EN 'LA LINTERNA'

Bustos: “Casado no es culpable de que la Rey Juan Carlos le convalide asignaturas”

Jorge Bustos trae a 'La Linterna' el 'Bueno, el feo y el malo' de la semana: Pablo Casado, Roger Torrent y los sindicatos de CCOO y UGT

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El bueno, el feo y el malo de Jorge Bustos, viernes 13 de abril de 2018

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

En este pueblo se ha producido un tiroteo y alguien ha resultado muerto pero todavía no lo sabe. El suspense se cierne sobre Vallecas City, donde está ubicada la Asamblea de Madrid, el salón más peligroso a este lado del Manzanares. Silban las balas, las amenazas se suceden, el retrato de una dama rubia ilustra todos los carteles de “se busca”, los plumillas del lugar tienen hace ya tiempo escrita su necrológica y el sepulturero hace guardia junto a la fosa ya cavada. Pero el cuerpo de momento no aparece. La forajida sigue suelta, y para entretener la espera hasta su captura definitiva, propongo que volvamos los ojos al bueno de la semana, que comparte partido con ella.

 

El Bueno: Pablo Casado

Que ha pasado por la misma emboscada que Cristina Cifuentes y ha salido airoso, aunque no indemne. El caso es que su reacción rápida, serena y minuciosa a la demanda de transparencia que se le hacía podría ofrecerse como ejemplo a políticos futuros de lo que hay que hacer en un trance así, del mismo modo que la reacción torpe, opaca y confusa de Cristina Cifuentes podría servir de contraejemplo de lo que no hay que hacer bajo ningún concepto si uno quiere durar en política. En cuanto El País arrojó una sombra de sospecha sobre el máster de Pablo Casado, cursado en la misma Universidad Rey Juan Carlos que nunca vio por sus aulas a la todavía presidenta de la Comunidad de Madrid, Casado recabó toda la información que acreditaba la obtención reglamentaria de su título, programó 16 entrevistas en dos días y abrió su despacho a los periodistas para que fueran allí a examinarle los papeles. Eso es lo que diferencia al alumno aplicado del listillo pillado en falso, y por eso la versión sólida de Casado se convirtió de forma oblicua en un desmentido vergonzante de la versión líquida de Cifuentes. Casado no es culpable de que la Rey Juan Carlos le convalide asignaturas ni de que Harvard auspicie cursos en un campus de Aravaca: eso da para un meme, no para una hoguera. La clave en comunicación política siempre es la serenidad, el aplomo. Tener la conciencia limpia también ayuda mucho.

 

El feo: Roger Torrent

Un español que bien merecía figurar en mi antología de cipotudos patrios, porque va ya por el cuarto pleno fallido de investidura. Da igual que proponga al fugado Puigdemont que a los presos Turull y Sánchez: la cipotudez de Roger Torrent consiste en proponer una y otra vez a candidatos inviables. Yo creo que Torrent no es malo, ni tampoco bueno: tan solo es estúpido, es decir, alguien incapaz de aprender que no se pueden esperar resultados distintos de acciones idénticas, pero sabe que la estupidez es precisamente la cualidad que más se valora en el bloque independentista. A Torrent hay que imaginárselo como al Louis Van Gaal de los guiñoles de Canal Plus, con aquella cabeza cuadrada hecha de ladrillos contra los que se estrellan el pragmatismo, la razón, la ley, el sentido del ridículo y el futuro político de Cataluña.

 

Los malos: CCOO y UGT

Los dos sindicatos mayoritarios de nuestro país, signifique eso lo que signifique en una era en que el sindicalismo a la vieja usanza es una actividad tan melancólica. Quizá por ese mismo horror a la extinción han decidido los capos de lo que queda de UGT y Comisiones sumarse al aquelarre indepe de este domingo, cuyo único fin es el de desacreditar a la Justicia española, posicionarse traicioneramente con la desnortada jueza alemana, alimentar la propaganda de la persecución política y vestir con traje de víctima la agresiva xenofobia separatista. Yo comprendo el vértigo de los sindicatos españoles ante su propia muerte, pero hay muchas maneras de morir. La más infame que puede elegir un supuesto defensor de los trabajadores es alinearse con una revolución de pijos supremacistas que anhelan destruir un Estado solidario para tocar a menos bocas que repartir, desentenderse de regiones más pobres de España y garantizarse la impunidad por sus propios delitos. Eso exactamente es el procés, que acaba de encontrar en CCOO y UGT a sus tontos más útiles. Si Indalecio Prieto levantara la cabeza, se hacía autónomo.

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