Carta del obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo con motivo de la Jornada Mundial del Trabajo Decente

Con motivo de la jornada que se celebra hoy, el obispo de Salamanca destaca que «es la persona humana quien confiere dignidad a cualquier trabajo»

joseluisretana

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El día 7 de octubre celebramos la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, con el lema: “SIN COMPROMISO NO HAY TRABAJO DECENTE”.

El concepto de trabajo decente se ha ido instalando gradualmente en el discurso internacional y se refiere al “trabajo en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana”.

Un buen trabajo es aquel que cuida la dignidad de la persona.

La dignidad hace referencia al valor inherente del ser humano por el simple hecho de serlo en cuanto ser racional y dotado de libertad. Es el derecho que tiene cada ser humano de ser respetado y valorado como ser individual y social por el solo hecho de ser persona, independientemente de cualquier característica particular que pudiera poseer.

Y la dignidad del trabajo no reside en el tipo de trabajo que uno realiza sino en la persona humana que lo realiza. Por ello, es la persona humana quien confiere dignidad a cualquier trabajo y es el trabajador quién hace digno el trabajo. El trabajador debe por tanto siempre, tratar y ser tratado dignamente.

Se oponen a la dignidad humana los tratos humillantes, discriminatorios, la violencia y la desigualdad legal. Por tanto, para cuidar la dignidad de las personas en el trabajo debemos pensar siempre si nuestra acción, actitud u omisión está perjudicando en alguna u otra forma la dignidad del otro.

La dignidad implica además la libertad de trabajar y el derecho de acceder a un puesto de trabajo en igualdad de condiciones, sin discriminaciones de sexo, raza o creencia. Por tanto, por ejemplo, cada vez que una mujer es discriminada salarialmente o cada vez que un migrante es discriminado en cuanto a que no posee las mismas condiciones de trabajo que sus compañeros, es una falta a la dignidad humana. Cada vez que en un lugar de trabajo se pone en riesgo la vida de una persona por falta de sistemas de seguridad, es una falta grave a la dignidad humana, así como cada vez que alguien es víctima de acoso laboral.

La relación entre trabajo decente, igualdad y desarrollo sostenible es esencial. Hay que crear empleo, promover el empleo y generar oportunidades para que hombres y mujeres trabajen en libertad, igualdad, seguridad y dignidad. No se trata de tener un trabajo para tener un ingreso y un nivel de vida material. Se trata del trabajo como fuente de autoestima y de dignidad personal, de paz en la comunidad y de cohesión en la sociedad.

La promoción y defensa del trabajo decente ha sido un objetivo asumido por la Iglesia y se ha incorporado tanto a su magisterio social como a su práctica pastoral, y sus esfuerzos por la promoción del desarrollo humano. Un aspecto fundamental para la vida de millones de personas, como es el trabajo, tiene que convertirse también en una aspiración común para la Iglesia. Siendo importante, como Iglesia, informar, visibilizar y hacer llegar el mensaje por la defensa del derecho al trabajo decente.

El trabajo humano es parte del plan de Dios para el cultivo y cuidado de la creación, nos hace semejantes a Dios. Las personas, con nuestro trabajo, continuamos la obra creadora de Dios. Respondemos a la bella vocación que Dios nos da: crear, re-crear, trabajar. Por eso, hay que trabajar denunciando la concepción solo economicista y egoísta de las sociedades que descartan a millones de personas.

La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente, que comenzó su andadura en 2014 y está formada por organizaciones de inspiración católica y congregaciones religiosas, denuncian “que la precariedad y la inestabilidad laboral hacen que muchas personas, a pesar de tener un trabajo, no logren salir de la pobreza y que la generación de empleo mayoritariamente prioriza el beneficio económico, y “descarta” a las personas, principalmente mujeres, jóvenes y migrantes”.

Todos estamos llamados a la conversión personal y a trabajar juntos para que el respeto a la sagrada dignidad humana sea una realidad posible, en todas y para todas las personas, cada día. El desafío es tan grande que hacen falta muchas y diversas voluntades que sepan encontrar la unidad en la pluralidad para salvaguardar el valor del trabajo humano.

+ José Luis Retana

Obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo

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