Carta del obispo de Tarrasa: «Desgracias que suceden»

Cuando se han cumplido 60 de las inundaciones del Vallès Occidental, Salvador Cristau destaca la «reacción de solidaridad, de ayuda mutua que se produjo entre la gente»

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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El pasado 25 de septiembre se cumplieron 60 años de las terribles inundaciones que afectaron de manera especial a nuestros pueblos y ciudades del Vallès Occidental. Ante unos hechos como aquellos, cuando la naturaleza se desborda, los hombres quedamos impactados, sorprendidos. Porque las consecuencias de aquellos hechos son el sufrimiento de muchas personas, de muchas familias sin un techo, el hecho de perderlo todo, la muerte incluso.

Nosotros, los seres humanos, hemos sido creados por el mismo y único Dios que ha hecho el universo, que ha creado la naturaleza y nos maravillamos de su inmensidad y grandeza, de su orden, de su armonía. Formamos parte de la naturaleza, y ella en su conjunto, con el cielo, el agua, los árboles y los animales creados, forma parte también en cierto modo de nuestra vida.

Pero los hombres hemos sido creados, como dice San Ignacio de Loyola en el libro de los Ejercicios Espirituales, en medio de esta naturaleza, para alabarlo y glorificarlo: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor y, mediante ello, salvar su alma” (EE23).

Sin embargo, también nosotros, como el resto de la naturaleza, experimentamos la fuerza de la violencia interior, que a veces nos lleva a exteriorizarla con enfrentamientos y luchas que producen mucho dolor, que hacen mucho daño a nuestro alrededor.

Aún así, hay una diferencia fundamental y es que nosotros podemos y debemos controlar nuestras reacciones, nuestras emociones, cosa que la naturaleza no puede hacer y nosotros tampoco podemos dominarla por completo. En cambio, nosotros tenemos la libertad y la voluntad para hacer el bien y evitar el mal, para dominar nuestras impulsividades. Y esto significa que hay desgracias que son en parte inevitables como las de la naturaleza, como las de aquellas riadas de 1962, y otras que son evitables porque provienen de nuestra voluntad como las guerras y los enfrentamientos entre nosotros.

Ese día, hace 60 años, las previsiones meteorológicas avisaban ya de fuertes lluvias, aunque la realidad superó toda previsión, y sus consecuencias recayeron especialmente en algunas zonas del Vallès, como Terrassa, Rubí y Sabadell, aunque también, por supuesto, en otros lugares de Catalunya. Estas consecuencias fueron devastadoras, terribles. Casi un millar de fallecidos en total, puentes, carreteras, comunicaciones, casas hundidas, coches que fueron a parar al mar. No cabe duda de que fue una de las mayores catástrofes naturales vividas en nuestras tierras.

Pero hay un aspecto importante que no hay que olvidar y es la reacción de solidaridad, de ayuda mutua que se produjo entre la gente. Entre los afectados y entre otros muchos que se volcaron en ayudas de todo tipo. Solidaridad, servicio, ayudas de todo tipo son algunas de las reacciones positivas que se produjeron. Pocas repercusiones positivas desgraciadamente pueden sacarse de las guerras y de nuestras pequeñas o grandes luchas de poder entre nosotros.

Pocas consecuencias buenas pueden salir de la ambición, del afán de enriquecimiento a expensas de los hermanos, de las ansias de dominio. Pero estas desgracias que salen de nuestros corazones, y que provocan odios, enfrentamientos, rupturas, éstas sí que podríamos evitarlas convirtiendo nuestros corazones con la ayuda de la gracia de Dios.

Pedimos al Señor que nos conceda poder vivir en paz entre nosotros y ser de verdad solidarios, corresponsables los unos de los otros. Con San Francisco de Asís repitamos una vez más:” Señor, ¡hazme instrumento de tu paz” !

+ Salvador Cristau Coll

Obispo de Tarrasa

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