Lectio divina 3 Lunes Adviento (16-12-2013), por Ángel Moreno de Buenafuente

Lectio divina 3 Lunes Adviento (16-12-2013), por Ángel Moreno de Buenafuente

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Lectio divina 3 Lunes Adviento (16-12-2013), por Ángel Moreno de Buenafuente

La liturgia de la Palabra para la lectio divina del 3 Lunes Adviento (16-12-2013) es Núm 24, 2-7. 15-17a; Sal 24; Mt 21, 23-27

Iluminación

"Oráculo de Balaán, hijo de Beor,

oráculo del hombre de ojos perfectos;

oráculo del que escucha palabras de Dios

y conoce los planes del Altísimo,

que contempla visiones del Poderoso,

en éxtasis, con los ojos abiertos:

Lo veo, pero no es ahora,

lo contemplo, pero no será pronto:

Avanza la constelación de Jacob,

y sube el cetro de Israel."

Recepción de la Palabra

Somos propicios a adelantar calamidades con la imaginación. Nos sometemos a nosotros mismos a presiones injustas por pronosticar tiempos difíciles. En momentos de prueba perecemos por proyectar la aspereza sin límite.

¿Por qué no dejamos paso a la luz? ¿Por qué no dar crédito a la esperanza? ¿Por qué no confiar en las promesas?

Los que tienen los ojos abiertos por la fe son capaces de vislumbrar un horizonte de luz, aun en la oscuridad, y de adelantar el alivio que ofrece la Palabra -"Dios no nos prueba más de lo que podamos resistir"-, para soportar con valor la encrucijada.

Los profetas, enviados como mensajeros de lo alto, han sabido consolar con imágenes positivas en circunstancias aciagas y así han sostenido la esperanza de los humildes.

No es un ejercicio engañoso la esperanza teologal. Se funda no solo en la visión de los profetas o en la experiencia de los místicos, sino en la misma revelación divina, en la Palabra comprometida por Dios.

La promesa favorable es verdad, aunque no la tengamos a la mano. Aunque si damos fe a los acontecimientos de la Historia de Salvación, no vivimos solo como quienes aguardamos un Mesías, sino como quienes creen en Jesucristo, Luz del mundo, que ha transfigurado la realidad de la carne y la ha divinizado.

Atrévete a mirar al horizonte; divisa, aunque sea a lo lejos, el rayo de luz, la aurora boreal, o el lucero de la mañana, el Sol que nace de lo alto, y derribarás el pensamiento obsesivo, que intenta secuestrarte en la negatividad intrascendente.

Los que han creído nos confirman que no han quedado confundidos. El anciano Simeón entonó un cántico, que la Iglesia hace suyo cada noche: "Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador. Luz para alumbrar a las naciones".

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