"Aún no hemos terminado de ver los efectos sociales, políticos, económicos y psicológicos de aquella pandemia que irrumpió hace cinco años"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del viernes 31 de enero
- 3 MIN
Hoy se cumplen cinco años de la detección del primer caso confirmado de coronavirus en España. Fue un turista alemán en la isla de La Gomera. Igual te acuerdas de que tuvieron que poner en cuarentena un hotel y de la incertidumbre de aquellas primeras horas de la pandemia. Muchos creían imposible que lo que estaba ocurriendo en Italia pudiera pasar aquí, otros lo daban por hecho y la mayoría presume ahora de encontrarse entre los segundos cuando quizá se encontraba más bien entre los primeros. Es normal: nunca nos habíamos enfrentado a algo así. Pero lo cierto es que algunos países reaccionaron mejor que otros y minimizaron sus cifras de muerte y ruina. Por desgracia España no estuvo entre esos países.
Al Gobierno le pilló con la convocatoria del 8-M en marcha. Eran los años en que aquel feminismo gubernamental, con un fuerte sesgo de izquierda excluyente, dominaba el discurso público. A la manifa no quiso acudir Yolanda Díaz, que fue prudente, pero sí estaban en primera línea Irene Montero, Begoña Gómez, Margarita Robles o Carmen Calvo, que acabó contagiándose y tuvo que ser ingresada en la Ruber gracias por cierto a su cobertura de Muface. Hoy, 120.000 muertos después (aunque seguimos sin tener una cifra exacta), aquel discurso de que el machismo mata más que el coronavirus ha envejecido bastante mal, y a la ideología del feminismo radical le ha puesto la puntilla el caso Errejón.
Pero el caso es que una semana después de aquella manifa, Sánchez ordenaba el mando único y decretaba el confinamiento: fue uno de los más duros de Europa. Podían salir perros pero no niños. La gente hacía pan y compraba papel higiénico. Los vecinos se delataban entre sí si otro pisaba la calle más de lo debido. Los chavales trataban de telestudiar y los profes de telenseñar para no perder el curso. Se disparó el consumo de series pero también de libros. Y los ERTE que había diseñado Fátima Báñez le sirvieron a Yolanda Díaz para evitar una masacre laboral gracias a la respiración asistida del Estado.
Recordarás los memes de Fernando Simón (el que dijo aquello de “uno o dos casos como mucho”), el comité de expertos que no existía, (porque la desescalada se hacía con criterios políticos). Recordarás el cierre de Madrid forzado por Salvador Illa frente al modelo de apertura de Ayuso que la convirtió en una estrella política, la mejor aliada de la hostelería. Recordarás la sentencia del Tribunal Constitucional declarando ilegal aquel confinamiento, sentencia por la que no asumió responsabilidades ningún cargo público del Gobierno. Recordarás la foto de El Mundo de los ataúdes en el Palacio de Hielo de Madrid, y la tragedia de las residencias, y la construcción contrarreloj del Zendal. Y recordarás el invento de la cogobernanza que sirvió para que Sánchez escurriese el bulto y delegase la gestión en las autonomías.
Uno echa la vista atrás y se pregunta qué lecciones sacamos de todo aquello. Seguramente aprendimos a confiar más en nuestra solidaridad vecinal que en la gestión política. No salimos de aquello más fuertes sino más divididos, por desgracia, pero también más determinados a aprovechar la vida, a viajar, a gastar y a hacer todo aquello que no pudimos hacer.
Yo sospecho que en aquellos tiempos se incubó otro virus, el de la desafección política. Sus efectos los vimos en Paiporta, con la dana, donde volvió a fracasar la famosa cogobernanza. Yo me temo que aún no hemos terminado de ver los efectos sociales, políticos, económicos y psicológicos de aquella pandemia que irrumpió en España hace hoy cinco años".