José lamenta que nadie haya pagado por el crimen de su hija: “Sus asesinos siguen viviendo en el pueblo”
Ana María fue asesinada con quince puñaladas en 1997
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Los padres de Ana María ya no saben que hacer para descubrir a los autores del asesinato de su hija. El 16 de noviembre de 1997, las calles de Puertollano estaban húmedas. Había niebla. Aquel día, fue hallado su cadáver, junto a un contenedor de escombros. Estaba semidesnuda. Había recibido un total de quince puñaladas. No obstante, en su cuerpo no se registró rastro de sangre, ya que el cuerpo fue lavado previamente en otro lugar.
Ante estas circunstancias, José y su mujer viven una pesadilla. Jamás se encontraron pruebas concluyentes. Hasta el momento nadie ha pagado por aquel crimen: “Todo está igual que el primer día, porque la investigación no se llevó a cabo bien. 22 años han pasado y los asesinos siguen en la calle. No hay nada concreto. Están esperando a que el asesino diga...he sido yo”, lamenta el padre de la víctima.
El novio de la joven, Diego Vállez, fue en su momento uno de los principales sospechosos, al estar con Ana María aquella fatídica noche. Tras su detención, fue puesto en libertad ante la falta de indicios o pruebas consistentes. José nunca se llegó a imaginar que pudieran ocurrir estos hechos: “No sabíamos nada. No la veíamos rara los días anteriores ni preocupada. Yo creo que el novio sabe lo que ocurrió y quienes fueron. Pero no suelta prenda. Por eso estamos entre la espada y la pared.”
Desde que se produjo el crimen, la relación de la familia con la pareja de Ana María es nula: “Debe saber lo que ocurrió, porque esa noche estuvieron juntos. Pero no suelta prenda ni él ni los que declararon en su momento. No sé cómo pueden vivir con este peso. Si estaban investigados es porque sabían algo, pero no dicen la verdad por miedo. Es difícil que no dejaran ninguna huella. Eso es porque no se hizo bien el trabajo desde la investigación.”
A José no le gustaba el novio de Ana María: “No me entró por los ojos, pero lo tenía que respetar. Mi hija era mayorcita.” Del matrimonio nacieron otros tres. Ana María era la mayor. Todos van a una en su recuerdo y en reclamar justicia: “Somos una piña. Esto no se llega a superar nunca. Pasa la vida porque no tenemos más remedio, pero los recuerdos te vienen a la mente. Y viendo que no sacan nada en claro, es peor. Vas a muchos sitios y no te ayudan.”
José nota cada instante la ausencia de Ana María: “Tenemos la foto de ella en el salón y la vemos cada momento. Muchos días subimos al cementerio para ver la lápida, y la recordamos. Mi mujer lo lleva fatal. Yo noto que está muy decaída. Cuando habla con alguien se viene abajo. No puede ni hablar.”
La esperanza nunca se pierde, pero José se muestra pesimista: “Después de 22 años es muy difícil que algún día se sepa lo ocurrido. El caso se reabrirá si alguno de los autores confiesa. La esperanza está perdida. Si supiéramos quien fue, tendríamos la satisfacción de al menos conocer quién lo hizo y por qué. Queremos ver al autor u autores en la cárcel. Estoy seguro de que es gente que vive todavía en Puertollano.”