El alma de la inteligencia humana

El periodista y profesor Mario Alcudia reflexiona sobre ‘Antiqua et Nova’, el documento elaborado por los Dicasterios para la Doctrina de la Fe, la Cultura y la Educación a la luz de la preocupación del Papa sobre los riesgos de la Inteligencia Artificial

Antiqua et Nova, la relación entre la inteligencia humana y la IA
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EL ALMA DE LA INTELIGENCIA HUMANA | FIRMA MARIO ALCUDIA

Redacción Religión

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De lo acontecido durante esta semana me ha llamado especialmente la atención la publicación de la nota sobre la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana titulada ‘Antiqua et Nova’, fruto de la preocupación del Papa en torno a la Inteligencia Artificial. En alguna ocasión Francisco ha reclamado la algorética, ante lo desafíos éticos que nos plantea la IA que ha de estar siempre orientada al bien de la humanidad. Un documento que ha surgido de la reflexión entre los Dicasterios para la Doctrina de la Fe y para la Cultura y la Educación, dirigido de forma muy especial a quienes están llamados a educar y transmitir la fe, pero también a quienes comparten la necesidad de un desarrollo científico y tecnológico al servicio de la persona y del bien común.

Son 117 párrafos en los que se habla de los avances y peligros, de la distinción entre la inteligencia humana y la IA, los posibles riesgos en torno a las relaciones humanas o la necesidad de hacer un uso controlado en el trabajo. Y como te decía, esa especial lupa hacia la educación, poniendo límites a los estudiantes en la búsqueda de respuestas.

El secretario del Dicasterio para la Cultura y la Educación, Paul Tighe, alertaba esta semana de la necesidad de comprobar la veracidad de lo que se divulga, además- decía, de evitar compartir palabras e imágenes que degraden a la persona. Porque no se trata solo de calcular y procesar sino de ir mucho más allá, de buscar un sentido, un propósito y una dirección adecuada de nuestras vidas que las máquinas ni pueden ni podrán sustituir.

Alerta, además, el texto del riesgo de convertirnos en esclavos de nuestra propia creación. Máquinas que no poseen una comprensión semántica de la realidad, ni una capacidad genuinamente intuitiva y creativa. Una inteligencia incapaz de reproducir el discernimiento moral o la apertura desinteresada a lo que es verdadero. De ahí la recomendación de este texto a que la IA sea siempre una herramienta complementaria de la inteligencia humana, sin permitir jamás suprimir la riqueza del ser humano.

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