De vivir bajo el nazismo a ser institutriz en España: la interesante historia de vida de Ingeborg Schlichting

La madre de Cristina López Schlichting ha pasado por 'Fin de Semana' y, con más de una sorpresa, hemos hecho un recorrido por su vida

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Ana Rumí

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Hamburgo, Alemania, 1943 y una Segunda Guerra Mundial que dejaba estragos en toda Europa. El rumbo tenía que empezar a cambiar porque, sino, los nazis de Hitler iban a hacerse con la victoria, con lo que ello podía significar. Y allí estaba una adolescente que había perdido a su hermano de tan solo 20 años en el campo de batalla. Una adolescente a la que su vecino había acogido en su furgoneta, junto a su familia, y se los había llevado lejos de la ciudad para evitar los bombardeos.

"Parecía una bola de fuego, se veían las llamas y cómo todo se estaba quemando" recuerda Ingeborg Schlichting de esa adolescencia compleja en Alemania. Ahora, todo eso no es más que un mal recuerdo, y puede presumir de estar estupenda charlando junto a su hija, Cristina López Schlichting, en el estudio de Fin de Semana.

Está bien, divertida como cada domingo, y dipuesta a hacernos pasar por todo tipo de emociones con su historia. Nos dice que ahora tiene mucho tiempo, porque desde que falleció su marido Felipe, tiene que ocuparse en hacer cosas. De la guerra no solo se acuerda de ese bombardeo, sino de que antes de que estallase, en 1937, ya habían construido un búnker en casa para resguardase.

Recuerda también cómo estaba desnutrida, flaca como nunca, y comiendo parte del racionamiento que el Plan Marshall preveía para la reconstrucción alemana. Papillas y sopa de chocolate que no podían saber peor. "Salía del colegio, me lo escondía y lo echaba detrás de algún seto".

Entonces el horror de la guerra le obligó a trabajar, y tras estudiar, encontró trabajo en una oficina. Allí, sin saberlo, su vida comenzó a cambiar.

Cómo llegó a España y cambió su vida

Se llama Renate Foster, trabajaba con ella en la oficina, y se convirtió en toda una hermana para ella. Tanto, que al escuchar su voz a través del teléfono, Ingeborg se emociona. Ambas pasaron por lo mismo, tras tres años trabajando en la oficina, decidieron venir a España a perfeccionar su español.

Cada una, entonces, se fue a una familia distinta como institutrices de niños. "Siempre hemos vivido juntas y hemos pasado unos años estupendos" recuerda con emoción Ingeborg. Lo que no esperaban, es que se convirtiesen en familia de verdad, porque ella empezó a salir con Felipe y Renate con su primo.

La vida les hizo quedarse en España y forzar a hablar en español todo el tiempo, y poco después, formarían sus propias familias. Y entre medias, conoció a sus suegros, que le acogieron como una más. "Mi suegro estaba encantado porque siempre estuvo a favor de los alemanes, nunca tuve ningún problema con ellos" explicaba.

De su suegra aprendió a bailar en España y a disfrutar de todas las verbenas. Su vida empezó a cambiar, y prosperó en su carrera, pero siempre lleva en el corazón a aquellos niños que cuidó al llegar a España. Ella se llamaba Teresa, y, por sopresa, ha entrado por teléfono mientras Ingeborg no podía contener la emoción.

De ella recuerda cómo escribía cartas a Felipe, los viajes que realizaron juntas y cómo la cuidó durante tanto tiempo. Recuerdos que se han convertido, como siempre debió de ser. en vida pura.

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