AUDIENCIA DEL MIÉRCOLES, 11 DE OCTUBRE DE 2017
Francisco anima a confiar en Cristo y a rezar el Rosario por la paz
Muchos han sido los peregrinos que han acudido esta mañana a la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia del Papa Francisco en este miércoles, 11 de octubre, en el que la Iglesia recuerda a Santa Soledad Torres Acosta fundadora de las Siervas de María y en la víspera de la Virgen del Pilar. En su catequesis el Pontífice ha continuado hablando sobre la esperanza como vigilancia para que cuando vuelva el Señor nos encuetre en vigilante espera. Estas fueron sus palabras:
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera detenerme en aquella dimensión de la esperanza que es la espera vigilante. El tema de la vigilancia es uno de los hilos conductores del Nuevo Testamento. Jesús predica a sus discípulos: «Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta» (Lc 12,35-36). En este tiempo que sigue a la resurrección de Jesús, en el cual se alternan en continuación momentos serenos y otros angustiantes, los cristianos no descansan jamás. El Evangelio exige ser como los siervos que no van jamás a dormir, hasta que su señor no haya regresado. Este mundo exige nuestra responsabilidad, y nosotros la asumimos toda y con amor. Jesús quiere que nuestra existencia sea laboriosa, que bajemos jamás la guardia, para recibir con gratitud y maravilla cada nuevo día donado por Dios. Cada mañana es una página blanca que el cristiano comienza a escribir con las obras de bien. Nosotros hemos ya sido salvados por la redención de Jesús, pero ahora esperamos la plena manifestación de su señoría: cuando finalmente Dios será todo en todos (Cfr. 1 Cor 15,28). Nada es más cierto, en la fe de los cristianos, de esta “cita”, este encuentro con el Señor, cuando Él regrese. Y cuando este día llegará, nosotros cristianos queremos ser como aquellos siervos que han pasado la noche ceñidos y con las lámparas encendidas: es necesario estar listos para la salvación que llega, listos para el encuentro. Ustedes, ¿han pensado cómo será este encuentro con Jesús, cuando Él regrese? ¡Será un abrazo, una alegría enorme, un gran gozo! Este encuentro: nosotros debemos vivir en espera de este encuentro.
El cristiano no está hecho para el aburrimiento; en todo caso para la paciencia. Sabe que incluso en la monotonía de ciertos días siempre iguales está escondido un misterio de gracia. Existen personas que con la perseverancia de su amor se convierten en pozos que irrigan el desierto. Nada sucede en vano, y ninguna situación en la cual un cristiano se encuentra inmerso es completamente refractaria al amor. Ninguna noche es tan larga de hacer olvidar la alegría de la aurora. Y cuando más oscura es, más cerca está la aurora. Si permanecemos unidos a Jesús, el frio de los momentos difíciles no nos paraliza; y si incluso el mundo entero predicara contra la esperanza, si dijera que el futuro traerá sólo nubes oscuras, el cristiano sabe que en ese mismo futuro existe el regreso de Cristo. ¿Cuándo sucederá esto? Nadie sabe el tiempo, no lo sabe, pero el pensamiento que al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso, basta para tener confianza y no maldecir la vida. Todo será salvado. Todo. Sufriremos, habrán momentos que suscitan rabia e indignación, pero la dulce y poderosa memoria de Cristo expulsará la tentación de pensar que esta vida es equivocada.
Después de haber conocido a Jesús, nosotros no podemos hacer otra cosa que observar la historia con confianza y esperanza. Jesús es como una casa, y nosotros estamos adentro, y por las ventanas de esta casa nosotros vemos el mundo. Por esto, no nos encerremos en nosotros mismos, no nos arrepintamos con melancolía un pasado que se presume dorado, sino miremos siempre adelante, a un futuro que no es sólo obra de nuestras manos, sino que sobre todo es una preocupación constante de la providencia de Dios. Todo lo que es opaco un día se convertirá en luz.
Y pensemos que Dios no se contradice a sí mismo. Jamás. Dios no defrauda jamás. Su voluntad en relación a nosotros no es nublada, sino es un proyecto de salvación bien delineado: «porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4). Por lo cual no nos abandonemos al fluir de los eventos con pesimismo, como si la historia fuese un tren del cual se ha perdido el control. La resignación no es una virtud cristiana. Como no es de los cristianos levantar los hombros o inclinar la cabeza adelante hacia un destino que nos parece ineludible.
