"Viendo las fotos de Illa haciéndole la pelota a Jordi Pujol, uno se teme que Cataluña está volviendo al pujolismo"

El comunicador analiza en su monólogo de este lunes la situación que atraviesa Cataluña con Salvador Illa al frente de la Generalitat

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Dice Salvador Illa que Cataluña ha vuelto. Lo que no sabíamos es que se había ido a ninguna parte, más allá de los ocho segundos que duró la proclamación de aquella republiqueta comprada en los chinos, como las urnas el 1 de octubre. 

El argumentario socialista lleva tantos años diciendo que Cataluña ha vuelto que a uno le entran ganas de parafrasear a Alfonso Guerra cuando lo del viaje al centro del PP: "¿De dónde vendrá la clase política catalana para pasarse seis años diciendo que está volviendo? ¿De qué monte carlista salieron?"

Aunque la pregunta importante es otra: ¿Adónde va Cataluña? Porque viendo las fotos del president Illa haciéndole la pelota a Jordi Pujol, uno se teme que Cataluña está volviendo al pujolismo. Y hay que recordar que Pujol y su familia formaron el clan más corrupto de la historia reciente de España.

Corrupción personal a través de la evasión fiscal y corrupción partidista y sistémica a través del cobro del famoso “tres per cent” durante años por cada obra pública que se hacía en Cataluña. Y hay que recordar también que Pujol fue el fundador de la xenofobia que está en la base de la radicalización separatista.

¿El hombre que escribió que “el andaluz es un hombre destruido” ahora es el modelo a seguir por Salvador Illa? Pues para ese viaje no hacía falta el socialismo, sinceramente.

Está empeñado Salvador Illa en convencernos de que con él empieza todo, como diría Piqué. Pero él no es más que un continuador de los tripartitos. Y sus dos antecesores del PSC al frente de la Generalitat no son de feliz recuerdo precisamente. 

Con Maragall y con Montilla se aceleró la transformación del socialismo catalán en un nacionalismo catalán de izquierdas. Maragall armó el lío del Estatut para competir con Convergencia, y Montilla sembró la semilla del nefasto lawfare, de la deslegitimación de la Justicia española, cuando dijo que los jueces no podían juzgar sentimientos. 

Claro que no pueden, y no lo hacen: juzgan golpes de Estado. Y los condenan, hasta que luego llega Pedro y concede indultos y amnistías para mantenerse en el poder, desarmando al Estado ante próximas intentonas y avalando la tesis básica del supremacismo que dice que los catalanes no son iguales ante la ley: ellos están por encima. 

Merecen privilegios jurídicos porque sostienen a Pedro. Y ahora no solo privilegios jurídicos: también económicos gracias al infame cupo pactado con Esquerra que rompe la solidaridad con el resto de comunidades del régimen común.

Ojalá fuera verdad que, con Illa, Cataluña vuelve a la normalidad constitucionalista: pero me temo que está volviendo a la vieja normalidad. A la normalidad nacionalista de toda la vida. Y por muchas fotos que se haga con el Rey, y por mucho que hable en castellano de vez en cuando, ni va a hacer que se respete el derecho de los padres a educar a sus hijos en castellano, ni va a poder sacar un solo presupuesto si no avanza en la soberanía fiscal. 

Porque la llave de su poder la siguen teniendo los de siempre, porque Illa no tuvo el valor de explorar un acuerdo con el PP o de negarse a pagar el precio de su investidura. Así que aunque diga que no acepta lecciones, hay muchas lecciones que dar a Illa. 

Y no solo puede y debe dárselas el PP, que gobierna en la mayoría de comunidades perjudicadas por su cuponazo: también puede dárselas Page, o Lambán, o los socialistas extremeños, o Felipe González, hasta Compromís. El Salvador Illa de hoy recibe lecciones hasta del Salvador Illa de ayer. Ese que juraba que ni amnistía ni concierto ni nada de eso.

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