Carta del obispo de Ciudad Real: «María al servicio de los planes de Dios»

Ante este último domingo de Adviento, Gerardo Melgar nos propone a María como el más grande ejemplo de respuesta positiva a lo que Dios lpide en cada momento

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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En el tiempo litúrgico del Adviento, la liturgia nos ha ido presentando a los principales personajes que esperaron de una manera extraordinaria al Señor:

Nos ha presentado a los profetas, que ante la venida inminente de Cristo al mundo, denuncian el pecado del pueblo y llaman a la conversión y a prepararse para la llegada del Salvador.

Nos ha presentado a Juan el Bautista, el mayor de los hijos nacidos de mujer, que viene como precursor para preparar el camino al Señor que ya llega, que anuncia una llegada inminente y llama a prepararse para ello.

En este último domingo nos presenta al personaje más importante del Adviento, que vivió como nadie la llegada del Salvador, porque era su hijo, porque el Salvador nacería de ella: la Virgen María.

María se preparó para la llegada del Salvador al mundo con una actitud de plena disponibilidad y colaboración con los planes de Dios.

Por boca del ángel Gabriel, Dios le anuncia que va a ser la madre del Salvador, y ella que no acaba de entender los planes de Dios, sin embargo se fía de Él y se involucra plenamente en hacerlos realidad con su «sí», su «hágase en mí según tu palabra».

María es un modelo auténtico para nosotros de la espera del Salvador, y de fe en Dios y en el plan para salvar al hombre del pecado. Para ella lo más importante en su vida fue hacer la voluntad de Dios, escuchando atenta y con una actitud de generosidad y de disponibilidad lo que Dios pedía de ella, y ella respondió siempre con su sí generoso: «Hágase en mí según tu palabra».

Este sí generoso lo vivió y repitió María en todos los momentos de su vida, porque toda su vida fue una respuesta en fidelidad al gran amor que tenía a Dios: María, en todos los momentos de su vida, le dijo al Señor: «Hágase en mí según tu palabra».

Dios va a realizar el rescate y la salvación de la humanidad, hundida en el pecado, por su Hijo que se encarna como uno de nosotros, igual en todo menos en el pecado.

Y María se ofrece con toda la disponibilidad y generosidad al servicio al plan de Dios en todos los momentos de su vida.

Y en su vida va a haber momentos de gozo, cuando era fácil ser la Madre de Jesús:

Cuando a Jesús le siguen muchedumbres de personas, ella dice sí, hágase en mí según tu palabra.

Cuando tienen a Jesús como un gran predicador y profeta que hace milagros y la gente le sigue y lo buscan para que les cure.

En estos momentos de gozo, ella va a decir «hágase en mí según tu palabra».

Pero va a decir sí a Dios cuando el dolor y el sufrimiento aparecen en su vida:

Cuando le llega la hora del nacimiento y tiene que dar a luz a su hijo en un establo.

Cuando el anciano Simeón, en la presentación de Jesús en el templo, le dice que una espada de dolor atravesará el alma de María, ella sigue diciendo «hágase en mí según tu palabra».

Cuando Herodes busca a su hijo para matarlo y ella tiene que emigrar a Egipto.

Cuando acusan a Jesús de blasfemo.

Cuando lo persiguen y condenan.

Cuando lo encuentra tambaleándose por el peso de la cruz, desfigurada su figura.

Cuando muere en la cruz como el peor de los malhechores.

Cuando lo tiene muerto en sus brazos.

María es el más grande ejemplo de respuesta positiva a lo que Dios le pedía en cada momento.

Para ella la valoración de Dios y sus planes es lo primero y lo más importante.

Mirando a María no podemos dejar de preguntarnos por cómo es nuestra fe, cómo tratamos de responder cada uno de nosotros a las llamadas y a los interrogantes que Dios nos plantea, cómo y con qué generosidad respondemos a lo que Dios nos puede estar pidiendo en cada momento de nuestra vida.

+ Gerardo Melgar Viciosa

Obispo de Ciudad Real

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