Francisco Pérez, el obispo al que una grave enfermedad le impidió ser misionero y recibió un último encargo de Juan Pablo II antes de morir
El arzobispo emérito de Pamplona y Tudela ha repasado en TRECE sus años de infancia, su etapa como Castrense o director de Obras Misionales Pontificias, así como los desafíos a los que se enfrenta la sociedad del mañana
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Francisco Pérez volvería a ser cura si pudiese volver a su etapa de juventud. No es de extrañar, teniendo en cuenta que descubrió su vocación a los ocho años, durante las catequesis del Padre Emiliano, el párroco del pueblo de su infancia, Frandovínez, a unos quince kilómetros de Burgos.
Antes incluso fue monaguillo y, cuando Francisco Pérez comentó a su madre que quería ser sacerdote, no lo comprendió aunque terminó por aceptarlo. Se ordenó presbítero en 1973. Luego llegaría la toma de posesión episcopal para ser obispo de Osma-Soria, Arzobispo Castrense y arzobispo de Pamplona y Tudela, diócesis de la que es actualmente su obispo emérito.
Pérez nació a finales de la década de los cuarenta, en una España en blanco y negro pero que recuerda como los años más felices de su vida, gracias al amor que le transmitieron sus padres tanto a él como a sus dos hermanas mayores.
“Mi padre era carpintero y mi madre SL, sus labores. Ella nos hacía el pan, vivíamos de forma humilde y pobre porque era época en la que había racionamiento, pero para mí fueron los más bellos de mi vida porque aprendí de mi familia a amar, amar a Dios, a la Virgen y entre nosotros. Tengo dos hermanas mayores, la mayor con Alzheimer y la mediana es Hija de la Caridad tras sentir la llamada”, ha explicado Francisco Pérez en el programa 'Eméritos'.
Hoy los tiempos han cambiado, hay una crisis de vocaciones que, a juicio del arzobispo emérito de Pamplona, se debe en parte a los mensajes nocivos que reciben los jóvenes de hoy, aunque no solo en España, sino en el resto del planeta.
“Recuerdo ir a África y ver a dos chicas que iban por un camino de barro y las dos con móvil. Hoy en día puede ser pernicioso si uno confía en la tecnología demasiado. Hay que buscar la interioridad, tener momentos para encontrarse con uno mismo, y ese silencio es un silencio donde Dios te habla. El joven cuando encuentra esto se ve un reflorecer. Todos tenemos sed de felicidad pero en la droga y el sexo no se va a encontrar”, ha subrayado.
Los males que afectan a los jóvenes: "Están ansiando encontrar un sentido a su vida"
Durante su etapa como arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez llevó a cabo iniciativas para favorecer las vocaciones o, al menos, acercar a Cristo a los jóvenes: “En la parroquia de San Lorenzo de Pamplona, dije que todos los meses había que tener una relación de oración con Jesús Eucaristía. Los grupos parroquiales se turnaban para los cantos y durante una hora, el primer viernes de mes, había encuentro de oración, de silencio y sacerdotes confesando. Asistían unos 200 o 300 jóvenes”, ha explicado.
Y es que para el arzobispo emérito de Pamplona, factores como el egoísmo, el materialismo o el pansexualismo están siendo empleados por muchos jóvenes para alcanzar la felicidad, cuando el ser humano, opina, “está ansiando encontrar un sentido a su vida, y solo puede hacerlo Jesucristo. Es el único que puede dar sentido a su vida”, ha recalcado.
Esta búsqueda de sentido alternativa a Dios, está provocando daños importantes como la soledad o los trastornos de salud mental: “Hay mucha soledad y la soledad no se llena con cosas, ni con idealismos falaces, ni con futuros paraísos. No existe, existe el hoy, el ahora, quién soy yo, qué significa mi vida y hacia dónde voy. Eso que es tan sencillo es lo que único que sustenta tu vida”, ha argumentado.
La polarización es otra de las preocupaciones de Francisco Pérez, y que se hace patente en ámbitos sociales, políticos o culturales. De ahí que el arzobispo haya abogado en 'Eméritos' por “buscar más lo que nos une que lo que nos separa”. Y es que para Pérez, la mayor de las enfermedades sociales es perder “el sentido de la trascendencia”.
el último mensaje que transmitió Juan pablo II a Francisco pérez como arzobispo castrense
También ha recordado su etapa como Arzobispo Castrense de España desde 2003 y hasta 2007. Ha reconocido que el mundo militar le era ajeno, ya que “ni siquiera hice la mili porque los seminaristas estaban exentos”.
Aún recuerda, más de dos décadas después, cuando Juan Pablo II le propuso este cargo: “Le dije que estaba disponible donde me mandaran. Lo más importante era estar al lado de los vigilantes de la paz”.
En este sentido, Francisco Pérez recuerda que Karol Wojtyła tenía conocimientos del mundo castrense, ya que su padre era Coronel de Caballería del ejército Austrohúngaro: “Pocos días antes de morir me dijo 'cuídeles y lléveles ese espíritu de Jesús para que sean vigilantes de la paz”, ha subrayado.
Los misioneros, la debilidad de Francisco Pérez: "Ellos lucen pero no se lucen"
Durante una década, de 2001 a 2011, Francisco Pérez fue director nacional de Obras Misionales Pontificias, un ámbito que no le es ajeno, ya que con treinta años estuvo a punto de marcharse a las misiones, concretamente a África, pero no pudo ser debido a una enfermedad que le tuvo hospitalizado tres años.
“Preguntaba al Señor cómo es posible que yo, queriendo llevar el Evangelio, hayas permitido esta enfermedad en mi vida. Un día ya no le cuestioné, le dije al Señor que yo estoy disponible donde tu quieras y como tu quieras. Nunca pensé ser obispo, pero los caminos de Dios son distintos a los que uno quiera”, ha sostenido.
Sobre los misioneros, para el arzobispo emérito de Pamplona son personas “valientes, más aún heroicas”, ya que siempre permanecen en lugares con dificultades frente a “los que vienen por dinero, que siempre se van”.
“Hay un amor grande de entrega. Ellos lucen pero no se lucen. Si salieran en los medios de comunicación todo lo que hacen nos quedaríamos sobrecogidos. No están allí para lucirse, sino para entregarse, para perderse entre la gente”, ha expresado Pérez para ensalzar a los misioneros.
A su vez, considera que el objetivo de la Iglesia es “una evangelización integral”, que no solo se preocupe de lo espiritual, "sino también de aquello que es amor a los pobres y darles de comer, propiciar trabajo, que encuentren sentido a su vida”, ha precisado.