'La Clínica': la celda donde Cristóbal Pérez auxiliaba a los cautivos de Cazalla en julio de 1936

Cristóbal será beato el 18 de noviembre. Farmacéutico de Cazalla, rebosaba caridad y bondad. Aún se conserva la carta de despedida que escribió a su esposa antes de ser fusilado

'La Clínica': la celda donde Cristóbal Pérez auxiliaba a los cautivos de Cazalla en julio de 1936

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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“Si llegara a morir, solo te encargo que me encomiendes mucho al Señor. Cuídate mucho, ten mucha presencia de ánimo, y no te amilanes”. Así se despedía por carta Cristóbal Pérez de su esposa durante su estancia en prisión hasta ser fusilado por las milicias en la localidad sevillana de Cazalla de la Sierra el 5 de agosto de 1936.

Junto a más de un centenar de vecinos, Cristóbal esperaba pacientemente el final de sus días, entre rezos, oraciones y el cuidado de quienes enfermaban en la cárcel por su condición de farmacéutico. El martirio que sufrió este fiel cristiano onubense le permitirá ser beatificado este sábado, 18 de noviembre, en la Catedral de Sevilla junto a otros 19 sacerdotes y laicos víctimas del odio a la fe en la España de los años treinta.

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Cristóbal Pérez nació en Alájar (Huelva) el 9 de diciembre de 1887. Nació en el seno de una familia formada. Ignacio Pérez Carabantes y Carmen Pascual fueron sus padres. Fruto de su amor nacieron sus cinco hijos.

Su infancia transcurrió en Granada, donde obtuvo el titulo de Bachiller y se licenció en Derecho, y luego se trasladó a Albacete, donde estuvo en el noviciado de los jesuitas durante un año, pero lo abandonó al caer enfermo.

En 1921 llegó a Cazalla de la Sierra para hacerse cargo de la farmacia que hasta ese momento había regentado su hermano Cástulo. Dos años más tarde obtuvo la licenciatura de Farmacia. El 17 de marzo de 1924, con 36 años, contrajo matrimonio con Purificación Rodrigo Gómez, de 32 años. Tuvieron un hijo, Cristóbal que murió a las pocas horas.

Su labor caritativa como farmacéutico le hizo ser conocido como el 'padre de los pobres'

Cristóbal también se comprometió con la política de su pueblo, siendo concejal del Ayuntamiento de Cazalla de la Sierra durante la dictadura de Primo de Rivera desde el 6 de abril de 1924. No obstante, apenas ejerció dos meses esta responsabilidad pública, ya que presentó su renuncia el 8 de junio por el desacuerdo en el modo de proceder caciquil de la autoridad militar del Partido Judicial.

Cuando arreció el temporal laicista de la Segunda República, fue propuesto por el cardenal de Sevilla en abril de 1932 miembros de la Junta Parroquial de Subsidios para Culto y Clero, creada para sostener a la Iglesia local y diocesana al ser suprimido el presupuesto estatal para ello. De esta manera, no renunció a su compromiso como cristiano.

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Pero si por algo es recordado Cristóbal Pérez en Cazalla de la Sierra es por sus profundas creencias religiosas y la caridad que rebosó desde su farmacia. Ejerció un verdadero apostolado en favor de los más necesitados. Tanto es así que le llamaban 'padre de los pobres', lo que le granjeó cierta enemistad con otros profesionales farmacéuticos de la zona, ya que proporcionaba gratis las medicinas a aquellos que no podían asumir su coste.

En la semblanza que se hace del futuro beato se puede leer lo siguiente: “Abogado y farmacéutico. Tengo que detener la pluma para pensar antes con detenimiento, la frase que a este hombre singular le corresponde, porque mi interés en presentarlo, quisiera fuera en relación a la excelsitud de su continua caridad e imponderables cualidades. Es opinión genérica que los farmacéuticos ganen y hacen buen negocio en la expedición de sus artículos, pero esta manera de enjuiciar no encajaba en nuestro inolvidable y bondadísimo D. Cristóbal, porque no llegaba el que fuese a su establecimiento, que si anteponía sus lamentos y privaciones, no se llevase gratuitamente la medicina o el específico, y por ventura le refería, dada la situación social del paro, su precario estado económico, iba doblemente socorrido con el dinero que constantemente vertían sus caritativas manos”.

Cristóbal es detenido tras la sublevación militar: su celda es conocida como 'La Clínica'

Cuando estalla la Guerra Civil Española con la sublevación militar del 18 de julio de 1936, su viuda declaró que fue detenido en su domicilio un día más tarde por un grupo de hombres, siendo conducido a la cárcel de Cazalla donde estuvo detenido hasta el 5 de agosto, cuando fue fusilado.

La celda en la que estuvo preso Cristóbal fue conocida como 'La Clínica', ya que desde ahí continuaba con su atención farmacéutica, ahora con los presos: “Sufría uno de los presos lipotimias que le hacían perder el sentido durante bastante tiempo, y hubo verdaderas complicaciones para que se pudiera conseguir de los rojos la asistencia necesaria del servicio médico, si bien dado el desprendimiento del antes citado D. Cristóbal Pérez Pascual, este nos proveía de los medicamentos más indispensables, ya que paulatinamente fue aprovisionándose y constituyendo en su celda un buen repuesto botiquín”, se recoge en los textos que reflejados en el libro 'Mártires de la persecución religiosa en la archidiócesis de Sevilla'.

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La carta con la que se despedía de su esposa antes de ser fusilado

El tiempo también lo aprovechaba para rezar el Rosario y compartir con el resto de presidiarios sus vivencias religiosas. Al poco de ingresar en la cárcel, el 22 de julio, Cristóbal escribió a su esposa pidiendo que se encomendase al Señor en la creencia cierta de que se acercaba su fin.

“Pura, escribo estas líneas que puede ser que permita Dios Nuestro Señor, que sean las últimas que te dirija, ya que la situación se agrava por momentos e ignoramos el final de todo esto. A la persona que te entregue este papel le das en mi nombre 200 pesetas. Despídeme de mi padre, de mis hermanos y sobrinos y demás familia. Despídeme de tu madre, de las niñas y sobre todo de mi Concha a la que le envío todo mi cariño, de mis amigos, en fin me despido de ti. A ti nada te digo. Si llegara a morir, solo te encargo que me encomiendes mucho al Señor, Cuídate mucho, ten mucha presencia de ánimo, y no te amilanes. Reza por todos nosotros y quiera el Señor que esta sangre vertida, sea para la salvación de la Patria”.

Sobre las 15h del 5 de agosto de 1936, se consumó su final.