La historia del príncipe que lo dejó todo para ser sacerdote y que acabó siendo beato

El joven príncipe, después de haberse encontrado con San Juan Bosco, tuvo claro que su futuro era el camino sacerdotal

La historia del príncipe que lo dejó todo para ser sacerdote y que acabó siendo beato

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Hoy os queremos contar la historia de un sacerdote salesiano que decidió renunciar a su derecho a una vida de reyes para convertirse en un servidor de Cristo. Esta es la historia del Beato Augusto Czartoryski que nació en París, el 2 de agosto de 1858. Sus padres se encontraban exiliados en Francia por una situación política difícil en su oriunda Polonia. Ellos eran el príncipe polaco Ladislao Czartoryski y la duquesa española María Amparo Muñoz y Borbón.

Poco a poco el joven se iba aburriendo de su vida política y aristocrática. Él no había tardado mucho en darse cuenta de que no estaba hecho para la vida de la corte. A los veinte años, escribiendo a su padre, le decía entre otras cosas, aludiendo a las fiestas mundanas, a las que se veía obligado a tomar parte: “Le confieso que estoy cansado de todo esto. Son diversiones inútiles que me angustian. Me molesta estar obligado a hacer conocimientos en tantos banquetes”.

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La influencia del santo polaco Rafael Kalinowski

El joven chico empezó a cuestionar su vocación, y tuvo una gran influencia de otro santo polaco, Rafael Kalinowski, canonizado por San Juan Pablo II en 1991, quien fue su profesor por 3 años. Mucho influyó sobre el joven príncipe su preceptor José Kalinowski. Éste – canonizado por Juan Pablo II en 1991 – había sufrido diez años de trabajos forzados en Siberia, y se hará después Carmelita. Fue preceptor de Czartoryski sólo por tres años (1874-1877), pero dejó en él su huella. Es él quien nos hace saber que quienes orientaron al príncipe en su búsqueda vocacional fueron sobre todo las figuras de san Luis Gonzaga y de su compatriota san Stanislao Kostka. Estaba entusiasmado del lema de este último: “Ad maiora natus sum”. “La vida de san Luis del P. Cepari que me mandaron de Italia – escribe después Kalinowski – tuvo eficacia resolutiva en el progreso espiritual de Augusto y le abrió el camino a una más fácil unión con Dios”.

Sin embargo, nada fue tan impactante para él como haber conocido, a sus 25 años, al mismo San Juan Bosco. Augusto tenía 25 años, cuando lo conoció. Esto sucedió en París, precisamente en el palacio Lambert, donde el Fundador de los Salesianos celebró la Mesa en el Oratorio de la familia. Ayudaban en el altar el príncipe Ladislao y Augusto. “¡Desde hace mucho tiempo deseaba conocerlo!”, le dijo don Bosco a Augusto. Desde aquel día Augusto vio en el santo educador al padre de su alma y al árbitro de su porvenir.

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La convicción​ de ser llamado a ser salesiano

Ahora, después del encuentro con don Bosco, Augusto no sólo sintió que se reforzaba su vocación al estado religioso, sino que tuvo la clara convicción de ser llamado a ser salesiano. Y en efecto de ahora en adelante “en cuanto su padre se lo permitía – escribe don Ceria – Augusto iba a Turín para encontrarse con don Bosco y recibir sus consejos. Hizo también varios cursos de Ejercicios Espirituales bajo la dirección del Santo, tomando habitación en el Oratorio, con gran molestia para él por la falta de comodidad”.

Don Bosco había llegado a ser pues el punto de referencia para el discernimiento vocacional del joven. El Santo sin embargo tuvo siempre una actitud de gran cautela sobre la aceptación del príncipe en la Congregación. Será en cambio el Papa León XIII en persona, quien resolverá toda duda. Reconociendo la voluntad de Augusto, el Papa concluyó: “Decid a don Bosco que es voluntad del Papa que os reciba entre los Salesianos”. “Muy bien, mi amigo”, respondió inmediatamente don Bosco, “yo lo acepto. Desde este instante, usted forma parte de nuestra Sociedad y deseo que pertenezca a ella hasta la muerte”.

El 24 de noviembre de 1887 hace la vestición en la Basílica de María Auxiliadora por manos de don Bosco. “Ánimo, mi príncipe - le susurra el Santo al oído -. Hoy hemos alcanzado una magnífica victoria. Pero puedo también decirle, con gran alegría, que vendrá un día en el que usted será sacerdote y por voluntad de Dios hará mucho bien a su patria”.

Su ordenacion sacerdotal

Después de 2 años de preparación, y después de la muerte de Don Bosco, fue ordenado sacerdote salesiano el 2 de abril de 1892. Cuando la tuberculosis, enfermedad que había padecido la madre, manifestó en él sus primeros síntomas, comenzó para Augusto una larga y forzosa peregrinación en busca de la salud, que nunca recuperará: Italia, Suiza, Egipto, España fueron las principales estaciones de su vagar.

Pero no era la salud el principal objetivo de su búsqueda: coexistía en su ánimo juvenil otra búsqueda mucho más preciosa, la de su vocación. Sin embargo, por la exigencia de la vida sacerdotal, y debido a una enfermedad, el sacerdocio duró solo 1 año, pues el Beato murió.

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La muerte a los 35 años

Se apagó en Alassio la tarde del sábado 8 de abril de 1893, en la octava de Pascua, sentado en el sillón que había usado don Bosco. “¡Qué hermosa Pascua!”, había dicho el lunes al hermano que lo asistía, sin imaginar que el último día de la octava lo habría celebrado en el paraíso. Tenía treinta y cinco años de edad y cinco de vida salesiana.

Sus restos fueron trasportados a Polonia y sepultados en la cripta parroquial de Sieniawa, junto a las tumbas de familia, donde un día Augusto había hecho su primera comunión. Sucesivamente sus despojos fueron trasladados a la iglesia salesiana de Przemysl, donde se encuentran aún hoy.

La cuenta de Twitter de “Church in Poland” (“Iglesia en Polonia”) escribió le dedicó un tuit el 2 de agosto, día en que se conmemora a este beato:

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