"Es curioso como a pesar de todos los avances, la humanidad vuelve a encontrarse con experiencias que son casi eternas"

El profesor de filosofía Diego Garrocho reflexiona sobre como ha concebido el ser humano a lo largo de la vida y las generaciones el poder del agua

Diego Garrocho
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"Es curioso como a pesar de todos los avances, la humanidad vuelve a encontrarse con experiencias que son casi eternas"

David Nieto Cortés

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El agua ha sido un objeto de reflexión a lo largo de toda la historia de la filosofía. Tanto es así que uno de los primeros filósofos de nuestra tradición, el presocrático Tales de Mileto, sostuvo que el agua era el principio de todas las cosas, lo que los griegos denominaron Arjé. La intuición es comprensible, pues desde aquella circunstancia arcaica ya supieron intuir que la vida surge de la humedad, y en efecto, hoy sabemos que los primeros seres vivos fueron acuáticos, unicelulares y procariotas.

La condición imprescindible del agua la constatamos de hecho cada vez que tenemos sed, y no en un balde, alrededor del 70% de nuestro cuerpo está compuesto de agua. El agua nos salva y nos limpia, tanto es así que muchas culturas la han considerado como un signo de purificación. Sin embargo el agua también es una condena, y cualquiera que se haya echado a la mar sabrá intuir sus peligros. En Atenas, Poseidón, el dios de los mares, era la deidad más reverenciada después de Atenea y su ira se evocaba cada vez que la tierra o los mares se enfurecían, siempre a consecuencia de ese golpe de su tridente.

Si acudimos a la odisea recordaremos que Poseidón, el que sacude la tierra, fue el más rencoroso de todos los dioses con Ulises y fue además uno de sus mayores obstáculos en su regreso a Ítaca. La misma agua, que es imprescindible para vivir, se puede convertir en el peor de los peligros y la DANA que ha asolado Valencia nos ha recordado nuestra eterna insignificancia ante la naturaleza.

Es curioso como a pesar de todos los avances y desarrollos culturales tecnológicos, en algunas ocasiones la humanidad vuelve a encontrarse con experiencias que son casi eternas, como la que impone el rigor de las aguas descontroladas. Imposible no recordar aquellas palabras de Kant en la crítica del juicio en la que advertía “los volcanes con toda su fuerza destructiva, los huracanes con su devastación que dejan tras de sí el ilimitado océano en toda su rebeldía, la alta cascada de un río poderoso y cosas semejantes convierten en una pequeñez insignificante nuestra capacidad de resistencia en comparación con todo el poder de la naturaleza”.

Y aunque nos sintamos muy especiales, esto es así desde la noche de los tiempos. Fíjate esa inmensidad del océano hasta 1492 mantuvo separado el mundo que conocemos. Efectivamente. Porque ahí nadie quería ir, porque ahí salían las peores historias, esas historias de bichos acuáticos que se comían a los navegantes, el agua también ahí era miedo. Sin duda, y se imaginaban y se fabulaban esos monstruos marinos que todavía hoy cuando efectivamente nos sacan imágenes de esos fondos marinos dan un miedo horroroso.

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