Quien trae esperanza al mundo no es jamás una persona remisiva. Jesús nos pide esperarlo sin estar con las manos cruzadas: «¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada!» (Lc 12,37). No existe un constructor de paz que al final de la cuenta no haya comprometido su paz personal, asumiendo problemas de los demás. Este no es un constructor de paz: este es un ocioso, este es un acomodado. No es constructor de paz quien, al final de la cuenta, no haya comprometido su paz personal asumiendo los problemas de los demás. Porque el cristiano arriesga, tiene valentía para arriesgar para llevar el bien, el bien que Jesús nos ha donado, nos ha dado como un tesoro.
Cada día de nuestra vida, repitamos esta invocación que los primeros discípulos, en su lengua aramea, expresaban con las palabras Marana-tha, y que lo encontramos en el último versículo de la Biblia: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,20). Es el estribillo de toda existencia cristiana: en nuestro mundo no tenemos necesidad de otra cosa sino de una caricia de Cristo. Que gracia sí, en la oración, en los días difíciles de esta vida, sentimos su voz que responde y nos consuela: «¡Volveré pronto!» (Ap 22,7). Gracias.
Posteriormente el Santo Padre ha saludado en los principales idiomas con un breve resumen de sus palabras. También hablado del Rosario en el marco del Centenario de las Apariciones de la Virgen en Fátima:
El próximo viernes 13 de octubre, se clausura el Centenario de las últimas apariciones marianas en Fátima. Con la mirada dirigida a la Madre del Señor y Reina de las Misiones, invito a todos, en especial en este mes de octubre, a rezar el Santo Rosario por la paz en el mundo.
El Santo Padre pronunció asimismo otro llamamiento, señalando la celebración en la misma fecha del Día Internacional organizado por Naciones Unidas, con el lema «Hogar, seguro hogar: reducción de la exposición, reducción del desplazamiento»:
«El mismo día, 13 de octubre, se celebra el Día Internacional para la reducción de los desastres naturales. Renuevo mi apremiante llamamiento por la salvaguarda de la creación mediante una cada vez más atenta tutela y cuidado del ambiente. Aliento, por lo tanto, a las Instituciones y a cuantos tienen responsabilidades públicas y sociales a promover cada vez más una cultura que tenga como objetivo la reducción de la exposición a los riesgos y a las calamidades naturales. Las acciones concretas, dirigidas al estudio y a la tutela de la casa común, puedan reducir progresivamente los riesgos para las poblaciones más vulnerables».
En la víspera de la fiesta de Nuestra Señora Aparecida, el Papa destacó los tres siglos del hallazgo compartiendo con los peregrinos de lengua portuguesa, en especial con los de Brasil la alegría del jubileo mariano:
«La historia de los pescadores que encontraron en el Río Paraíba do Sul el cuerpo y luego la cabeza de la estatua de la Virgen, que luego se unieron, nos recuerda que en este momento difícil de Brasil, la Virgen María es un signo que impulsa a la unidad fundada en la solidaridad y la justicia. Que Dios los Bendiga».
En su bienvenida a los fieles de tantas partes del mundo, el Papa Francisco saludó en especial también a los participantes en la Plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales, encomendando sus trabajos a San Juan XXIII:
«Me alegra acoger al Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, Card. Leonardo Sandri y a los Miembros del Dicasterio reunidos en Roma para la Sesión Plenaria, en la celebración del primer centenario de su fundación. Encomiendo vuestros trabajos a la intercesión de San Juan XXIII, cuya memoria litúrgica celebramos hoy, para que la Congregación para las Iglesias Orientales prosiga con generosa dedición su servicio al Oriente Católico».
La Virgen María nos sigue invitando a rezar y a misionar a Jesús, en particular en el mes de la Misiones. Palabras de aliento y bendición del Papa a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:
«El mes de octubre es el mes misionero, en el que estamos invitados a rezarle a la Virgen María, Madre de las Misiones: queridos jóvenes, sean misioneros de Cristo en sus respectivos ambientes con la misma misericordia y ternura de él; queridos enfermos, ofrezcan su sufrimiento por la conversión de los alejados y de los indiferentes; y, ustedes, queridos recién casados, sean misioneros de su familia anunciando con el ejemplo el Evangelio de la Salvación».