Una asturiana teje muñecas y con su pasión consigue librar de un matrimonio forzoso a 50 niñas de Etiopía: "Sentí algo"
Ana Blanco no concibe la vida sin sus ajuares de tejer y, aunque es química de formación y administrativa en una multinacional, lidera el proyecto Soñando Muñecas
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Ana Blanco es una mujer que, a pesar de su formación en química y su trabajo como administrativa en una multinacional, no concibe la vida sin sus ajuares de tejer. Su pasión por las manualidades y el crochet la ha llevado a fundar un proyecto que, a día de hoy, no solo ha cambiado su vida, sino que ha transformado la de muchas niñas en Etiopía. Este proyecto, Soñando Muñecas, ha conseguido evitar el matrimonio forzoso de más de 50 niñas de ese país africano, a través de la venta de muñecas personalizadas que Ana teje con sus propias manos. Su historia, inspirada por una conexión inexplicable con Etiopía, es un claro ejemplo de cómo la pasión puede convertirse en una herramienta poderosa de cambio social.
Ana nunca imaginó que algo tan sencillo como tejer muñecas pudiera llevarla a tener un impacto tan grande. De formación científica, Ana siempre fue una mujer dedicada a su carrera profesional, pero el crochet era su refugio. Sin embargo, una experiencia personal cambiaría su vida para siempre.
Cuando Ana y su marido adoptaron a dos mellizos etíopes, no solo cumplían el sueño de ser padres, sino que se encontraban con algo más profundo: una conexión inexplicable con Etiopía. Durante su primer viaje a este país, Ana sintió que se encontraba con las personas más importantes de su vida. Aunque ese viaje fue principalmente para conocer a sus hijos adoptivos, también despertó en ella una fuerte vinculación con la cultura y la gente de Etiopía. "Sentí algo", recuerda Ana al hablar de ese primer encuentro con el país africano.
A medida que Ana se fue empapando de la cultura etíope, su curiosidad y deseo de ayudar fueron creciendo. Se unió a otras familias adoptivas, aprendió sobre la gastronomía etíope y mantuvo contacto con las personas que conoció allí. Sin embargo, fue un encuentro en particular lo que despertó su verdadera motivación para crear un cambio.
Tejer para transformar vidas
En su segundo viaje a Etiopía en 2016, Ana conoció a un joven que le vendió una cruz de madera para poder comprarse unos zapatos. Al intercambiar correos electrónicos, el joven le confesó que no podía seguir estudiando debido a la falta de recursos. Fue en ese momento cuando Ana sintió que debía hacer algo. Pero, ¿cómo podría ayudar? La respuesta llegó de forma natural: tejiendo.
Con su pasión por el crochet, Ana comenzó a tejer muñecas personalizadas, llamadas Amiguramis, que luego vendía para recaudar dinero. En sus muñecas, plasmaba un pedazo de su alma, personalizándolas con cariño y dedicación. Con los beneficios obtenidos de la venta de estas muñecas, Ana pudo ayudar a su amigo etíope a continuar sus estudios y, poco a poco, también comenzó a colaborar con otras familias en Etiopía.
El proyecto de Ana, Soñando Muñecas, tiene como objetivo principal potenciar la educación. Para ella, la educación es la herramienta más importante para el desarrollo de una persona y de un país. Con cada muñeca que teje, Ana no solo crea un producto único y lleno de cariño, sino que también está construyendo un futuro mejor para los niños y niñas de Etiopía. Su pasión por tejer y su deseo de ayudar se convirtieron en el motor de este proyecto, que con el tiempo ha ido creciendo y ganando visibilidad.
Pero el impacto de Soñando Muñecas no se quedó ahí. A medida que avanzaba en su labor, Ana conoció a una asociación que tenía un objetivo muy especial: rescatar a niñas etíopes que estaban a punto de ser obligadas a casarse a una edad temprana. Fue en ese momento cuando Ana entendió que ese era el proyecto que tanto había estado buscando. Comenzó a colaborar con la asociación, y gracias a su ayuda, 32 niñas pudieron ser rescatadas de matrimonios forzados.
Más que ayuda, justicia social
Ana ve su trabajo como una forma de justicia social, no como una simple ayuda. "Es una motivación increíble en mi vida", afirma, "y aunque muchas veces siento que ellos me están aportando a mí más que yo a ellos, estoy convencida de que cada acción que realizo tiene un impacto positivo". Para Ana, las muñecas que teje no son solo muñecas: son un símbolo de resistencia, de esperanza y de un futuro mejor para las niñas de Etiopía que, de otro modo, estarían condenadas a una vida de opresión.
Hoy, Soñando Muñecas continúa su camino, ayudando a más niñas a escapar de la tragedia del matrimonio forzoso, y proporcionando a las familias la oportunidad de mejorar sus vidas a través de la educación. Ana Blanco ha conseguido, sin proponérselo, devolver a Etiopía el mayor regalo que recibió: sus hijos. Pero también ha demostrado que, con pasión y dedicación, cualquier persona puede contribuir a transformar el mundo.