¡Qué asombro!, Dios ha querido vivir en la carne
Escucha la Firma de José Luis Restán del martes 10 de diciembre
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Hace unos días me comentaba un amigo las fatigas y zozobras que suponía para él afrontar un cambio de trabajo. Atravesar las circunstancias de la vida siempre implica una apuesta y, por lo tanto, un riesgo. Vivimos en la carne, en el tiempo y en el espacio, y eso implica miedos, dudas, cálculos, soluciones aproximadas. Todo eso es parte imprescindible de la vida. Impresiona pensar que eso es lo que asumió el Verbo de Dios cuando decidió hacerse carne. Y lo hizo, precisamente, para que nosotros, pobres hombres y mujeres, podamos atravesar toda esa fatiga, esa incertidumbre y esos miedos con una inteligencia y una libertad sostenidas por Él a través de su Cuerpo, que es la Iglesia. Para ayudarnos a vivir en la carne, para atravesar la carne de las circunstancias, Él se ha hecho carne y nos ha brindado una compañía carnal, el hogar de la Iglesia. ¿No es asombroso, no nos deja atónitos? Pues esto es lo que deberíamos contemplar en el Adviento.
Nos pesa el tiempo, nos inquieta el futuro incierto, y lo afrontamos con el límite de nuestra propia sicología y con el bagaje complejo de nuestra historia personal. Tiene que ser así, no podemos saltarnos eso como si fuésemos seres angélicos u hologramas, como se diría hoy. En una hermosa homilía, Joseph Ratzinger decía que “no nos corresponde aclarar cómo terminará la historia, porque desde la pequeña y parcial perspectiva de nuestra vida, no podemos ver y comprender todo… ¡No se trata de elucubrar, sino de vivir!” Pero no a base de nuestras propias y limitadas fuerzas. Uno llega a vivir el tiempo con angustia, casi como una tortura, si pierde la conciencia de que no está solo, de que Otro va con él. Qué distinto es vivir lo que venga, en Su presencia. Jesús también afrontó el tiempo ¡y de qué manera! Peguémonos a Él, a través de la compañía de la Iglesia, que no nos va a resolver los problemas, pero nos dará, como decía el apóstol Pablo, “un espíritu de libertad, valentía y buen juicio”. Adviento: Dios ha querido vivir en la carne, para que ya nunca estemos solos.