Schlichting: "Sánchez se ha vendido por un plato de lentejas, y ni siquiera le han dado las lentejas"

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Cuando la derecha está en el Gobierno leo con más gusto los periódicos de izquierdas, y cuando es al revés y la izquierda está en el poder, me dan más información los periódicos conservadores. Pero hoy alguien se ha saltado la regla. El País explica esta mañana los esfuerzos del Gobierno de Pedro Sánchez por contentar a Quim Torra. Es más, titula sin rebozo: “La petición del fiscal de 25 años a Junqueras cierra la puerta al presupuesto”. Hace mucho que no veo tal presión sobre jueces y fiscales. ¿De verdad, colegas de El País, la noticia es que el fiscal ha disgustado a Torra y los nacionalistas? ¿De verdad tienen los presupuestos del Estado, por muchas partidas buenas que se destinen a los parados, los jóvenes, la sanidad, más importancia que la ley? 

Dice en portada el periódico: “De nada ha servido que la abogacía del Estado, dependiente del Gobierno, rebajara la solicitud de pena al no incluir el delito de rebelión”. “El Mundo” nos da noticia además de que “Moncloa borró la palabra “violencia” del escrito de la Abogacía para boicotear la acusación por rebelión de la Fiscalía y minimizar las penas”. Con total falta de rebozo se proclama que se ha utilizado la abogacía del estado para negociar intereses del Gobierno. La nación a cambio de un plato de lentejas.

Cuando los padres de la Constitución se juntaron hace 40 años había mucha gente en España que no quería ni oír de autonomías. Tenían recuerdos agrios de los fusilamientos ordenados por Companys y de su alzamiento contra la República. Y sin embargo se cedió. La reconciliación nacional incluyó, me gusta recordarlo, que los comunistas aceptasen la monarquía, que la derecha aceptase el partido comunista, que la Iglesia aceptase el PCE y que los franquistas aceptasen los autonomismos periféricos. Eso fue la Constitución y eso nos rige a todos. Eso es la ley y la ley, se lo recuerdo a los socialistas y los de Podemos, es lo que nos hace iguales. Ahora que Puigdemont ha repetido lo que hizo Companys debe ser tan recta la reacción del Estado como lo fue la de la república. Porque, repito, si no hay ley hay castas. Y en una casta está convirtiendo el poder en España Pedro Sánchez al amparar en su interés, como hoy reconoce El País hasta en su editorial, a los que atentaron contra la Constitución hace un año.

El pulso a la realidad es tan duro que el presidente ha tenido que enmendarse a sí mismo después de haber dicho en su día que los alzados en Cataluña protagonizaron una rebelión.

Provoca rubor escuchar a la señora vicepresidenta explicar ayer, tras el consejo de ministros y a preguntas de un periodista, que es que Pedro Sánchez no es el mismo que el actual presidente. Que el ciudadano Sánchez y el primer ministro son distintas personas.

Más complicado que el misterio de la Trinidad, oigan. El mismo nombre, Pedro Sánchez, la misma apariencia pero dos personas distintas.

Y por si quedasen poco claras sus intenciones, Carmen Calvo adelantaba ya la intención del Gobierno de indultar a los presos.

Los presupuestos no merecen este precio señor Sánchez. La igualdad de los españoles ante la ley es mucho más cara que las cuentas de un Gobierno. Y es usted ingenuo si pretende cabalgar a su favor el tigre del independentismo. Prueba de ello es que aunque los comunes han reconocido el esfuerzo del Gobierno y ven una ventaja en que la abogacía del estado y la fiscalía difieran en su calificaciones de los delitos, los del PDeCat y Esquerra no se dan por satisfechos.

"El pueblo de Cataluña le retira el apoyo, señor Sánchez", decía Torra. ¿Qué pueblo de Cataluña? ¿El que hizo cola durante horas en las carreteras cortadas, el que abusó de psicofármacos y atiborró las consultas de psiquiatría por el pánico al alzamiento de hace un año, el que aguantó las estrepitosas caceroladas que despertaban día tras día a los niños? ¿Qué pueblo de Cataluña?

Pues ha salido usted escaldado Pedro Sánchez. Les ha dado lo que pedían, ha retorcido la separación de poderes, ha forzado al máximo los mecanismos del Gobierno y, sin embargo, éstos no le dan su voto a los presupuestos. Ha vendido la igualdad ante la ley por unos presupuestos, por un plato de lentejas, y ni siquiera se ha llevado usted el plato de lentejas.

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