Ramón Mirada o el Padre Pachús: el chico problemático que acabó siendo sacerdote

Vivió una infancia y adolescencia bastante malas. Bailó con entre máscaras, con drogas, agresiones y robos. Se convirtió al cristianismo. Hoy es sacerdote

Ramón Mirada o el Padre Pachús: el chico problemático que acabó siendo sacerdote

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

6 min lectura

Aunque proviene de una familia cristiana, abandonó muy pronto el cristianismo. Es el segundo de dos hermanos. Se llama Ramón Mirada, aunque es conocido como“Pachús”. De pequeño, era creyente. Pero fue alejándose de Dios y experimentó un camino complicado.

Rebeldía, adicciones y delincuencia formaron parte de su vida durante muchos años. A pesar de todo, su familia siempre estuvo a su lado.

Como guiado por una blanca paloma, este hijo pródigo de nuestro tiempo, conoció el amor de Dios. Hoy es sacerdote de la Diócesis de Getafe. Contó su testimonio de conversión en Mater Mundi TV.

Caminando hacia el precipicio, vivió un "baile de máscaras" cometiendo muchos errores durante su adolescencia

Hasta su conversión, “Pachús” vivió un "baile de máscaras", según sus propias palabrasDurante años, no se atrevió a quitársela. Ocurrieron muchos sucesos en su vida en los que sufrió muchísimo, tropezó constantemente. Pero, con el apoyo de su familia, y la ayuda de un sacerdote, salió adelante.

De pequeño era tímido. Llegó a pensar que “aunque al principio Dios era mi amigo, lo había hecho mal conmigo... sentía que estaba muy solo. Mis hermanos traían a sus amigos a casa, yo no tenía con quien compartirlo. creía que, salvo mi familia, nadie me quería...había como un pesar en mi corazón...creía que mis hermanos hermanos eran más inteligentes, guapos, divertidos, sociables, deportistas y yo no tenía nada de eso... yo estaba acomplejado por los estudios. Mis hermanos eran todo de notazas y yo era de suspensos”

En el colegio no tuvo amigos hasta que entró un niño. Era un compañero con muchos problemas, pero con el que Pachús se sintió identificado. Por ello se hicieron amigos.

Se dio cuenta de que aquel chaval se aprovechaba de él: “yo me rebajaba donde hacía falta porque alguien me quisiera”. Incluso lo defendió cuando destrozó un trabajo que había hecho para la profesora.

La profesora lo riñó. Los compañeros se metieron con él. “Pachús” dejó de creer en Dios creyendo que le había traicionado: “mamá me ha enseñado que seguirte es amar al otro sin condiciones y lo he intentado. Pero recibo que la gente no me habla, a la gente no le gusto, la gente me pega, me insulta, y encima el chaval al que yo he dado mi corazón me hace esto” . Decidió apartarse de Dios.

Comenzó a rodearse de gente que pensaba que le aportaba algo “durante la adolescencia uno se pone la careta de lo que uno espera”. Pero, en realidad, era consciente de que no llegaría a serlo: “buscaba ser comprendido, ser valorado, pero no me llenaba”.

Los estudios le fueron mal, por ello estuvo en cuatro colegios. Además se mostró cada vez más agresivo con los compañeros. Se peleaba constantemente con ellos: “todos los días era peleas con unos, peleas con otros”.

Finalmente sus padres le enviaron a un colegio de Sigüenza. Pero allí también lo pasó muy mal: “el internado me sirvió para empeorar, me acabaron echando de allí..”

En aquel internado se sintió más solo que nunca. Sus compañeros le pegaban, se reían de él. Por ello, "Pachús" decidió: “o una de dos, dejo que se destruyan completamente, o me hago peor que ellos. Y escogí la segunda opción... a través de las drogas... me daba muchísimo dinero y muchísimo prestigio... pero perdí toda mi inocencia, me hicieron mucho daño”.

