De San Sebastián a Canarias: la historia de Eduardo, el joven que ha salvado la vida de miles de personas

Pilar Cisneros y Javi Nieves entrevistan en 'La Tarde' a un nadador profesional de 29 años que empezó a usar su habilidad para rescatar a más de 700 personas.

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De San Sebastián a Canarias: la historia de Eduardo, el joven que salva la vida de miles de personas

Nora González Godoy González Godoy

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Los primeros recuerdos que Eduardo tiene del mar siempre están entrelazados con su Aitona, como él lo llama, porque es vasco, de San Sebastián, aunque ahora ha hecho de Canarias su hogar. Fue su abuelo quien le infundió el amor por el mar y la natación, un legado que ha transformado en una misión de vida.

A sus 29 años, Eduardo Blasco es el campeón del mundo en rescate y socorrismo del año 2022, un héroe anónimo que ha salvado más de 700 vidas del abrazo mortal del mar. Su historia, repleta de valentía y entrega, es un testimonio vivo que ha querido compartir a Javi Nieves y Pilar Cisneros en La Tarde de COPE.

El compromiso más allá de los rescates

Cuando no está compitiendo, Eduardo se suma como voluntario en misiones de rescate en lugares como Lampedusa, Lesbos o El Hierro. Una labor vital, considerando que en los últimos 10 años más de 63,285 personas han perdido la vida o desaparecido en rutas migratorias alrededor del mundo, la mayoría por ahogamiento, según la Organización Internacional para las Migraciones. Para él, este compromiso va más allá de la competencia y los rescates. Es una cuestión de responsabilidad y valores arraigados en su ser. "No hay mejor medalla que salvar vidas", ha expresado en múltiples ocasiones. Es por eso que, además de su preparación física, se ha adentrado en el mundo de las humanidades y está elaborando una tesis sobre Derechos Humanos y el contrato social.

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La inmigración es un tema complejo que Eduardo no toma a la ligera. Reconoce las dificultades para regularla adecuadamente, especialmente cuando la falta de recursos puede llevar a tratos inhumanos y degradantes. "¿Dónde están los límites de nuestra protección como sociedad?", es una pregunta que plantea sin rodeos.

Al abordar el conflicto entre Gaza e Israel, Eduardo señala las violaciones atroces de los derechos humanos que han ocurrido en medio de esta guerra. Desde bombardeos a hospitales hasta privar a la población de alimentos, la situación es desgarradora. "Podríamos remontarnos hasta el principio de los tiempos para justificar la violencia, ¿no? Yo considero que lo que hay que hacer es centrarse en que están muriendo niños y personas inocentes constantemente y en que tenemos que seguir ayudando".

Como chico universitario, Eduardo cuenta que una de las historias que más le afectaron es la de un chico sirio, líder de su familia, que huía de la guerra subido en una embarcación: "Me contaba que lo único que quería era estudiar, terminar sus estudios, pero habían literalmente volado su universidad. Lo único que deseaba era ir a Bremen para terminar su carrera. Esto me afectó realmente".

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Enfrentar las críticas

Pero no todo son aplausos y reconocimientos para Eduardo. Desde que su labor ha cobrado visibilidad, también ha enfrentado críticas de detractores, los llamados "haters", cuyas voces, aunque minoritarias, son estridentes. Sin embargo, él sigue adelante, entrenando para estar listo cuando el llamado del mar y la necesidad de ayuda sean más fuertes que cualquier crítica: "Muchas veces cuando la gente que te intenta desanimar te dice que han muerto 100.000 personas, yo lo que les digo es que le pregunten a la persona que sigue respirando si es importante o no estar siempre que se pueda y hacer todo el esfuerzo posible".

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Para él, la solución está en mantener la integridad moral y no tolerar actos que atenten contra la humanidad, incluso en tiempos de conflicto. "Hay que cuidar esto para que gente como yo pueda seguir yendo a rescatar", concluye Eduardo Blasco y añade una reflexión: "Tenemos que seguir trabajando, ayudando y hablando de ello. Porque todos cuentan. Cada niño cuenta. Cada persona cuenta. No son números, son vidas. No son sueños, son personas como nosotros, que tienen el mismo derecho que nosotros y que lo único que tuvieron fue mala suerte al nacer. Y eso es totalmente injusto. Es la mayor representación de la injusticia que conozco".

En su lucha por salvar vidas y defender los derechos humanos, Eduardo se ha convertido en un faro de esperanza en medio de las turbulentas aguas del mundo actual.

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