El Papa pide "recordar a los desplazados de Palestina" y anima “a rezar por los sacerdotes de los países en guerra”

En la Audiencia General, Francisco ha confiado la lectura de la catequesis a un funcionario de la Secretaría de Estado debido a la dificultad para hablar por un "fuerte resfriado"

Papa francisco

Francisco se disculpa por no poder leer la catequesis

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Este primer miércoles de febrero día 5, el Papa Francisco no ha podido leer la catequesis de la audiencia general a causa de un "un fuerte resfriado", y pidió disculpas a los fieles reunidos en el aula Pablo VI del Vaticano. "Pido perdón, porque con este fuerte resfriado me es difícil hablar", dijo el papa, que pidió a un colaborador que leyese su catequesis durante la audiencia. 

Eso sí, después tomó la palabra para los tradicionales saludos a los peregrinos en varios idiomas y también para la síntesis en español. “En este Jubileo los invito a elevar a Dios el canto del Magníficat, como María, recordando con gratitud las grandes cosas que Él ha hecho en nuestra vida. Que Jesús los bendiga y la Virgen los proteja”.

REZAR POR PALESTINA Y POR LOS SACERDOTES EN PAÍSES en guerra

Al final de la Audiencia, también ha hecho un llamamiento para recordar y pensar en los desplazados de Palestina, después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmase que “tomará el control” de la franja de Gaza a largo plazo y la reconstruirá, convirtiéndola en la nueva "Riviera de Oriente Medio", tras el reasentamiento permanente de los palestinos en otros países. 

"Pensamos en los países que sufren la guerra: la atormentada Ucrania, Israel, Jordania, tantos países que sufren allí. Recordemos a los desplazados de Palestina y recemos por ellos", afirmó Francisco.

En otro llamamiento, el Papa también animó "a rezar por los sacerdotes y consagrados que desempeñan su ministerio en países pobres y devastados por la guerra, especialmente en Ucrania, Oriente Medio y la República Democrática del Congo. Para muchos, esta presencia es la prueba de que Dios siempre se acuerda de ellos".

El oficial de la Secretaría de Estado que leyó la catequeis del Papa

El oficial de la Secretaría de Estado que leyó la catequeis del Papa

EL EJEMPLO DE MARÍA

En la lectura, que ha sido confiada al padre Pierluigi Giroli, el funcionario de la Secretaría de Estado, en María, un ejemplo a imitar, una mujer que no duda en ofrecer su disponibilidad a Dios, que se proyecta hacia el otro y a través de la cual descubre que toda alma que cree y espera “concibe y engendra la Palabra de Dios”.

Concretamente en el “misterio de la Visitación”, cuando María visita a Isabel, y en los rasgos de la Virgen, que después de su asombro por lo que le había anunciado el ángel, se pone en camino, sin miedo a los peligros ni a los juicios de los demás, y empujada por el amor va a ayudar a un pariente. Pero también Jesús que “en el seno materno” visita a su pueblo.

María, que no teme los peligros ni los prejuicios

María, “después de su asombro y admiración ante lo que le anuncia el Ángel, no elige protegerse del mundo, no teme los peligros y los juicios de los demás, sino que sale al encuentro con los demás”.

Cuando una persona se siente amada, experimenta una fuerza que pone en movimiento el amor; como dice el apóstol Pablo, “el amor de Cristo nos posee”, nos impulsa, nos mueve. María siente el impulso del amor y acude a ayudar una mujer que es pariente suya, pero también una anciana que, tras una larga espera, acoge un embarazo inesperado, difícil de afrontar a su edad. Pero la Virgen acude a Isabel también para compartir su fe en el Dios de lo imposible y la esperanza en el cumplimiento de sus promesas.

El oficial de la Secretaría de Estado que leyó la catequeis del Papa

Vatican Media

El oficial de la Secretaría de Estado que leyó la catequeis del Papa

El Magnificat, alabanza a Dios llena de fe, esperanza y alegría

El encuentro entre las dos mujeres produce un impacto sorprendente: la voz de la “llena de gracia” que saluda a Isabel provoca la profecía en el niño que la anciana lleva en su vientre y suscita en ella una doble bendición: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!” Y también una bienaventuranza: “¡Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá!”.

Ante al reconocimiento de la identidad mesiánica de su Hijo y de su misión como madre, María no habla de sí misma sino de Dios y eleva una alabanza llena de fe, esperanza y alegría, un canto que resuena cada día en la Iglesia durante la oración de las Vísperas: el Magnificat.

Un canto de redención

Esta alabanza al Dios Salvador, que brota del corazón de su humilde sierva, “es un solemne memorial que sintetiza y cumple la oración de Israel” y está entretejida de resonancias bíblicas, signo que María no quiere cantar ‘fuera del coro’ sino sintonizar con los padres, exaltando su compasión por los humildes, esos pequeños a los que Jesús en su predicación declarará “bienaventurados”. 

El Magnificat es también “un canto de redención, que tiene como trasfondo la memoria de la liberación de Israel de Egipto”. María canta la gracia del pasado, pero es la mujer del presente que lleva en su vientre el futuro.

Un grupo de niñas de un colegio francés escucha la catequesis del Papa

Un grupo de niñas de un colegio francés escucha la catequesis del Papa

La obra divina para la salvación de los hombres

En el cántico hay dos partes, especifica además Francisco: la primera, “alaba la acción de Dios en María, microcosmos del pueblo de Dios que se adhiere plenamente a la alianza”, la segunda “recurre la obra del Padre en el macrocosmos de la historia de sus hijos, a través de tres palabras clave: memoria – misericordia – promesa”.

El Señor, que se inclinó sobre la pequeña María para hacer en ella "grandes cosas" y convertirla en la madre del Señor, comenzó a salvar a su pueblo desde el éxodo, recordando la bendición universal prometida a Abraham. El Señor, Dios fiel para siempre, ha derramado un torrente ininterrumpido de amor misericordioso "de generación en generación" sobre el pueblo fiel a la alianza, y ahora manifiesta la plenitud de la salvación en su Hijo, enviado para salvar al pueblo de sus pecados.

En el Magnificat está toda la obra de la redención de Dios, “desde Abraham hasta Jesucristo y la comunidad de los creyentes”, concluye Francisco, exhortando finalmente a pedir “al Señor la gracia de saber esperar el cumplimiento de todas sus promesas” y también “que nos ayude a acoger en nuestras vidas la presencia de María”.