Se cambió de colegio. Volvió a estudiar en Madrid. Pero le pillaron con temas de drogas. Con tan sólo 16 años, ya no quería seguir viviendo: “Me llegué a dar tanta pena de lo que yo era que yo no quería seguir viviendo...tanto fracaso escolar, cuatro colegios... Mi madre, viéndome tan incompleto, arrodillo ante mí y me pidió que fuéramos a un sacerdote”.

Desde pequeño, su familia  había sufrido mucho con él. Sus padres y hermanos intentaban ayudarle, pero hasta aquel día, nunca se había dejado. Pero le impresionó ver a su madre tan conmovida  por él. Por ello, aceptó conocer al sacerdote.

Le presentó a Javier Siegrist, párroco del Santo Cristo de la Misericordia, en Boadilla del Monte, En cuanto le vio, le dio un fuerte abrazo y Pachús rompió a llorar: “Estaba viendo a un cura feliz. Sólo ese hecho ya me cambió, fue una de las cosas de las que Dios se sirvió para enamorar mi corazón. Me impactó que me diera un abrazo. Salvo mis padres, nadie más me había abrazado Pero, sobretodo, cuando tras confesarme, me dijo que mis pecados estaban perdonados. Me impactó que yo le contara barbaridades que había hecho y él me perdonara... me dijo ¿Y qué? Más grande es la misericordia de Dios...”

Se sobrecogió al ver que un sacerdote, sabiendo lo que había hecho, le perdonaba los pecados. También le impresionó que, Dios le amaba “no comprendía que aún hubiera sitio en el cielo para mí". Le conmovía que, a pesar de sus defectos y pecados, Dios no había cambiado la concepción que tenía sobre él". Su relación con Dios comenzó a ser distinta. Pasó de odiarle a amarle, a vivir todo el dia junto a Él. Comulgaba a diario, se confesaba con mucha asiduidad. En la parroquia pasaba muchas horas cada día. 

Poco después, “Pachús” se sintió llamado al sacerdocio. Aunque pensaba que no era digno: “no podía creerme que estas manos, que tantas veces han negado a Jesús, sean dignas de coger a Jesús en la Eucaristía, me pregunté ¿como quieres Señor sea sacerdote si yo no soy nadie... pero todo el rato Jesús me está diciendo que el amor es gratis... solo hace falta una cosa: que tengas un corazón gratuito. Si cobras por el amor, ya no amas realmente”.

Se dio cuenta de que Dios le estaba llamando a ser pescador de hombres: “Dios quería que yo fuera sacerdote. Lo que pasa es que yo tardé mucho tiempo en escucharle"

Entró en el Seminario de Getafe.Comenzó a usar zapatos la primera noche que pasó allí. Aunque nunca le habían gustado. Su madre le había hecho meterlos en la maleta, aunque él no quería. Ya en el Seminario, pensó ¿voy a ser el único tonto que no lleve zapatos?”.

En el Seminario  se sintió muy querido y acompañado: “cada uno de mis compañeros, mis formadores, eran verdaderos padres, fue una preciosidad recibir al Señor en la Eucaristía, poder rezar ante el sagrario, vivir junto al sagrario me parecía alucinante”.

Le costaron mucho los estudios. Tuvo que repetir varios cursos. Pero fue sacándolo poco a poco: “aunque tardara un año más, recibía un nuevo año de misericordia y regalo... como sacerdote iba a pasar toda la eternidad junto al Señor, me parecía alucinante...a Dios es al que quería darle toda mi vida”.

Se ordenó sacerdote en octubre de 2011. Actualmente es vicario parroquial en Santa María de la Inmaculada, en Alcorcón.

Años antes había comenzado una nueva vida para "Pachús". Una tarde de 2002 había regresado, como el hijo pródigo, a la casa del Padre. Desde entonces, se siente bendecido por Dios: “cada día veo como Jesús apuesta por mí, todos los días veo como va haciéndome santo. Ha puesto un camino para que yo pueda crecer en la fe... veo como mi vida es un milagro continuo ¿cómo no ser feliz ante un Padre que me quiere tanto?... y como una Madre, la Vírgen María, me ayuda tanto”.

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