EN 'LA LINTERNA'
"La última vez que las manecillas estuvieron tan cerca de la medianoche fue en 1953"
Jorge Alcalde y Jorge Olcina hablan de ciencia como cada lunes en ‘Conocimiento del medio’. Hoy han explicado qué es y cómo nos afecta la huella hídirica y porque los científicos han decidido mover las manecillas del Reloj del fin del mundo.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Aunque a muchos les pueda recordar al título de una película de ciencia ficción, existe un ‘Reloj del juicio final’. Se trata de una representación simbólica del fin de la humanidad, diseñado y dirigido por un grupo de científicos.
Año tras año se cambia la hora de este reloj. Nació en 1947 y desde el comienzo de la Guerra Fría (en 1953) sus manecillas no habían estado tan cerca de una ficticia catástrofe nuclear.
“Es un reloj simbólico (…) que mide cuán cerca está el planeta Tierra de un hipotético Apocalipsis provocado por (en aquella época) una guerra nuclear”. Y es que en ese momento estaba fraguándose una posible guerra nuclear entre la Unión Soviética y EEUU. “Se supone que si llega a marcar las doce de la noche eso sería el fin del mundo, la hecatombe nuclear”, ha explicado el director de la revista QUO, Jorge Alcalde.
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Y los científicos que se encargan de poner en hora este reloj han decidido añadir este año medio minuto más. Ahora marca las 23:58.
La decisión se ha tomado en base a dos motivos: “No se fían del manejo que está haciendo de la crisis nuclear Donald Trump y Corea del Norte”. Y además Jorge Alcalde añade otro detalle: el reloj no sólo obedece a amenazas nucleares, sino a otros problemas para la Tierra, como por ejemplo el cambio climático: “Como tampoco se fían del manejo que los políticos están haciendo que los políticos están haciendo del problema del medio ambiente, y por lo tanto los sucesivos protocolos no sirven para nada, han decidido que nos hemos puesto a dos minutos del juicio final”, ha explicado Alcalde.
La última vez que las manecillas estuvieron tan cerca de la medianoche fue en 1953, cuando EEUU y la URSS comenzaron a probar, de manera masiva, sus primeras bombas de hidrógeno.