Gastón, víctima del 11-M, se vuelve a subir al mismo tren 20 años después con 'La Tarde': "Nunca tuve rencor"
Llevaba a sus hijos al colegio cuando estalló el tren en plena calle Tellez. Ahora, cuenta en 'La Tarde' cómo lo recuerda dos décadas después y tras superar el trauma
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193 víctimas. 193 personas que tenían sus sueños, sus inquietudes, sus ganas de vivir, y que habían subido al tren esperando llegar a su destino. No lo hicieron, y sus nombres resuenan en nuestra memoria después de veinte años. No, no los olvidamos, hacerlo sería imposible, y tras dos décadas, seguimos buscando reparación.
A nadie, independientemente de la edad que tuviera, se le puede olvidar el 11 de marzo de 2004, y todo lo que llegó después. Madrid quedó mucho más triste, y desde aquel jueves, nada ha vuelto a ser lo mismo, ni en la capital, ni en la estación de Atocha. Hoy, por tanto, es momento de dar voz a aquellos que sí consiguieron salir del tren y que, a día de hoy, recuerdan cada segundo.
Fernando de Haro, codirector de La Tarde, ha decidido trasladarse a la estación de El Pozo, donde estalló uno de los trenes, y donde el resto pasó por ahí antes de explotar. En uno de esos trenes, concretamente el que estallaría en la calle Tellez, viajaba Gastón, con sus dos hijos.
Había perdido el primero de los trenes, el que explotó en Atocha, y se subió corriendo, pasadas las siete de la mañana, a otro de ellos. Iba corriendo porque quería, con imperiosa necesidad, que sus hijos llegaran a tiempo al colegio en la otra punta de la ciudad. Lo que nunca imaginó es que, antes de llegar a Atocha, su tren explotase y ellos quedasen sumidos en la oscuridad.
"Nunca tuve rencor"
El fogonazo inicial, la luz antes del estruendo, y la oscuridad antes de perder el conocimiento. En ese orden llegó la explosión en la calle Tellez, que llevó a Gastón a quedarse tumbado en el suelo, lejos de sus hijos. Al rato, recuperó el conocimiento y escuchó lo que tanto había esperado escuchar: "papá".
"Cuando te pasa eso, es como si fuera a cámara lenta, yo perdí el conocimiento, pero al rato lo recuperé, y escuché 'papá, papá'. Ver que me podía mover, en ese momento no sentía nada, no tenía dónde mirarme. Cuando vi a mis hijos, me volvió el alma al cuerpo" decía en La Tarde.
El resto fue desolador, porque recuerda cómo tuvo que, para salir del tren, pisar cadáveres y gente herida. De ahí, se fueron a un polideportivo en el que él se limpió las heridas y llamó a su mujer para que les viniera a buscar. Sí, el "disociaba" y pensaba que podría seguir con su día como si no hubiera pasado nada.
Así que llegó la ambulancia y se lo llevó al hospital, donde estuvo dos semanas. Sin embargo, aunque se curó rápido, las heridas emocionales le durarían mucho más tiempo.
A pesar de ello, no quiere guardar rencor. "No me siento nadie especial, pero nunca tuve rencor. Al poco tiempo sabíamos quién había sido, si algo que preocupaba era los que envenenaron la mente de los yihadistas, eso no me cuadraba, entiendo que hay mucha gente con mucho rencor, lo respeto profundamente" explicaba.
Años de terapia para recuperarse
Sus hijos estaban vivos, su mujer "se salvó" solo con saber que estaban bien y todo quedaría en una pesadilla para ellos, sin embargo, algo dentro de su mente no se recuperaba. Reconoce que fue a terapia de forma inmediata, pero no fue hasta cinco años después cuando consiguió aliviar su estrés postraumático.
"Cuando terminó el juicio sentí que había terminado un proceso en mi vida, quedó claro lo que había pasado y a mí me reparó. Me ayudó a superarlo, y ahora, 20 años después, no me siento víctima, porque tengo una vida y una segunda oportunidad" explicaba en La Tarde.
A los días de recuperarse, tuvo que volver a coger el mismo tren, sin haber sanado todas sus heridas. "Tuve que utilizarlo de nuevo inmediatamente para recuperarme, porque era la única forma de llegar. No podía pensar mucho, solo hacerlo" explicaba.
Unos recuerdos que le siguieron, y aún le siguen, por el resto de su vida en forma de pesadillas. Es entonces cuando llega, la luz, el estruendo, y la pérdida de conocimiento. Afortunadamente, veinte años después, vuelve a despertar y todos, en su casa, están bien.