinero, por ejemplo Susana de Cusa, la mujer del Tesorero de Pilatos. Han financiado incluso los desplazamientos de su gente, que va siguiendo al joven rabino por las sinagogas, y lo escucha sentada al redero de su persona, en las colina, o en las orillas del mar de Galilea.
Los más listos saben sin embargo, que no está el horno para bollos, que los sacerdotes del templo y los jefes de la sinagoga están enfadados con él. ¿Acaso no se permite cambiar las leyes y decir que en sábado se puede curar enfermos o que antes de lapidar a una adúltera conviene mirarse por dentro y ver si uno no ha pecado también? Es grave cambiar las leyes, sólo Dios puede hacerlo. Y ha afirmado que con Él se han cumplido las escrituras y se dirige a Dios, al altísimo cuyo nombre no puede pronunciarse, llamándolo Abba, papá, como si fuese un niño pequeño de Israel hablando con su papaíto. Los más prudentes e influyentes, como Nicodemo o José de Arimatea, judíos importantes, saben que Jesús de Nazaret se la juega llegando a la ciudad cuando los sacerdotes vigilan al máximo para que la pascua discurra ordenadamente, como Dios manda, y no haya follones ni levantamientos, y cuando los romanos han multiplicado los soldados y centuriones, para vigilar las calles. Estos semitas son tan temperamentales…
Y ahí va, miradlo, derecho en su pollino, sereno y lleno de autoridad. Sin altanería y con sencillez, tan joven y sin embargo tan decidido, tan claro, que le dijo a esa sinvergüenza de la samaritana, en un pozo donde se encontraron a solas, que también tienen miga la cosa, un hombre joven y una mujer atractiva, que Él era el agua que saciaría su sed, que saltaría con ella hasta la vida eterna. Que la mujer se fue a su pueblo, donde todos la señalaban, y dijo que había encontrado al Mesías, y muchos fueron a oírlo y se han venido detrás de él a Jerusalén. Ya veremos en que acaba esto, estos días en que van a condenar a Barrabás, que también lleva agitando a las multitudes contra los romanos hace tiempo, y en que habrá crucifixiones el viernes, porque hay que quitarse de en medio a varios malhechores antes de que los judíos lo dejen todo para celebrar la Pascua como Dios manda y quede prohibido incluso enterrar o ungir a los muertos. Veremos, nunca se sabe, este imprudente del Galileo lo mismo se busca un problema, que con el poder conviene no enfrentarse y lleva detrás demasiados pobres y lisiados y hasta putas, que es que no se corta un pelo.
Lo peorcito va con Él, como tu y como yo. Que hemos afilado la lengua para destrozar a otro, que hemos sentido la punzada amarga de la envidia, que hemos adulterado, que hemos mentido. Claro que, por otro lado, ¿y si alguien definitivo, limpio, transparente, nos quiere a pesar de todo ello? ¿ Y si nos elige incluso? Porque este Jesús se ha metido en casa de Zaqueo, que era una ladrón, que robaba los diezmos y se los daba a los romanos, el dinero de los pobres del pueblo para los ocupadores. Y se ha dejado lavar los pies por una ramera que se soltó el pelo y le ungió con aceites. Y habla con emigrantes y publicanos. Como pecadores como nosotros. ¿Y si hay un hueco para mí? ¿Y si Él está dispuesto a quitarme a mí esta pena, a curármela incluso, como hecho con el paralítico, que hasta le ha perdonado los pecados, como si fuese el Altísimo? ¿Y si de verdad el destino se ha cruzado con la tierra, y lo Alto se ha bajado al barro, y se me ha cruzado en el camino y Él pasa en su burro y me mira y dice eso de “baja, que esta noche ceno en tu casa”?
¿Y si este deseo del corazón es como la sed… que existe porque existe el agua? ¿El hambre, que existe porque existe el pan? ¿Y si estamos bien hechos y tenemos deseo de infinito y de horizontes abiertos y de libertad porque existe el infinito? A veces, en el silencio junto a un río, en el atardecer, en un amor, en una mano tendida, uno ha notado esa nostalgia, ese dolor suave, ese leve alegría que parece una promesa.
¿Y si?...