LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA
John Allen: "Yo era un monstruo, un vampiro, un ladrón"
Fueron las últimas palabras del francotirador que acabó con la vida de varias personas en Washington en 2002, antes de morir por inyección letal
Málaga - Publicado el
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Cuando los dos asesinos dejaron una nota que decía: “sus hijos no están a salvo en ningún lugar y en ningún momento”, no se equivocaban. Nadie estaba a salvo en el Estado de Washington en aquel año 2002.
La masacre dio comienzo el 16 de febrero, en Tacoma. Los francotiradores se apostaron frente a la vivienda de Isa Nichols. Cuando la puerta se abrió y salió la sobrina de Isa, fue abatida a tiros.
A partir de aquel momento, fueron quince las personas que perdieron la vida a manos del estadounidense de raza negra John Allen, y de su hijo adoptivo, el jamaicano Lee Boyd.
Ambos, en un gesto de hostilidad contra el propio gobierno de los Estados Unidos… de una manera que causara el mayor daño al país por medio del dolor de sus ciudadanos, decidieron actuar de aquella forma tan salvaje, instalando en el maletero del vehículo un fusil M16.
Mientras John conducía, Lee, escondido en la parte de atrás, iba disparando contra víctimas anónimas, dejando a su paso un reguero de sangre y muerte. Detenidos gracias a la colaboración ciudadana, John y Lee se enfrentaron a un juicio mediático, sin mostrar arrepentimiento, y sintiéndose héroes que cumplían una misión.
ASESINOS
John Allen fue condenado a morir por inyección letal. Su ajusticiamiento se produjo en la noche del 10 de noviembre de 2009.
Lee Boyd se salvó de la pena de muerte, pero fue condenado a varias cadenas perpetuas. Una pena que cumple en la actualidad en una prisión estatal de Virginia.
Sus últimas frases para The Washington Post fueron: “Yo era un monstruo. Yo era un vampiro. Yo era un ladrón. Robé la vida de las personas. No hay razón o sentido para lo que hice”.
El expediente de la crónica negra que abrimos esta noche nos sitúa en el Washington de comienzos del siglo XXI, en el año 2002. Los protagonistas... dos hombres.
El primero, John Allen, un hombre criado en los suburbios de Nueva Orleans... de mal carácter... en ocasiones violento. A los 25 años se alistó en el Ejército y destacó en su labor como soldado... incluso participó en la llamada operación 'Tormenta del desierto', en la guerra del Golfo Pérsico.
El segundo protagonista de esta historia, Lee Boyd. Creció en un entorno realmente complicado, en un barrio pobre. Era un buen chico, un buen estudiante... hasta que todo se torció. Los caminos de nuestros dos protagonistas se cruzaron cuando la madre de Lee comenzó una relación sentimental con John.
LOS HECHOS
Para abordar esta Crónica Negra invitamos a La Noche de Arjona a Alfonso Egea, periodista de investigación.
El joven Lee comienza a pasar mucho tiempo con su padre adoptivo, con John Allen. 'La infancia del joven Lee fue muy desestructurada, su madre se mudaba constantemente por motivos laborales llegando a dejar a su hijo con familiares y amgos y eso le provocó un gran desarraigo'
Empezó a irle mal en la escuela y acabó dejando los estudios. Su madre nunca estaba en casa porque trabajaba allí y aquí, así que el joven acabó yéndose a vivir con su padrastro. Acabaron instalándose en un refugio para indigentes donde decían a todo el mundo que eran padre e hijo. Allí, todos se dieron cuenta del poder que John ejercía sobre Lee.
El director de aquel refugio de indigentes llegó a decir: “Lo que más nos sorprendió fue que Lee fuera un seguidor incondicional de John, que quisiera agradarle en todo y hacer siempre lo que él quería”
A partir de aquel momento, la delincuencia se convirtió en su modo de vida... una vida, la de John Allen y Lee Boyd que dio un giro la mañana del 16 de febrero de 2002. Se desplazaron hasta la ciudad de Tacoma, en el estado de Washington, con el objetivo de matar a una mujer. 'Era amiga de su exmujer, a la que habría ayudado para que se separara de John'
Había ayudado a la exmujer de John en su separación y en que ella se quedara con la custodia de los hijos de la pareja, así que se la tenía jurada. Cuando la puerta se abrió, dispararon pensando que sería Isa... pero quien salía de su casa era su sobrina, que murió al instante.
Pasaron tres meses hasta que volvieron a matar (no los habían descubierto por su primer asesinato y aquello les dio alas para seguir actuando). John y Lee solían matar para robar: a la dependienta de una tienda de bebidas, de un comercio de productos de belleza, de una oficina de correos, a un taxista... El móvil casi siempre era el robo, pero también asesinaron por el simple deseo de matar: a un jardinero, a un hombre mientras aparcaba en un centro comercial, a una mujer mientras hacía la compra, a un conductor de autobús... Estos asesinatos fueron cometidos entre el 21 de septiembre y el 22 de octubre (en un período de apenas un mes).
La clave de este caso está en el modus operandi: la forma que tenían de matar... el método del francotirador. Habían instalado un fusil en el maletero del coche y, mientras uno conducía, el otro disparaba a través de un orificio (con un arma con silenciador). Aquellos asesinatos sembraron el pánico en la capital estadounidense: uno o varios asesinos andaban sueltos. 'La investigación fue complicadísima. En el casao de los crímenes seriales, lo primero es establecer un patrón y en este caso los investigadores se encontraron que todo era muy aleatorio'.
El inspector que llevó el caso incluso llegó a intervenir en programas de televisión de gran audiencia para enviar un mensaje a los asesinos: “Es importante que hagamos esto sin que nadie sufra ningún daño. Estamos dispuestos a hablar. Ustedes han indicado en alguna nota que aquí se trata de algo más que de simple violencia. Creemos saber que se han comunicado con nosotros llamando a diferentes sitios. Nuestra incapacidad para hablar ha sido una preocupación constante para nosotros, como lo ha sido para ustedes. Han mostrado también su deseo de que hagamos y digamos ciertas cosas. Pues bien, hablemos”
DETENCIÓN
Los investigadores dieron con los asesinos gracias a la colaboración ciudadana: un antiguo vecino de John sospechó de él y alertó a las autoridades. 'En el caso de Lee, perdió una revista que había comprado y dejó en ella una huella y en el de John, se dió con el por un coche que había comprado, al que le había hecho u agujero en el maletero para saar por ahí el cañón del arma con la que disparaban'.
Fue el 24 de octubre de 2002, cuando un conductor que circulaba por Maryland vio aparcado el coche con la matrícula de la que hablaban en televisión. Tras avisar a las autoridades, aparecieron de inmediato camionetas, helicópteros y un equipo de los SWAT. Los dos asesinos fueron detenidos mientras dormían en el mismo vehículo en aquella área de descanso.
Los francotiradores fueron llevados a juicio y condenados por los asesinatos.
John Allen fue condenado a muerte y ajusticiado en 2009. Lee Boyd fue condenado a cadena perpetua y hoy sigue cumpliendo su pena en una cárcel de Virginia.