‘Crónicas perplejas’: "Voy a ver el Mundial, sacaré la camiseta de España del cajón y gritaré a la televisión"

Habla Antonio Agredano del Mundial de Qatar

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‘Crónicas perplejas’: "Voy a ver el Mundial, sacaré la camiseta de España del cajón y gritaré a la televisión"

Antonio Agredano

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Habla Antonio Agredano En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

“A medida que uno va ganando cosas, se hamburguesa”, dijo el futbolista argentino Carlos Tévez. Yo, ni siquiera he necesitado ganar nada para hamburguesarme. Empieza el Mundial de Catar y ya no me siento futbolista, ahora me siento más balón. No sólo estéticamente, también la madurez que es esa cosa de ir de un lado a otro, ciego y errático, en un campo muy limitado y golpeado por todos. Simpatizo con la pelota, es inevitable. La vida adulta se parece al fútbol en que ganar está bien, pero la mayoría firmaríamos un empatito. El Mundial de Catar nos recuerda, además, que no todo es tan idílico como en nuestro país. Aunque muchos nos quieran hacer creer que en España vivimos una suerte de tiranía blanda, corrompida y hostil; lo cierto es que fuera de nuestras fronteras, fuera de esta noble, contradictoria y avejentada Europa, hay sociedades oscuras y despóticas, donde los derechos humanos son obstáculos y no objetivos. Aunque nuestro melodrama doméstico se cuele por las redes y los informativos.

“El fútbol es como el ajedrez, pero sin dados”, dijo otro jugador, el alemán Lukas Podolski. Yo creo que el fútbol sólo se parece al ajedrez en que hay jaque, en este caso, el jaque de banda o el jaque inicial. Es malo. Lo sé. Pero tenía que decirlo. Por lo demás, el fútbol no es tan blanco y negro. Está lleno de matices. De pasos intermedios. De lecturas amplias. Y de contradicciones. Yo estoy loco porque empiece a rodar la pelota para olvidarme de dónde se juega. Y podrán decirme que soy un frívolo o un desahogado. Porque hay quien no verá el evento por ser en Catar, y les entiendo. Entiendo que no lo vean, quiero decir, entiendo menos que lo cuenten. Porque siempre he pensado que cuando uno hace cosas buenas y las hace públicas para que todo el mundo sepa lo bueno que es, esas cosas abandonan la moralidad y se refugian en la vanidad y en el onanismo. En una suerte de mercadeo emocional que a mí me da un poco de sarpullido. Pero allá cada cual con esto del Mundial.

Vamos a hacer un cálculo. Siendo muy optimista, digamos que voy a vivir ochenta años. Eso son veinte mundiales. Como nací en 1980, con este de Catar ya sumo once Copas del Mundo. Si doblo la servilleta en el 2060, que ya digo, largo me lo fío a mí mismo, me quedarían sólo nueve copas del mundo por vivir. A lo que voy: nada que se celebre cada cuatro años debe tomarse a la ligera. Yo voy a ver el Mundial, voy a sacar la camiseta de España del cajón y voy a insultar a quien quiera que nos toque, pegándole gritos al televisor. “El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes”, nos recordaba Jorge Valdano. Y yo ya no tengo edad para ponerme a discutir con argentinos.

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