Carta del arzobispo de Valladolid: «Familia en camino y discernimiento»

Luis Argüello resume al camino pastoral de la diócesis, en el que la transmisión de la fe y la sinodalidad forman parte importante del plan

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Comienza el curso pastoral, y de nuevo es tiempo de siembra y de reiniciar el camino. Subrayo esta palabra, camino, porque la Iglesia convocada por el papa Francisco a un itinerario sinodal se descubre como pueblo peregrino, como pueblo entre los pueblos. Nosotros queremos decir este año como familia de familias, somos familia en camino y discernimiento.

La gran transformación social que estamos viviendo y que afecta a tantos aspectos de la vida de la Iglesia, pero también de la sociedad en la que vivimos, nos pide ese discernimiento para abrirnos a descubrir lo que Dios quiere en este momento. Por ello, en este curso pastoral, nos proponemos un marco de referencia para transitar la senda, para subrayar algunas acciones y, sobre todo, para distinguir lo que el Señor nos está pidiendo en el ahora de la vida eclesial y social.

En el primer lado del marco aparece como la cuestión más urgente y prioritaria la transmisión de la fe, que lleva consigo la realización de un primer anuncio; ese anuncio primordial que debe atravesar todo el ser, el vivir y el hacer de la Iglesia. Un primer anuncio que haga saltar la chispa, el deseo de ser creyente, y que refresque la vida de fe de todos aquellos que en algún momento se han alejado del camino. Por eso, el primer anuncio está ligado a la iniciación cristiana. Queremos transmitir la fe, anunciar el Evangelio e iniciar en la vida cristiana a aquellos que deseen conocer a Jesús. Y en este primer lado del marco pastoral estamos sin duda llamados a revisar nuestro Directorio de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana y a convocar con ímpetu a las familias para que se sientan implicadas en esa ‘apertura’ cristiana de sus hijos.

En segundo lugar, este pueblo en camino, este pueblo que se reconoce ‘sínodo’ (que es lo que quiere decir la palabra), desea seguir viviendo en la llamada del papa Francisco a hacer de la sinodalidad un estilo, una espiritualidad, pero también a transformarla en cauces concretos que expresen la vía compartida por pastores, laicos y vida consagrada en el peregrinar hacia el cielo. La sinodalidad reclama una formación permanente de los presbíteros y una formación también en los laicos; pide conductos concretos como el de poner funcionamiento de nuevo -y seguramente releer su significado- los consejos pastorales en la parroquia y en el arciprestazgo, y el Consejo Pastoral Diocesano.

Somos muy conscientes de que la sinodalidad supone que cada bautizado descubra que es una misión y que está llamado a realizar un servicio en el interior de la Iglesia y a vivir un testimonio en el mundo. En aras de favorecer ese servicio eclesial perseguimos dar los primeros pasos para instituir lectores, acólitos y catequistas. Son ministerios instituidos que el papa Francisco abre a hombres y mujeres, a bautizados, que desean de una forma especial expresar lo que la Palabra, la Eucaristía y la permanente catequesis nos reclaman para dar forma a nuestro corazón.

Sabemos bien que la sinodalidad pide de nosotros (como estamos experimentando en estos meses que llevamos trabajando juntos), algún otro cauce, alguna ‘alianza’ entre todos. Por eso queremos acoger la propuesta de la Acción Católica General que el Concilio ya nos presentó y que la Iglesia española, después del Congreso de Laicos, decidió intensificar vinculándola tanto al camino de la iniciación cristiana como la propuesta de continuidad comunitaria al final de la iniciación. Somos conscientes de que la iniciación cristiana -primer lado de nuestro marco de referencia- se realiza si hay comunidad que gesta nuevos cristianos acogiendo la acción del Espíritu Santo y comunidad que acoge a los nuevos cristianos.

El tercer flanco de nuestro camino, que es el que llamamos ‘familiarizar’ la pastoral, busca que tanto en la catequesis, como en la liturgia o la caridad, la importancia de la familia quede acreditada. Ya hemos comentado su papel en la catequesis de la iglesia; consigamos que en la liturgia, el domingo sea el encuentro de la familia de familias, de un pueblo que se reúne para rezar en comunidad el Padrenuestro, y que en la caridad, muchas de las personas que se acercan a los equipos de Cáritas o de otras realidades de ayuda y atención social de la Iglesia sean acogidas también en su situación familiar, en su realidad de techo, de trabajo o de las diversas necesidades que la familia viva su conjunto.

El último lado de nuestro ofrecimiento pastoral para este pueblo que camina, para este pueblo en salida, es la presencia pública misionera y caritativa de cada uno de nosotros, y también comunitariamente, en la sociedad en la que vivimos. Tenemos que hacer una lectura creyente del momento social, cultural y político convulso en el que estamos, y queremos animar a la presencia en los ambientes en los que se lleva a cabo la vida laboral, profesional y vecinal; en los colegios, en las asociaciones de padres…. Queremos, cómo no, que la acción caritativa, que el amor que acogemos en la Eucaristía de cada domingo, se exprese en el testimonio de cada católico, de cada cristiano y que también sepamos cómo manifestarlo en comunidad. Hacemos un llamamiento a quienes leen esta carta a dar el paso de integrarse en Cáritas, Manos Unidas, Justicia y Paz, Pastoral Obrera, Pastoral de Enfermos, de las Migraciones o la Penitenciaria, y a buscar juntos cómo concretar esa ‘Economía de Francisco’ que el Papa está tratando de diseñar en este momento de superación del sistema económico en el que vivimos; en nuestra Diócesis se ha puesto en marcha un pequeño ensayo que llamamos ‘Economía del compartir’.

Amigos, que el marco de referencia nos ayude a caminar juntos, a abrirnos a la salvación del Espíritu Santo, a preguntarle al Señor qué quiere de nosotros, y así seguir discerniendo y peregrinando hasta que Él vuelva.

+ Luis Argüello

Arzobispo de Valladolid

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