La histórica bendición 'Urbi et Orbi' ante una Plaza de San Pedro vacía: "Estamos todos en la misma barca"
El 27 de marzo de 2020, el Papa Francisco impartió la bendición extraordinaria para pedir a todos remar en la misma barca en la lucha contra la covid-19: "Nadie se salva solo"
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El 27 de marzo de 2020 los cimientos del mundo temblaban después de que la covid-19 nos encerrara en casa. Los hospitales colapsaban, las muertes diarias a causa del virus se contaban por miles en Europa y la economía quedó paralizada en la práctica totalidad.
En este contexto de incertidumbre, el Papa Francisco impartió una bendición 'Urbi et Orbi' histórica y extraordinaria -normalmente se imparte el Domingo de Pascua y el Día de Navidad- ante una Plaza de San Pedro completamente vacía y lluviosa para pedir a todos remar en la misma barca para luchar contra la pandemia que costó la vida a millones de personas en todo el mundo.
"En esta barca estamos todos"
La humanidad fue sorprendida por una "tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca estamos todos", manifestó aquella tarde el Santo Padre.
Como puso de relieve el obispo de Roma, la cotidianidad fue puesta en jaque, y que demostraba que todos los individuos éramos frágiles y dependientes unos de otros, por lo que no tenía sentido “seguir cada uno por su cuenta, sino sólo juntos y que nadie se salva solo”.
Durante la bendición 'Urbi et Orbi' extraordinaria, Francisco reivindicó la labor de miles de personas que pusieron en riesgo su vida para mejorar la del prójimo, como médicos, enfermeros o reponedores de supermercado, cuidadores o limpiadoras. Personas que, como decía el Papa, no aparecían en portadas de revistas, pero que infundían esperanza.
"Esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede"
Francisco lo comparaba aquel 27 de marzo de 2020 con la actitud de Jesús, que permanecía en la popa de la barca, en la parte que primero se hunde, mientras los discípulos estaban "alarmados y desesperados" preguntándose si aún les importaba.
"Entre nosotros, en nuestras familias, lo que más duele es cuando escuchamos decir: ¿Es que no te importo?. Es una frase que lastima y desata tormentas en el corazón. También habrá sacudido a Jesús, porque a Él le importamos más que a nadie. De hecho, una vez invocado, salva a sus discípulos desconfiados", recalcó.
De este modo, el Sucesor de Pedro puso el acento en que la tempestad desenmascara la vulnerabilidad y deja al descubierto esas "falsas y superfluas seguridades" con las que se construyen las agendas y proyectos.
"Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos", subrayó.
Así las cosas, el Santo Padre afirmaba que los seres humanos no son autosuficientes y solos se hunden. "Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo", instó.